jueves, abril 30, 2015

Georg Trakl, IV

Georg Trakl
(3 de febrero de 1887, en Salzburgo, Austria – 3 de noviembre de 1914, en Cracovia, Polonia)

Tras una infancia serena, que pasó con su hermana menor Gretl (nacida en 1891), aprendiendo música (ambos hermanos tocaban juntos el piano) y literatura, terminó por iniciar una relación incestuosa con su hermana que marcó seriamente el resto de su vida. En 1905 comenzó a trabajar en una farmacia llamada Zum Weißen Engel ("El ángel blanco", cuya denominación parece obedecer a la venta de cocaína, droga entonces legal). El hecho de tener a su alcance diversas sustancias psicotrópicas facilitó el desarrollo de su drogadicción. Se inscribió en la Universidad de Viena donde cursó la carrera de farmacia y obtuvo en 1910 el diploma de Magister Farmaciae (maestro farmacéutico); por ello el servicio militar le destinó a una unidad sanitaria entre 1910 y 1911. Drogadicto y alcohólico como era, padecía frecuentes crisis depresivas. En 1914 fue reclutado para luchar en la Primera Guerra Mundial como oficial médico; su participación en la batalla de Grodek (actual Horodok en la Galitzia Ucraniana) implicó que debiera asistir sin medicinas a heridos graves; esto agravó su depresión, le ocasionó una grave crisis nerviosa y le provocó su primer intento de suicidio, motivo por el que fue internado el 7 de octubre de 1914 en un manicomio de Cracovia; allí escribió uno de sus poemas más conocidos, ("Grodeck"). Se suicidó el 3 de noviembre de 1914 con una sobredosis de cocaína. Su hermana Gretl se suicidó en 1917. 

Su amigo Von Ficker lo describió así:

Siempre se le hacía difícil arreglárselas con el mundo exterior, al tiempo que iba ahondándose cada vez más en el manantial de su creación poética... Bebedor y drogadicto empedernido, jamás le abandonaba su porte noble, de un temple espiritual fuera de lo común; no hay hombre que haya podido verle jamás tambalearse siquiera, o ponerse impertinente cuando bebía, si bien, a horas avanzadas de la noche, su forma de hablar, por lo demás tan delicada y como rondando siempre un mutismo inefable, se endurecía a menudo con el vino de una manera peculiar y, entonces, podía aguzarse en una malicia relampagueante. Pero, por debajo, solía sufrir él más que aquéllos sobre cuyas cabezas descargaba como un rayo la daga de sus palabras en el corro enmudecido, pues en tales momentos padecía de una veracidad tal que le partiera auténticamente el corazón. Por lo demás era un hombre callado, ensimismado, pero en modo alguno reservado; al contrario, sabía entenderse bondadoso y humano como el que más con gente sencilla y franca de cualquier clase social, de la más alta a la más baja, con que tuvieran el corazón "en su sitio", en particular con los niños. Bienes apenas le quedaban, tener libros siempre le pareció superfluo, y acabó "liquidando" por lo que le dieran todo su Dostoievski, al que veneraba fervientemente... Entonces estalló la guerra, y Trakl tuvo que ir al frente en su antiguo puesto de farmacéutico militar con un hospital volante. A Galitzia. Al principio aquello pareció romper el hielo y arrancarle a su pesadumbre. Pero luego, tras la retirada de Grodeck, recibí desde el hospital de plaza de Cracovia, adonde se le había llevado para observación por su estado psíquico, un par de cartas suyas que sonaban como llamadas de socorro de su alma.

Versiones de Helmut Pfeiffer

Quietud y silencio

Pastores enterraron al sol en el desnudo bosque.
Un pescador sacó
en su delicada red a la luna del lago helado.

En el azul cristal
habita el hombre pálido,
la mejilla apoyada en sus estrellas;
o inclina la cabeza en sueño purpúreo.

Siempre inquieta al contemplador
el negro vuelo de los pájaros
que en el azul sagrado de las flores
piensa en el cercano silencio del olvido,
en ángeles extintos.

De nuevo oscurece la frente en rocas lunares;
y radiante surge la hermana
en otoño y negra podredumbre.

*** 

Revelación y caída

Extraños son los caminos nocturnos del hombre. 
Cuando iba sonámbulo por las habitaciones de piedra 
y en cada una ardía un silencioso candil, un candelabro de cobre, 
y cuando preso del frío entré en el lecho, 
reapareció en la cabecera la sombra negra de la extranjera, 
y en silencio oculté mi rostro en las lentas manos. 

El jacinto florecía azul en la ventana 
y llegó al labio púrpura de mi aliento la antigua oración; 
de sus párpados cayeron lágrimas de cristal lloradas por la amargura del mundo. 

En esta hora la muerte de mi padre hizo de mí el hijo blanco. 
En azules sobresaltos bajó de la colina el viento de la noche, 
el oscuro lamento de la madre que moría, 
y vi el negro infierno en mi corazón; minuto de radiante mutismo. 

Suave surgió del muro blanqueado con cal un rostro indescriptible -un joven moribundo-, 
la belleza de una estirpe que regresa a sus padres. 
Blancura de luna, el frío de la piedra envolvió la sien desvelada, 
sonaron los pasos de las sombras sobre erosionadas gradas, 
un rosado tumulto en el pequeño jardín.

Silencioso estaba sentado en una taberna abandonada bajo vigas ahumadas, 
solo ante el vino; 
un cadáver rutilante inclinado sobre la oscuridad 
y un cordero muerto a mis pies. 

De un corrupto azul salió la sombra pálida de mi hermana 
y así habló su boca ensangrentada:
Hiere, espina negra. 

Ah, todavía resuenan las tormentas desatadas en mis brazos plateados. 
Sangre, corre de mis pies lunares, 
floreciendo sobre los senderos nocturnos, 
donde la rata salta gritando. 

Iluminad, estrellas mis arqueadas cejas; 
para que el corazón palpite suave en la noche. 
Irrumpió en la casa una sombra roja con espada flameante, 
huyó con su frente de nieve. 
Oh muerte amarga.

Y una voz oscura habló dentro de mí: 
He roto la nuca a mi caballo negro en el bosque nocturno, 
porque de sus purpúreos ojos brotaba la demencia; 
las sombras de los olmos, la risa azul del manantial 
y la frescura negra de la noche cayeron sobre mí 
cuando levanté como cazador salvaje una lanza de nieve. 

En un infierno de piedra murió mi rostro. 
Cayó brillando una gota de sangre en el vino del solitario; 
y cuando lo bebí sabía más amargo que la adormidera. 
Una nube profunda envolvió mi cabeza, 
las lágrimas de cristal de ángeles condenados. 

Delicadamente fluyó la sangre de la plateada herida de la hermana 
y una lluvia de fuego cayó sobre mí.
Por el lindero del bosque deseaba caminar, 
como alguien sombrío que ha dejado caer de sus mudas manos el velo solar, 
y al atravesar llorando la colina de la tarde levanta los párpados hacia la ciudad de piedra; 
como un animal que se siente tranquilo en la paz del viejo árbol; 
oh, esta cabeza inquieta acechando en la penumbra, 
esos pasos que corren dudosos buscando la nube azul en la colina, 
persiguiendo también implacables constelaciones. 

A un lado escolta el corzo la siembra verde, 
silenciosa compañía de los musgosos caminos del bosque. 
Las cabañas de los campesinos se han cerrado en su mutismo, 
y atemoriza en la negra calma del viento la queja azul del torrente.

Pero cuando descendí por el sendero de piedras, 
me asaltó la locura y grité fuerte en la noche; 
y cuando con mis dedos plateados me incliné sobre las aguas silenciosas 
vi que mi rostro me había abandonado. 
Y la voz blanca me dijo: ¡Mátate! 

Con un suspiro se levantó en mí la sombra de un niño 
y me observó radiante con ojos cristalinos: 
entonces caí llorando bajo los árboles
y la poderosa bóveda de estrellas.

Sobresaltado caminar por el caótico sendero de piedras, 
lejano de los caseríos de la tarde, 
viendo rebaños que regresan; 
en la distancia pasta el sol del ocaso en la pradera de cristal 
y su canto salvaje es conmovedor; 
el solitario grito del pájaro extraviándose en la paz azul.

Pero dulcemente vienes tú en la noche, 
mientras yo vigilo sobre la colina 
o cuando el delirio se desata en la tempestad de la primavera, 
y con nubes cada vez más sombrías vela mi cabeza muerta la tristeza. 
Mi alma nocturna es horrorizada por fantasmales relámpagos; 
tus manos desgarradoras se ensañan sobre mi pecho de aliento entrecortado.

Cuando penetré en la penumbra del jardín 
y se había apartado de mí la negra presencia del mal, 
me rodeó la calma del jacinto de la noche; 
y atravesé el estanque apacible en una barca ondulada 
mientras una dulce paz conmovió mi frente de piedra. 

Atónito descansé bajo los viejos sauces 
y estaba el cielo azul muy alto colmado de estrellas; 
y cuando me perdí en su contemplación 
murieron la angustia y el dolor en lo más profundo de mí; 
y la sombra azul del niño se levantó radiante en la oscuridad, dulce canto. 

Entonces se elevó con alas de luna sobre el verdor de las cimas, 
por encima de los peñascos cristalinos, 
la blanca imagen de la hermana.
Con plantas plateadas descendí los espinosos escalones 
y entré en la alcoba blanqueada con cal. 

Ardía allí un candil silencioso 
y escondí calladamente mi cabeza en las sábanas purpúreas; 
y la tierra arrojó un cadáver infantil, 
una figura lunar que salió lentamente de mi sombra, 
precipitándose con los brazos quebrados de piedra en piedra, 
cayendo como nieve en copos.

jueves, abril 23, 2015

Tengo amigos ...

Tengo amigos cuya compañía me es en extremo agradable.
Son de todas las edades y de todos los países.
Es fácil llegar a ellos, porque siempre están a mi servicio, y los admito a mi lado, o los despido cuando me place.
Jamás son inoportunos, y responden a todas mis preguntas inmediatamente.
Algunos me refieren los hechos de otros tiempos, otros me revelan los secretos de la naturaleza.
Estos me enseñan a vivir; aquellos a morir.
Unos, con su jovialidad, destierran mis preocupaciones, alegran mi espíritu; otros me dan la fuerza del alma, y me enseñan la importante lección de no contar sino conmigo mismo.
Rápidamente me abren los variados senderos de todas las artes y de todas las ciencias, y puedo fiarme de sus informes tranquilamente, en todas las circunstancias.
En cambio de todos estos servicios, solamente me exigen que les preste una habitación conveniente en un rincón de mi modesta morada, donde puedan descansar en paz, porque a estos amigos les seduce más la paz de un tranquilo retiro que todo el ruido y bullicio habituales del mundo.
Los Libros
Desconozco El Autor 

El Día Internacional del Libro es una conmemoración celebrada a nivel mundial con el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. 
El día 23 de abril fue elegido como Día Internacional del Libro, pues coincide con el fallecimiento de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega en la misma fecha en el año 1616 (aunque realmente no es así: Cervantes falleció el 22 y fue enterrado el 23, mientras que Shakespeare murió el 23 de abril del calendario juliano, que corresponde al 3 de mayo del calendario gregoriano). En esta fecha también fallecieron William Wordsworth (en 1850) y Josep Pla (en 1981). 
La Unión Internacional de Editores propuso esta fecha a la Unesco, con el objetivo de fomentar la cultura y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. La Conferencia General de la Unesco la aprobó en París el 15 de noviembre de 1995, por lo que a partir de dicha fecha el 23 de abril es el "Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor".

Georg Trakl, III

Georg Trakl
(3 de febrero de 1887, en Salzburgo, Austria – 3 de noviembre de 1914, en Cracovia, Polonia)

Tras una infancia serena, que pasó con su hermana menor Gretl (nacida en 1891), aprendiendo música (ambos hermanos tocaban juntos el piano) y literatura, terminó por iniciar una relación incestuosa con su hermana que marcó seriamente el resto de su vida. En 1905 comenzó a trabajar en una farmacia llamada Zum Weißen Engel ("El ángel blanco", cuya denominación parece obedecer a la venta de cocaína, droga entonces legal). El hecho de tener a su alcance diversas sustancias psicotrópicas facilitó el desarrollo de su drogadicción. Se inscribió en la Universidad de Viena donde cursó la carrera de farmacia y obtuvo en 1910 el diploma de Magister Farmaciae (maestro farmacéutico); por ello el servicio militar le destinó a una unidad sanitaria entre 1910 y 1911. Drogadicto y alcohólico como era, padecía frecuentes crisis depresivas. En 1914 fue reclutado para luchar en la Primera Guerra Mundial como oficial médico; su participación en la batalla de Grodek (actual Horodok en la Galitzia Ucraniana) implicó que debiera asistir sin medicinas a heridos graves; esto agravó su depresión, le ocasionó una grave crisis nerviosa y le provocó su primer intento de suicidio, motivo por el que fue internado el 7 de octubre de 1914 en un manicomio de Cracovia; allí escribió uno de sus poemas más conocidos, ("Grodeck"). Se suicidó el 3 de noviembre de 1914 con una sobredosis de cocaína. Su hermana Gretl se suicidó en 1917. 

Su amigo Von Ficker lo describió así:

Siempre se le hacía difícil arreglárselas con el mundo exterior, al tiempo que iba ahondándose cada vez más en el manantial de su creación poética... Bebedor y drogadicto empedernido, jamás le abandonaba su porte noble, de un temple espiritual fuera de lo común; no hay hombre que haya podido verle jamás tambalearse siquiera, o ponerse impertinente cuando bebía, si bien, a horas avanzadas de la noche, su forma de hablar, por lo demás tan delicada y como rondando siempre un mutismo inefable, se endurecía a menudo con el vino de una manera peculiar y, entonces, podía aguzarse en una malicia relampagueante. Pero, por debajo, solía sufrir él más que aquéllos sobre cuyas cabezas descargaba como un rayo la daga de sus palabras en el corro enmudecido, pues en tales momentos padecía de una veracidad tal que le partiera auténticamente el corazón. Por lo demás era un hombre callado, ensimismado, pero en modo alguno reservado; al contrario, sabía entenderse bondadoso y humano como el que más con gente sencilla y franca de cualquier clase social, de la más alta a la más baja, con que tuvieran el corazón "en su sitio", en particular con los niños. Bienes apenas le quedaban, tener libros siempre le pareció superfluo, y acabó "liquidando" por lo que le dieran todo su Dostoievski, al que veneraba fervientemente... Entonces estalló la guerra, y Trakl tuvo que ir al frente en su antiguo puesto de farmacéutico militar con un hospital volante. A Galitzia. Al principio aquello pareció romper el hielo y arrancarle a su pesadumbre. Pero luego, tras la retirada de Grodeck, recibí desde el hospital de plaza de Cracovia, adonde se le había llevado para observación por su estado psíquico, un par de cartas suyas que sonaban como llamadas de socorro de su alma.

Versiones de Helmut Pfeiffer

Extraña primavera

Profunda luz. Las doce. En duro suelo
me abriga el sueño aquella vieja roca.
Tres ángeles detienen, suave, el vuelo.
Extraños ríen con extraña boca.

Baña los campos la fundida nieve.
Premonitoria es esta primavera,
y de aquel abedul se adentra, leve,
en frío lago larga cabellera.

Veloz acerca el ala hermosa nube,
cintas azules en el cielo brillan...
Risueño en ellas mi mirar detuve.
Los ángeles piadosos se arrodillan.

De un pájaro encantado se levanta
muy claro y fuerte el trino de metal
y lúcido, yo escucho lo que canta:
¡Tu dicha no, tu muerte sí, mortal!

Versión de Ángela Becker

*** 

Grodek

Por la tarde resuenan en los bosques otoñales
las mortíferas armas, y en las llanuras áureas
y en los lagos azules rueda el sol más oscuro.
La noche abraza a los guerreros moribundos,
irrumpe el lamento salvaje de sus bocas quebradas.

Pero silenciosas en la pradera,
rojas nubes que un dios airado habita
convocan la sangre derramada, la frialdad lunar;
y todos los caminos desembocan en negra podredumbre.

Bajo el dorado ramaje de la noche y las estrellas
vaga la sombra de la hermana por el bosque silencioso
saludando las almas de los héroes,
las cabezas sangrantes.

Y en el cañaveral suenan las oscuras flautas del otoño.
Oh, qué soberbio duelo, con altares de bronce;
un terrible dolor nutre hoy la ardiente llama del espíritu,
por los nietos que no han nacido aún.

*** 

Melancolía

Sombras azuladas y esos ojos oscuros
que al pasar me miran hondamente.
El sonido del otoño se acompaña con guitarras
y en el jardín se disuelve su ceniza impura.
Las pesadumbres sombrías de la muerte
preparan sus delicadas manos.
De pechos opulentos beben descarnados labios
y en la piel dorada del niño solar
ondulan húmedos sus rizos.

*** 

Mi corazón en el ocaso

Al atardecer se oye el grito de los murciélagos.
Dos caballos negros saltan en la pradera.
El arce rojo murmura.
El caminante encuentra el hostal en el camino.
Magnífico es el vino joven con las nueces.
Magnífico tambalearse ebrio en el bosque crepuscular.
A través del oscuro follaje suenan campanas dolorosas.
Ya sobre el rostro gotea el rocío.

*** 

Pasión

Cuando Orfeo tañe la lira plateada
llora un muerto en el jardín de la tarde,
¿quién eres tú que yaces bajo los altos árboles?
Murmura su lamento el cañaveral en otoño.

El estanque azul
se pierde bajo el verdor de los árboles
siguiendo la sombra de la hermana;
oscuro amor de una estirpe salvaje,
que huye del día en sus ruedas de oro.

Noche serena.
Bajo sombríos abetos
mezclaron su sangre dos lobos
petrificados en un abrazo;
murió la nube sobre el sendero dorado,
paciencia y silencio de la infancia.

Aparece el tierno cadáver
junto al estanque de Tritón
adormecido en sus cabellos de jacinto.
¡Que al fin se quiebre la fría cabeza!

Pues siempre prosigue un animal azul,
acechante en la penumbra de los árboles,
vigilando estos negros caminos,
conmovido por su música nocturna,
por su dulce delirio;
o por el oscuro éxtasis
que vibra sus cadencias
a los helados pies de la penitente
en la ciudad de piedra.

*** 

Primavera del alma

Grito en el sueño,
por calles oscuras avanza el viento,
del ramaje aflora el azul primaveral,
el rocío púrpura de la noche adviene
y alrededor se apagan las estrellas.

Verde amanece el río, 
plateados son los paseos antiguos y las torres de la ciudad. 
Ah, la suave embriaguez de la barca que se desliza 
y el oscuro cantar del mirlo en jardines de la infancia. 
Ya se aclara el rosado velo.

Las aguas murmuran ceremoniosas.
Ah, las húmedas sombras de la pradera,
el animal que avanza; 
intenso verdor,
los ramajes floridos tocan la frente cristalina;
vívido balanceo de la barca.

El sol murmura sobre las nubes rosadas de la colina.
Grande es el silencio de los abetos, 
las graves sombras en el río.
¡Pureza!  ¡Pureza!

¿Dónde están las terribles veredas de la muerte,
del gris silencio pétreo, las rocas nocturnas y las inquietas sombras? 
Radiante abismo del sol.
Hermana, 
cuando te encontré en el claro solitario del bosque
era mediodía y vasto el silencio del animal;
blanca estabas bajo una encina silvestre y florecía plateado el espino.
Poderosa la muerte y la llama que canta en el corazón.

Oscuras aguas rodean el juego de los peces.
Hora de la desolación, silenciosa vista del sol.
Es un ser extraño el alma en la tierra.
Sagradamente anochece el azul sobre el bosque abatido
y repica una sombría campana en la aldea;
compañía apacible.

Sobre los pálidos párpados del muerto florece el mirto silencioso.
Suaves suenan las aguas al declinar la tarde
y en la orilla verdea con intensidad la hierba,
fulgor en el viento rosado;
el dulce canto del hermano en la colina crepuscular.

jueves, abril 16, 2015

Georg Trakl, II

Georg Trakl
(3 de febrero de 1887, en Salzburgo, Austria – 3 de noviembre de 1914, en Cracovia, Polonia)

Tras una infancia serena, que pasó con su hermana menor Gretl (nacida en 1891), aprendiendo música (ambos hermanos tocaban juntos el piano) y literatura, terminó por iniciar una relación incestuosa con su hermana que marcó seriamente el resto de su vida. En 1905 comenzó a trabajar en una farmacia llamada Zum Weißen Engel ("El ángel blanco", cuya denominación parece obedecer a la venta de cocaína, droga entonces legal). El hecho de tener a su alcance diversas sustancias psicotrópicas facilitó el desarrollo de su drogadicción. Se inscribió en la Universidad de Viena donde cursó la carrera de farmacia y obtuvo en 1910 el diploma de Magister Farmaciae (maestro farmacéutico); por ello el servicio militar le destinó a una unidad sanitaria entre 1910 y 1911. Drogadicto y alcohólico como era, padecía frecuentes crisis depresivas. En 1914 fue reclutado para luchar en la Primera Guerra Mundial como oficial médico; su participación en la batalla de Grodek (actual Horodok en la Galitzia Ucraniana) implicó que debiera asistir sin medicinas a heridos graves; esto agravó su depresión, le ocasionó una grave crisis nerviosa y le provocó su primer intento de suicidio, motivo por el que fue internado el 7 de octubre de 1914 en un manicomio de Cracovia; allí escribió uno de sus poemas más conocidos, ("Grodeck"). Se suicidó el 3 de noviembre de 1914 con una sobredosis de cocaína. Su hermana Gretl se suicidó en 1917. 

Su amigo Von Ficker lo describió así:

Siempre se le hacía difícil arreglárselas con el mundo exterior, al tiempo que iba ahondándose cada vez más en el manantial de su creación poética... Bebedor y drogadicto empedernido, jamás le abandonaba su porte noble, de un temple espiritual fuera de lo común; no hay hombre que haya podido verle jamás tambalearse siquiera, o ponerse impertinente cuando bebía, si bien, a horas avanzadas de la noche, su forma de hablar, por lo demás tan delicada y como rondando siempre un mutismo inefable, se endurecía a menudo con el vino de una manera peculiar y, entonces, podía aguzarse en una malicia relampagueante. Pero, por debajo, solía sufrir él más que aquéllos sobre cuyas cabezas descargaba como un rayo la daga de sus palabras en el corro enmudecido, pues en tales momentos padecía de una veracidad tal que le partiera auténticamente el corazón. Por lo demás era un hombre callado, ensimismado, pero en modo alguno reservado; al contrario, sabía entenderse bondadoso y humano como el que más con gente sencilla y franca de cualquier clase social, de la más alta a la más baja, con que tuvieran el corazón "en su sitio", en particular con los niños. Bienes apenas le quedaban, tener libros siempre le pareció superfluo, y acabó "liquidando" por lo que le dieran todo su Dostoievski, al que veneraba fervientemente... Entonces estalló la guerra, y Trakl tuvo que ir al frente en su antiguo puesto de farmacéutico militar con un hospital volante. A Galitzia. Al principio aquello pareció romper el hielo y arrancarle a su pesadumbre. Pero luego, tras la retirada de Grodeck, recibí desde el hospital de plaza de Cracovia, adonde se le había llevado para observación por su estado psíquico, un par de cartas suyas que sonaban como llamadas de socorro de su alma.

Versiones de Helmut Pfeiffer

Canción de Kaspar Hauser
Para Bessie Loos

Amaba el sol que purpúreo bajaba la colina,
los caminos del bosque, el negro pájaro cantor
y la alegría de lo verde.

Serio era su vivir a la sombra del árbol
y puro su rostro.
Dios habló como una suave llama a su corazón:
¡Hombre!

La ciudad halló su paso silencioso en el atardecer;
pronunció la oscura queja de su boca:
soñaba ser un jinete.

Pero le seguían animal y arbusto,
la casa y el jardín de blancos hombres
y su asesino lo asediaba.

Primavera y verano y el hermoso otoño del justo,
su paso silencioso
ante la alcoba sombría de los soñadores.
De noche permanecía solo con su estrella.

Miró caer la nieve sobre el desnudo ramaje 
y la sombra del asesino en la penumbra del zaguán. 
Entonces rodó la cabeza plateada del no nacido aún.

*** 

Canto del solitario

Armonía es el vuelo de los pájaros. Los verdes bosques
se reúnen al atardecer en las cabañas silenciosas;
los prados cristalinos del corzo.
La oscuridad calma el murmullo del arroyo,
sentimos las sombras húmedas
y las flores del verano que susurran al viento.
Anochece la frente del hombre pensativo.

Y una lámpara de bondad se enciende en su corazón,
en la paz de su cena; pues consagrados el vino y el pan
por la mano de Dios, el hermano quiere descansar
de espinosos senderos
y callado te mira con sus ojos nocturnos.
Ah, morar en el intenso azul de la noche. 

El amoroso silencio de la alcoba
envuelve la sombra de los ancianos,
los martirios púrpuras, el llanto de una gran melancolía
que en el nieto solitario muere con piedad.

Pues siempre despierta más radiante
de sus negros minutos la locura,
el hombre abatido en los umbrales de piedra
poderosamente es cubierto por el fresco azul
y por el luminoso declinar del otoño,
la casa silenciosa, las leyendas del bosque,
medida y ley y senda lunar de los que mueren.

*** 

Crepúsculo en el alma

Silenciosa va a dar al lindero del bosque
una bestia oscura;
en el cerro acaba quedo el viento de la tarde,
enmudece en su queja el mirlo,
y blandas flautas del otoño
callan entre los juncos.

En una negra nube
navegas ebrio de amapolas
la alberca de la noche,
el cielo de los astros.
Aún resuena la voz de luna de la hermana
en la noche del alma.

Versión de Luis Arántegui

*** 

De profundis

Existe un campo de rastrojos donde cae una lluvia negra.
Existe un árbol pardo que se alza solitario.
Existe un viento que susurra entre chozas vacías.
¡Qué atardecer tan triste!

A la orilla de la aldea
la dulce huérfana recoge escasas espigas.
Sus ojos redondos y dorados recorren el crepúsculo
y su seno anhela al esposo celestial.

De regreso al hogar
unos pastores hallaron el dulce cuerpo
descompuesto en el espino.

Una sombra soy lejos de oscuras aldeas.
El silencio de Dios
bebí en la fuente del bosque.

Sobre mi frente golpeó un frío metal.
Arañas buscan mi corazón.
Hay una luz que se extinguió en mi boca.

De noche me encontré en un páramo,
colmado de deshechos y de polvo de estrellas.
En los avellanos
tintinearon ángeles cristalinos.

*** 

Decadencia

Al atardecer cuando tocan a paz las campanas,
Sigo de las aves el maravilloso vuelo
Que en largas bandadas como devotos peregrinos
Desaparecen en las claras vastedades del otoño.

Deambulando a través de umbrosos patios
Sueño yo en sus lúcidos presagios,
Y siento que de las sabias horas no podré apartarme.
Así prosigo, por sobre nubes, tras sus viajes.

He aquí que un hálito me hace temblar ante las ruinas.
El mirlo clama entre las ramas deshojadas.
Oscilan las rojas vides entre rejas herrumbrosas.

Entretanto como un corro mortal de pálidos infantes
En torno al oscuro borde de pozos en descomposición.
Se inclinan ante el viento, enteleridas, azules ramas.

Versión de Walter Hoefler

*** 

En la oscuridad

La primavera azul silencia el alma.
Bajo el húmedo ramaje del poniente
se hundió estremecida la frente de los amantes.

Oh, la cruz verdecida. En diálogo oscuro
se reconocieron hombre y mujer.
Junto al muro desnudo
camina con sus estrellas el solitario.

Sobre los senderos del bosque en claro de luna
reinó el desenfreno de cacerías olvidadas;
la mirada de lo azul
irrumpe de la roca derruida.

jueves, abril 09, 2015

Georg Trakl, I

Georg Trakl
(3 de febrero de 1887, en Salzburgo, Austria – 3 de noviembre de 1914, en Cracovia, Polonia)

Tras una infancia serena, que pasó con su hermana menor Gretl (nacida en 1891), aprendiendo música (ambos hermanos tocaban juntos el piano) y literatura, terminó por iniciar una relación incestuosa con su hermana que marcó seriamente el resto de su vida. En 1905 comenzó a trabajar en una farmacia llamada Zum Weißen Engel ("El ángel blanco", cuya denominación parece obedecer a la venta de cocaína, droga entonces legal). El hecho de tener a su alcance diversas sustancias psicotrópicas facilitó el desarrollo de su drogadicción. Se inscribió en la Universidad de Viena donde cursó la carrera de farmacia y obtuvo en 1910 el diploma de Magister Farmaciae (maestro farmacéutico); por ello el servicio militar le destinó a una unidad sanitaria entre 1910 y 1911. Drogadicto y alcohólico como era, padecía frecuentes crisis depresivas. En 1914 fue reclutado para luchar en la Primera Guerra Mundial como oficial médico; su participación en la batalla de Grodek (actual Horodok en la Galitzia Ucraniana) implicó que debiera asistir sin medicinas a heridos graves; esto agravó su depresión, le ocasionó una grave crisis nerviosa y le provocó su primer intento de suicidio, motivo por el que fue internado el 7 de octubre de 1914 en un manicomio de Cracovia; allí escribió uno de sus poemas más conocidos, ("Grodeck"). Se suicidó el 3 de noviembre de 1914 con una sobredosis de cocaína. Su hermana Gretl se suicidó en 1917. 

Su amigo Von Ficker lo describió así:

Siempre se le hacía difícil arreglárselas con el mundo exterior, al tiempo que iba ahondándose cada vez más en el manantial de su creación poética... Bebedor y drogadicto empedernido, jamás le abandonaba su porte noble, de un temple espiritual fuera de lo común; no hay hombre que haya podido verle jamás tambalearse siquiera, o ponerse impertinente cuando bebía, si bien, a horas avanzadas de la noche, su forma de hablar, por lo demás tan delicada y como rondando siempre un mutismo inefable, se endurecía a menudo con el vino de una manera peculiar y, entonces, podía aguzarse en una malicia relampagueante. Pero, por debajo, solía sufrir él más que aquéllos sobre cuyas cabezas descargaba como un rayo la daga de sus palabras en el corro enmudecido, pues en tales momentos padecía de una veracidad tal que le partiera auténticamente el corazón. Por lo demás era un hombre callado, ensimismado, pero en modo alguno reservado; al contrario, sabía entenderse bondadoso y humano como el que más con gente sencilla y franca de cualquier clase social, de la más alta a la más baja, con que tuvieran el corazón "en su sitio", en particular con los niños. Bienes apenas le quedaban, tener libros siempre le pareció superfluo, y acabó "liquidando" por lo que le dieran todo su Dostoievski, al que veneraba fervientemente... Entonces estalló la guerra, y Trakl tuvo que ir al frente en su antiguo puesto de farmacéutico militar con un hospital volante. A Galitzia. Al principio aquello pareció romper el hielo y arrancarle a su pesadumbre. Pero luego, tras la retirada de Grodeck, recibí desde el hospital de plaza de Cracovia, adonde se le había llevado para observación por su estado psíquico, un par de cartas suyas que sonaban como llamadas de socorro de su alma.

Versiones de Helmut Pfeiffer

A los enmudecidos

Ah, la locura de la gran ciudad cuando al anochecer, 
junto a los negros muros, 
se levantan los árboles deformes 
y a través de la máscara de plata se asoma el genio del mal; 
la luz con látigos que atraen ahuyenta pétrea noche. 
Oh, el hundido repique de las campanas del crepúsculo. 

Ramera que entre escalofríos alumbra una criatura muerta. 
La ira de Dios con rabia azota la frente de los poseídos, 
epidemia purpúrea, hambre que rompe verdes ojos. 
Ah, la odiosa carcajada del oro. 

Pero una humanidad más silenciosa sangra en oscura cueva 
forjando con metales duros el rostro redentor.

***

A un muerto prematuro

Oh, él ángel negro, 
que furtivo salió del interior del árbol,
cuando éramos dulces compañeros de juego en la tarde,
al borde de la fuente azulada.
Nuestro paso era sereno, 
los ojos redondos en la frescura parda del otoño.
Oh, la dulzura púrpura de las estrellas.

Pero aquel bajó los pétreos escalones de Mönschberg con una sonrisa azul, 
y en la extraña crisálida de su más tranquila infancia murió.
En el jardín quedó el rostro plateado del amigo atento en el follaje o en las antiguas rocas.

El alma cantó la muerte, la verde corrupción de la carne,
e imperó el murmullo del bosque,
la queja febril del animal.
Siempre tañían desde torres las azules campanas de la tarde.

Llegó la hora en que aquel vio sombras en el sol púrpura,
veladuras de podredumbre en el ramaje desnudo;
en la tarde, cuando en el muro crepuscular cantó el mirlo,
y el espíritu del muerto prematuramente apareció silencioso en la alcoba.

Oh, la sangre que fluye de la garganta del dios, flor azul; 
oh, las lágrimas ardientes lloradas en la noche.

Nube dorada y tiempo. 
En solitario recinto hospedas con frecuencia al muerto.
Y caminas en diálogo íntimo bajo los olmos bordeando el verde río.

*** 

Al niño Elis

Elis, 
cuando el mirlo llame en el oscuro bosque será tu ocaso.
Tus labios beben frescura en la pedregosa fuente azul.

Cuando tu frente sangre suavemente
y olvides las antiguas leyendas
y el oscuro augurio del vuelo de los pájaros.

Pues tus leves pasos se adentran en la noche
cargada con los púrpuras racimos de la vid;
mientras el azul hace más bello
el movimiento de tus brazos.

Se escucha un espino,
allá donde vuelan tus dos ojos de luna.
¡Ah, hace cuánto tiempo que eres de la muerte!

Tu cuerpo es un jacinto
donde un monje sumerge sus dedos de cera.
Y una cueva sombría es nuestro silencio
de la que a veces surge un apacible animal.

Deja caer lento los pesados párpados.
Sobre tus sienes gotea un oscuro rocío,
el último oro de las estrellas extinguidas.

*** 

Alma de noche

Furtivo desciende de los negros bosques un venado azul, el alma.
Es de noche y sobre los escalones musgosos se ve una fuente blanca.

La sangre y un grupo de armas antiguas murmuran en el valle de los pinos.
La luna brilla siempre en parajes derruidos;
embriagada por venenos oscuros,
máscara de plata inclinada sobre el sueño de los pastores;
cabeza abandonada en silencio por sus sagas.

Oh, abre ella sus frías manos bajo arcos de piedra
mientras lento sube un dorado verano a la ciega ventana
y toda la noche se oyen sobre el verde
los pasos de la danzarina,
y la voz de la lechuza que llama al ebrio
en púrpura tristeza.

*** 

Anif

Recuerdo: 
gaviotas deslizándose sobre un oscuro cielo de melancolía masculina.
Sosegado habitas tú a la sombra del fresno otoñal,
y absorto en las formas de la colina
desciendes por el verde río cuando reina la tarde,
melodioso amor:
apaciblemente te busca el oscuro venado,
y un hombre rosado. 

Ebria de viento azul 
roza la frente el follaje agonizante
mientras recuerdas el rostro adusto de la madre;

Oh, cómo se hunde todo en lo oscuro;
las lúgubres habitaciones y los viejos utensilios de los ancestros 
conmueven el pecho del extranjero,
Oh, signos y estrellas. 

Grande es la culpa del que ha nacido.
Ay, dorados escalofríos de la muerte,
cuando el alma sueña flores más frescas.

Siempre grita en las ramas desnudas el ave nocturna.
Al paso de la luna 
suena un viento helado en los muros de la aldea.