jueves, abril 23, 2015

Georg Trakl, III

Georg Trakl
(3 de febrero de 1887, en Salzburgo, Austria – 3 de noviembre de 1914, en Cracovia, Polonia)

Tras una infancia serena, que pasó con su hermana menor Gretl (nacida en 1891), aprendiendo música (ambos hermanos tocaban juntos el piano) y literatura, terminó por iniciar una relación incestuosa con su hermana que marcó seriamente el resto de su vida. En 1905 comenzó a trabajar en una farmacia llamada Zum Weißen Engel ("El ángel blanco", cuya denominación parece obedecer a la venta de cocaína, droga entonces legal). El hecho de tener a su alcance diversas sustancias psicotrópicas facilitó el desarrollo de su drogadicción. Se inscribió en la Universidad de Viena donde cursó la carrera de farmacia y obtuvo en 1910 el diploma de Magister Farmaciae (maestro farmacéutico); por ello el servicio militar le destinó a una unidad sanitaria entre 1910 y 1911. Drogadicto y alcohólico como era, padecía frecuentes crisis depresivas. En 1914 fue reclutado para luchar en la Primera Guerra Mundial como oficial médico; su participación en la batalla de Grodek (actual Horodok en la Galitzia Ucraniana) implicó que debiera asistir sin medicinas a heridos graves; esto agravó su depresión, le ocasionó una grave crisis nerviosa y le provocó su primer intento de suicidio, motivo por el que fue internado el 7 de octubre de 1914 en un manicomio de Cracovia; allí escribió uno de sus poemas más conocidos, ("Grodeck"). Se suicidó el 3 de noviembre de 1914 con una sobredosis de cocaína. Su hermana Gretl se suicidó en 1917. 

Su amigo Von Ficker lo describió así:

Siempre se le hacía difícil arreglárselas con el mundo exterior, al tiempo que iba ahondándose cada vez más en el manantial de su creación poética... Bebedor y drogadicto empedernido, jamás le abandonaba su porte noble, de un temple espiritual fuera de lo común; no hay hombre que haya podido verle jamás tambalearse siquiera, o ponerse impertinente cuando bebía, si bien, a horas avanzadas de la noche, su forma de hablar, por lo demás tan delicada y como rondando siempre un mutismo inefable, se endurecía a menudo con el vino de una manera peculiar y, entonces, podía aguzarse en una malicia relampagueante. Pero, por debajo, solía sufrir él más que aquéllos sobre cuyas cabezas descargaba como un rayo la daga de sus palabras en el corro enmudecido, pues en tales momentos padecía de una veracidad tal que le partiera auténticamente el corazón. Por lo demás era un hombre callado, ensimismado, pero en modo alguno reservado; al contrario, sabía entenderse bondadoso y humano como el que más con gente sencilla y franca de cualquier clase social, de la más alta a la más baja, con que tuvieran el corazón "en su sitio", en particular con los niños. Bienes apenas le quedaban, tener libros siempre le pareció superfluo, y acabó "liquidando" por lo que le dieran todo su Dostoievski, al que veneraba fervientemente... Entonces estalló la guerra, y Trakl tuvo que ir al frente en su antiguo puesto de farmacéutico militar con un hospital volante. A Galitzia. Al principio aquello pareció romper el hielo y arrancarle a su pesadumbre. Pero luego, tras la retirada de Grodeck, recibí desde el hospital de plaza de Cracovia, adonde se le había llevado para observación por su estado psíquico, un par de cartas suyas que sonaban como llamadas de socorro de su alma.

Versiones de Helmut Pfeiffer

Extraña primavera

Profunda luz. Las doce. En duro suelo
me abriga el sueño aquella vieja roca.
Tres ángeles detienen, suave, el vuelo.
Extraños ríen con extraña boca.

Baña los campos la fundida nieve.
Premonitoria es esta primavera,
y de aquel abedul se adentra, leve,
en frío lago larga cabellera.

Veloz acerca el ala hermosa nube,
cintas azules en el cielo brillan...
Risueño en ellas mi mirar detuve.
Los ángeles piadosos se arrodillan.

De un pájaro encantado se levanta
muy claro y fuerte el trino de metal
y lúcido, yo escucho lo que canta:
¡Tu dicha no, tu muerte sí, mortal!

Versión de Ángela Becker

*** 

Grodek

Por la tarde resuenan en los bosques otoñales
las mortíferas armas, y en las llanuras áureas
y en los lagos azules rueda el sol más oscuro.
La noche abraza a los guerreros moribundos,
irrumpe el lamento salvaje de sus bocas quebradas.

Pero silenciosas en la pradera,
rojas nubes que un dios airado habita
convocan la sangre derramada, la frialdad lunar;
y todos los caminos desembocan en negra podredumbre.

Bajo el dorado ramaje de la noche y las estrellas
vaga la sombra de la hermana por el bosque silencioso
saludando las almas de los héroes,
las cabezas sangrantes.

Y en el cañaveral suenan las oscuras flautas del otoño.
Oh, qué soberbio duelo, con altares de bronce;
un terrible dolor nutre hoy la ardiente llama del espíritu,
por los nietos que no han nacido aún.

*** 

Melancolía

Sombras azuladas y esos ojos oscuros
que al pasar me miran hondamente.
El sonido del otoño se acompaña con guitarras
y en el jardín se disuelve su ceniza impura.
Las pesadumbres sombrías de la muerte
preparan sus delicadas manos.
De pechos opulentos beben descarnados labios
y en la piel dorada del niño solar
ondulan húmedos sus rizos.

*** 

Mi corazón en el ocaso

Al atardecer se oye el grito de los murciélagos.
Dos caballos negros saltan en la pradera.
El arce rojo murmura.
El caminante encuentra el hostal en el camino.
Magnífico es el vino joven con las nueces.
Magnífico tambalearse ebrio en el bosque crepuscular.
A través del oscuro follaje suenan campanas dolorosas.
Ya sobre el rostro gotea el rocío.

*** 

Pasión

Cuando Orfeo tañe la lira plateada
llora un muerto en el jardín de la tarde,
¿quién eres tú que yaces bajo los altos árboles?
Murmura su lamento el cañaveral en otoño.

El estanque azul
se pierde bajo el verdor de los árboles
siguiendo la sombra de la hermana;
oscuro amor de una estirpe salvaje,
que huye del día en sus ruedas de oro.

Noche serena.
Bajo sombríos abetos
mezclaron su sangre dos lobos
petrificados en un abrazo;
murió la nube sobre el sendero dorado,
paciencia y silencio de la infancia.

Aparece el tierno cadáver
junto al estanque de Tritón
adormecido en sus cabellos de jacinto.
¡Que al fin se quiebre la fría cabeza!

Pues siempre prosigue un animal azul,
acechante en la penumbra de los árboles,
vigilando estos negros caminos,
conmovido por su música nocturna,
por su dulce delirio;
o por el oscuro éxtasis
que vibra sus cadencias
a los helados pies de la penitente
en la ciudad de piedra.

*** 

Primavera del alma

Grito en el sueño,
por calles oscuras avanza el viento,
del ramaje aflora el azul primaveral,
el rocío púrpura de la noche adviene
y alrededor se apagan las estrellas.

Verde amanece el río, 
plateados son los paseos antiguos y las torres de la ciudad. 
Ah, la suave embriaguez de la barca que se desliza 
y el oscuro cantar del mirlo en jardines de la infancia. 
Ya se aclara el rosado velo.

Las aguas murmuran ceremoniosas.
Ah, las húmedas sombras de la pradera,
el animal que avanza; 
intenso verdor,
los ramajes floridos tocan la frente cristalina;
vívido balanceo de la barca.

El sol murmura sobre las nubes rosadas de la colina.
Grande es el silencio de los abetos, 
las graves sombras en el río.
¡Pureza!  ¡Pureza!

¿Dónde están las terribles veredas de la muerte,
del gris silencio pétreo, las rocas nocturnas y las inquietas sombras? 
Radiante abismo del sol.
Hermana, 
cuando te encontré en el claro solitario del bosque
era mediodía y vasto el silencio del animal;
blanca estabas bajo una encina silvestre y florecía plateado el espino.
Poderosa la muerte y la llama que canta en el corazón.

Oscuras aguas rodean el juego de los peces.
Hora de la desolación, silenciosa vista del sol.
Es un ser extraño el alma en la tierra.
Sagradamente anochece el azul sobre el bosque abatido
y repica una sombría campana en la aldea;
compañía apacible.

Sobre los pálidos párpados del muerto florece el mirto silencioso.
Suaves suenan las aguas al declinar la tarde
y en la orilla verdea con intensidad la hierba,
fulgor en el viento rosado;
el dulce canto del hermano en la colina crepuscular.