viernes, enero 16, 2015

Otto René Castillo, II

Otto René Castillo
http://www.ottorenecastillo.org/

(Quetzaltenango, 25 de abril de 1936 – 23 de marzo de 1967)

Otto René Castillo, conocido como "el poeta del pueblo" o "el poeta guerrillero", nació en la ciudad de Quetzaltenango, al oeste del país, en abril de 1936, y partió por primera vez al exilio en 1954, luego del derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz, perpetrado con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos.
En 1966 se incorporó a las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), una de las cuatro organizaciones guerrilleras que enfrentaron a las fuerzas de seguridad del Estado en una guerra interna que se prolongó durante 36 años (1960-1996).
Según diversas investigaciones, Castillo y su conviviente, fueron capturados en la Sierra de las Minas, Zacapa, y "brutalmente torturados" por sus captores en el interior de una base militar, entre el 17 y el 23 de marzo de 1967, junto a otro grupo de rebeldes, fueron quemados vivos a la edad de 31 años.
De la amplia obra literaria de Castillo, de la cual se desprenden igual versos revolucionarios como de amor y desamor, destaca el poema "Vamos patria a caminar, yo te acompaño”, el cual, según testigos, era declamado por sus verdugos mientras lo torturaban.
Otto René Castillo dio la vida por su patria y la libertad.
Las palabras del poeta eran como un búho agorero que no cesaba de quejarse desde su rama; era una insoportable ave rapaz en la noche que impedía dormir tranquilamente a los asesinos. 
Alguna vez, los hombres prácticos se preguntarán si en las guerras sirve de algo matar a un poeta. Fusilaron a Federico García Lorca y a Roque Dalton; mataron con tormentos sicológicos a Miguel Hernández, a Boris Pasternak, a cientos más. Peor todavía, ¿sirve de algo matarlos de una manera tan cruel como lo hicieron con Otto René Castillo en 1967? 
Los poetas, según dice la gente y los viejos diccionarios, cantan al amor; son inofensivos animales del bosque que amenizan los amaneceres. Podrían recitar, por ejemplo, un bello poema como este: 

“El antepasado
más antiguo
que tengo
es el amor
Lo sé bien.
Cuando se besaron
los primeros enamorados de la tierra,
se le estaba poniendo
nombre a mis labios.
Y comenzaba
la biografía
de este dolor
que no concluye”. 
(El antepasado más antiguo).

La poesía, tal como la suponen los cánones conservadores, es “el más bello sentimiento del alma”. Entonces, a un poeta “se le permite” profundizar, incluso filosofar, si es que tiene talento para ello, tal como se lee en este fragmento: 

“Los enamorados
que ahora se besan,
todavía no saben
que tendrán
que separarse muy pronto.
Los enamorados
que aún no se han encontrado,
ignoran
que pronto creerán
haberse hallado
para todos los tiempos.
Pobres
los que ya se encontraron,
ahora tendrán
que separarse.
Pobres,
los que aún no se han hallado,
ahora tendrán
que continuar esperando” 
(Acontece así, enamorados).

Puede que tales cantos hayan sido del beneplácito de los oficiales del Ejército guatemalteco de los años 1960 —suponiendo que tuvieran algún gusto por la poesía—. Es más, quizá fueron leídos con simpatía por los presidentes militares, la CIA, el Departamento de Estado de Estados Unidos que impulsó el conflicto armado de 36 años en nuestro país. Pero cuando las palabras de ese poeta se tornan el canto de un búho, o se convierten en el aullido de un lobo cuyo lamento nocturno les dice, penetrando los tejados de la conciencia: 

“Cinco estudiantes como gorriones sin alas
hicieron una ronda al corazón ciudadano,
cayendo, asesinados, de la frente a los pies,
creciendo desde la muerte al infinito.
Ahora digo,
¡Traidores, hombres sin hombría, cobardes!
¿Estáis locos para asesinar la eternidad?
¡Pronto vendrá vuestro día, desgraciados!” 
(de Asesinados en junio).

O qué tal estos improperios, lanzados con evidente saña sobre las buenas conciencias: 

“Suceden cosas
tan extrañas
en mi pequeño país,
que si de verdad
hubiera cristianos
creerían,
sin duda,
en la muerte
auténtica de Dios.” 
(de La tumba de Dios)

Entonces, salieron a buscarlo. Era más fácil matar a un lobo; urgía balear al búho prendido a la rama de la conciencia. Y mataron a Otto René Castillo, en la base militar de Zacapa, en marzo de 1967. 
En él se cumple la máxima de Miguel Ángel Asturias, para quien el poeta “es una conducta moral”, pues consecuente con sus ideas revolucionarias, un día de 1966 decidió que se haría combatiente guerrillero y se integró a las Fuerzas Armadas Rebeldes. Antes de dar ese paso, ya tenía una trayectoria académica, poética y política en países como México, Alemania, Hungría, Checoeslovaquia, Chipre y El Salvador. La experiencia adquirida lo colocaba frente a las tres copas que suelen ser las más codiciadas por los escritores de mundo: la fama, el éxito y la gloria. Solo tenía que extender la mano. Ya había bebido de las dos primeras, pero ambas no sirven para nada —pues éxito y fama los tuvieron también personajes como Hitler—, mas la gloria está reservada para otros. 
Y Otto René pudo seguir un rumbo glorioso por Europa, continente que —en aquel entonces— era un océano literario que garantizaba el ascenso de los buenos escritores hacia premios importantes. 
El éxito le había llegado desde joven. En 1956, tenía 20 años y ganó el premio Autonomía, de la Universidad de San Carlos de Guatemala, con su poema "Vámonos patria a caminar". A ese galardón le siguió el de 1957, con el Premio Internacional de Poesía de Budapest. Ese año, la Universidad de San Carlos le concedió el premio Filadelfo Salazar, por sus altos méritos estudiantiles, que consistió en una beca para estudiar en la República Democrática Alemana. Viajó a ese país en 1958, a estudiar germanística en la Universidad Karl Marx de Leipzig. En 1962, en Berlín, junto a otros jóvenes aprendió técnicas para hacer documentales con el cineasta holandés Joris Ivens. 
Su futuro se avizoraba brillante. Decidió, sin embargo, escribir menos y actuar más; lo hizo por un auténtico amor a esta patria. Fue asesinado junto con la también combatiente Nora Paiz y 13 campesinos acusados de colaborar con la guerrilla. Fue torturado durante cinco días, después, lo quemaron vivo. La misma suerte corrió Paiz. Se dice que, a Otto René, un oficial del Ejército le cortó partes de la piel con una hoja de afeitar amarrada a un bambú, en tanto se burlaba de él y le leía su propio poema: 

“Yo beberé tus cálices amargos. 
Yo me quedaré ciego para que tengas ojos. 
Yo me quedaré sin voz para que tú cantes.”

Pero ni muerto el lobo cesaron los lamentos, ni el búho terminó la voz de la conciencia; tampoco muerto el poeta concluyó su obra. La hermana mayor de Otto René, Zoila Castillo, publicó en 1979 su poesía en un libro titulado "Informe de una injusticia". En una parte, nos dice Otto: 

“Nada es más invencible que la vida
su viento infla nuestras velas”. 

Larga vida a sus palabras, que hoy flotan en la eternidad.

De: Alas De Encanto

Ofensiva Del Recuerdo
A Carmela

Amor, entonces el otoño
estaba en la punta de mis dedos.
Y fueron los climas de tu mano
recogiendo las hojas
hasta reconstruir el árbol
de mi vida.
Eras entonces un río azul, amor,
desembocando en mis semillas;
una mirada limpia
sobre la piel
que me contiene
y un puñado de besos
llevándome al calor
que aún necesitaba.
Entonces me sentí seguro
de ser más importante que la muerte,
que la soledad
que la angustia,
que la opresión
y que todos los vértigos
en donde se encuentra el hombre
postergado como una cosa inútil.

Ahora sé,
que siempre adivinaría tu amor
hacia los niños que se nievan
aproximándose al otoño. Ahora sé, amor,
que siempre había caído mi frente
con la redonda frente del rocío.

Ahora sé,
que siempre hubiéramos navegado
con los ríos, bajo los puentes
que nunca se duelen de ser puentes,
a pesar del musgo y del invierno.

Hace cuatro años ya
que mis hojas
caen sobre tu pecho
y hace cuatro años ya
que son devueltas a mis ramas
con el sencillo ademan
del que se siente enamorado.

Aquel otoño, amor,
mi sueño vegetal
creció junto a tus manos
desde la base misma de tu risa,
y cada fruto de mi canto
tuvo el aroma de tu nombre
y la redonda ternura de tus labios.

Amor, ahora atiendo la sabiduría
que tus ríos enseñan a mis manos…

***

Duele Menos Estar Solo

Creo
que duele menos
estar solo
con tu recuerdo,
bajo este cielo
duro,
bajo este viento
espeso
bajo miradas
agudas
que preguntan:
“¿Por qué sufren
tus manos en las tardes?
¿Por qué no vienes,
Sin la hoguera
de su pecho
lejano,
y te diviertes
con nosotras?”

Poder
asirse el alma,
sería eso.
Y renunciar
para siempre
al sitio
donde me espera
el viento
acariciando tus cabellos.
Lo sabes.
Contigo
no me cabe el mundo
en las venas.
Pero sin ti
soy demasiado pequeño,
para esta calle
de labios grises.
Créeme, tu ausencia quema,
alma mía.
Y tu recuerdo duele.
Ahora soy, por ejemplo,
el esqueleto
de una casa incendiada,
que se duele
en el fondo de la ceniza.
Y grito: “Llevadme llamas
con vosotras, a cualquier parte.
No me dejéis ardido
De escombros.
Llevadme, en vuestros lomos,
porque me duele
el calvariento recuerdo
de los pájaros que cantaron
en mi techo, por las tardes.”

Y solo pasa el humo,
frente a mis manos
que claman sin escuchas.

Así todos los días,
amante mía.

Créeme, pero me duele
más tu recuerdo,
amor mío,
que mi vencida soledad.

***

Antes De Ti, Otras Ciudades

A lo lejos,
te digo
señalando un astro
muy brillante,
termina la noche
y comienza la tarde
o el amanecer
de ciudades distantes,
en donde está mi corazón
de pie sobre los puentes,
oyendo cómo cae la nieve
sobre la soledad del agua
también triste y desnuda
como las ramas en el otoño.

Entonces,
te cuento,
no existía tu rostro.
Ni tu pie me buscaba
impulsado por su alma.
Ni tenían para mí
Vuelo tus alas.
No conocías los ‘nuncas’.
Ni la fuerza de un ‘siempre’.
Ni el viento era recuerdo
para ti.
Ni buscabas la luna
en los cabellos de un hombre.
Ni había árboles,
ni pájaros,
ni ríos
en el cuenco de tu alma,
a donde una voz llega
y lo florece todo con su acento.

A lo lejos,
te digo
suavemente doliéndote,
alguien ajena
a ti,
le ponía causa de ternura
al cuello de mi abrigo,
levantándolo
con las pequeñas gaviotas
de sus manos,
para que la brisa
que soplaba contra puentes
no golpeara con su puño,
diminuto y frío,
al hombre que tú besas
esta noche, largamente,
amor mío.

***

A Muchos Ríos, Vinculada

Vinculada
estás al agua
de muchos ríos,
a donde uno llega
y lo recibe el viento
y uno deja
que los cabellos
lo saluden,
al incansable
compañero de la tierra.

Delgados como tú son,
a veces, en las tardes,
los ríos
y la ribera
la lleva uno en el corazón,
a donde llega el agua,
suavemente cantando,
y abre su voz
sobre una arena delicada.

Tal vez
Anduvo mucho
por los ríos
tu cuerpo,
y se cubrió tanto del sol
y más quizá de estrellas,
que cuando fluyes
a mi lado,
por el mundo,
eres sencilla y luminosa.

Tus ojos
me vieron siempre
en cada río,
desde el fondo.
Y nunca faltó,
en lo alto,
del agua,
el gesto amable
de buscar mi hombro
con tus manos bondadosas.

Tus cabellos
tienen tanto de río,
que cuando se escapa
de mis dedos,
no sé nunca si fluyen
o si vuelan.
Y cuando hundo mi mano,
suavemente, en el agua,
no sé si sea la costumbre
o tus cabellos,
lo que se queda cantando
en la punta de mis dedos.

Estás tan vinculada
al agua de muchos ríos,
amor mío,
que nunca he estado solo,
ni alegre, junto a ellos,
que guardan para mí
tu siempre azul
melodioso.

***

Tu Voz

Me devuelve
tu voz
el eco al corazón,
en donde estaban
sepultas
tus palabras,
que mi alma
no alcanzaba.

Tu voz
debe quedarse
conmigo,
para que mis manos
no agoten su vuelo
Y mi pecho no se apague,
cuando ya mi sangre
sólo tenga tu voz
que amo,
para seguir viviendo,
vida mía.

***

Urgencia

Quémame con tus labios
esta soledad
que te combate.
Ven y despliega
Tu victoriosa voz
en las torres
de mi sangre.
Acude con tus ojos
A mi sombra,
Aun a riesgo de perderte
En la tiniebla de mis pasos.

Sabes,
no estoy solo de los hombres,
sino solo de mí;
antagónicos
soplan los vientos
en el fondo
de mi pecho escarpado.
Tú sabes,
la soledad
tiene los ojos grises
y llega
y nos da su dulzura,
que nos invade
con su caricia
de niebla.
Entonces,
Se necesitan tus labios.
Tu voz,
El fuego de tu alma,
para sentirse pleno de ti.
Llovido de tus labios.
Acompañado de tus manos
que arden en la sombra
de mi vida violenta
y solitaria.

***

Tu Hombre Se Despide, Amor Mío

Me voy,
pero no te preocupes
si antes del otoño
no he vuelto todavía.

Es lejos mi país
y sufre tanto,
que uno es incapaz
de ser feliz,
lejos de sus torres.

Aquí lo tengo todo.
Nada me falta,
ni siquiera mi soledad.
De todos los guatemaltecos
Pobres, yo soy quizá
una excepción ahora.

Y como mi vida entera
luché contra toda excepción,
porque quiero siempre
que la misma sea la regla,
tengo que irme, así de común,
barato de egoísmos.

Me voy,
pero no te preocupes
si tardo un poco en el regreso.
Un día en otoño me verás llegar.
De lejos, con polvo aún en los cabellos.
Y muchos golpes recibidos, mucha hambre.

Por ese simple día, amor mío,
habré luchado muchos años.
Por ese simple día, amor mío,
habré esperado mucho días.

En lo alto de mis ojos
verás que aún persigo
una estrella lejana
y que no he podido volver
sobre mis pasos,
porque la luz del alba
me sigue seduciendo.

Amor mío,
tu hombre se va de nuevo
a los combates por la dicha.

***

Cuando Me Ría Contigo

Cuando vengas
Y me ría contigo,
ya te habré olvidado;
ya se habrá apagado
la quemadura
que tu fuga
me dejara en el alma
Y podremos platicar
de nuevo. Y reírnos
Y vernos al fondo
de los ojos.

Y ya no buscare tu alma,
sino tu simple pupila,
Tu río de luz,
Ahora no esperes
que me ría contigo.

Que te cuente historias
de países grises y lejanos.
que te mire a los ojos
con la gravedad de los míos,

Que acuda al nacimiento
Del beso en tus labios
Y pase junto a ti
Sin que me tiemble el tacto,

Porque aún no llega el olvido
Hasta mis manos,
Y pudiera retoñar
tu cuerpo en el fondo
de las mismas,
hiriéndome el alma.

Pero será pronto.

Me quedaré viudo
de tus mares nocturnos,
porque te voy venciendo,
y entregando mi dolor
sin que lo sepas.

***

Como Tú Sabes, Tarde

I

Ahora
ha vuelto agosto
a poner un gesto
amable
sobre todas las cosas.

En los árboles,
el viento escucha
suavemente
el dialogo verde
de las hojas.

Y la tarde,
de pie sobre la inmensa
ciudad, nos dice
que falta
a nuestras manos
encontrarse de nuevo,
ahora que han pasado las lluvias
y hay menos gris esperando
en todas partes.

La tarde ignora, sin embargo,
que hace poco nos hemos
separado para toda la vida.
Y que el frío y la soledad
se han hecho mas intensos
que siempre,
ahora que me falta
tu total compañía.

II

Por costumbre
he tomado el viejo camino
que me lleva a tu lado.

Ahí arde tu ausencia todavía.
Entonces, hablando con la tarde
le digo: “Tarde, jamás hubo
tanto dolor bajo tanta ternura,
ahora que me falta su mano
en mis cabellos.
Y el frío sigue canta
Y canta,
Desde la rama más alta
De mi nombre despierto.
Pero tú sabes, tarde amiga,
---le digo, en el lenguaje
de sombra que las tardes
entienden--, que uno,
acostumbrado como está
a tanto golpe recibido,
sigue viviendo.
rodeado por la soledad
y el frío, si quieres,
pero sigue viviendo,
tarde,
sigue.”

La tarde entonces,
comprensiva que es
por el agosto
que desborda,
se queda cantando
para largo
en mi rostro.

***

El Amor Imposible

Largos años
ha guardado el mar
debajo de su corazón azul
nuestro amor invencible.

Ni tú ni yo
supimos cómo y cuándo
encendimos esta llamarada,
tan solo tus labios y los míos,
tan solo nuestros cuerpos
de violentos amantes
lo supieron.

Fuego y tormenta nos unieron.
Nos separaron fuego y tormenta.
Para no destruirnos mutuamente
destruimos todos los puentes,
quemamos todos los caminos
que tenían nuestras vidas.

Lentamente fuimos acercándonos uno al otro,
para apagar todo recuerdo,
para cerrar todo camino,
para impedir todo retorno
a lo que aún ardía de otros tiempos
en nosotros.
Duros meses, amargos días,
momentos de dolor infinito,
teníamos que atravesar
para destruir la obra
que en un segundo luminoso
surgía de nosotros más sólida y más fuerte.

Y sin embargo, debimos separarnos.
Paso a paso, golpe a golpe
fuimos derribando todo,
hasta que nos separamos
aquella tarde de invierno,
junto al mar, al sur marítimo
de tu país que amo todavía.

Juntos entregamos nuestro amor al mar
para que lo guardara
en su pecho
de viejo enamorado.

Hoy estoy frente al Báltico.
Es un día cualquiera del otoño
más dulce y más triste de la tierra.
En sus mareas solitarias
oigo que me nombran tristemente
tus palabras lejanas,
mientras a los grandes ojos negros
de la noche que sufro
asciende nuestro amor
como una simple y clara llamarada
que nos busca ciegamente todavía.

***

Víctima Ingrata

Cuando tus pasos
vienen
caracoleando
a mi encuentro,
soy el menos
solo
de todos
en la tierra.

Tú sabes.
Uno viene de tan lejos
y tan cambiado
por la edad,
que sus raíces
traen
el rostro ciego
hundido
en el pecho del viento

Y sobra tanto amor.
Y tanta ternura,
que, sin duda,
galopa en nosotros
la inconstancia

Tú sabes.

Uno ha bebido aquí.
Y allá. Y en tanto bar.
Y ha amado allá.
Y aquí. Y en todo tiempo.

Que un retorno tan violento
al lugar que tanto amamos,
nos vuelve grave el alma
y nos deja hablando solos.
Y en voz alta, con nosotros.

Uno se vuelve triste,
dicen los familiares.
Uno se vuelve solo,
dicen los amigos.
Pero todos coinciden
en afirmar,
que uno es tan extraño
Y de tan buen carácter,
que dan ganas de sentarse
en torno a uno, para escuchar
un poco del ruido seco
que producen las llamas
al quemarse el alma.

Tú lo sabes.

Vengo de tantas bocas
y de tantos cuerpos,
que un minuto de soledad
y de silencio me duelen
tanto, vida mía.
Tal vez por eso
permaneces conmigo.
Porque te atrae
tanta soledad
y tanto silencio
en tan poca piel,
Y en tanta carcajada.

Tú lo sabes.

Sigo luchando duro,
sin embargo.
Reciamente
agoto mi vida
en la batalla de todos.
Y no me estorba la soledad.

Ni me estorba el silencio,
cuando salgo y vengo,
jugándome la muerte,
para que cambie todo esto.
Y termine el llanto,
Espeso y continuo,
de este país
que tanto amamos.

Tú sabes.

Uno se acostumbra a besar
a tantas mujeres
y a beber en tanto bar,
que cuando encuentra sitios
como estos, tan chicos
y tan llenos de miedo para vivir,
uno comienza por quedarse
solo consigo, hablando
en voz alta, por costumbre.

Tú sabes.

Cuando vienes
y ríes y me besas,
creo,
amor mío,
que soy más vil
que nunca,
porque comprendo
que no estoy
solo del mundo ni de ti,
sino solo de mi.

Amor mío,
pero no soy falso
cuando de mí salto y te beso.

Cuando tomo tu mano
y sacudo con ella la ceniza
acumulada, durante la espera,
en mi pecho.
Pero creo,
sinceramente,
que soy más victima
de la soledad y del silencio
que de tus húmedos labios.

***

Encuentro

Estábamos tan lejos el uno del otro.
Mares había entre nosotros.
Montañas y agua.
Fuego y viento.
Largos años
de oscura
desesperación
había entre nosotros.
Pero nos encontramos,
a pesar de todo,
porque la vida lo quería
ciegamente.

***

A Menudo

Tu rostro tiene fuego
nocturno.
Llamas que me buscan
aunque tú no lo quieras.
Besos que nacieron
para que yo los apagara
con la sed de mis labios.

Tu rostro sabe de mí.
Conoce la vejez de mis sueños.
Oye la violencia de mi piel
y se asusta de verme arder, 
como un incendio.
Pero no entiende
ciertas cosas.
Cierto rumor en mis cabellos,
huérfanos de viento y luna.
Cierto frío que nace
cuando tú me abandonas
y yo te necesito,
para que dejes volar
la gaviota de tu mano
en mi pecho que sufre
su cotidiana derrota.

A menudo
se muere tu rostro
entre mis manos,
sin que tú lo comprendas. 
Sin que puedas oír
el nacimiento del llanto
más allá de mis ojos,
en los territorios azules
donde comienza el alma.

***

Mi Deseo De Ti

Mi deseo
de ti
podría llamarse
potro de fuego,
porque salta de mis ojos
a la campiña de tu cuerpo.
Y te galopa sin descanso,
minutos, horas, 
siglos enteros.

Piafando va con sus cascos
la espuma de tu alma,
para que lo sepas presente.
Pero no lo creas
salvaje,
si caracolea en tu pecho
o se para en dos patas
hasta la catarata
de tus senos,
por donde tu cuerpo
fluye al mundo,
al mar de mis dos manos.
Mirad también la ternura
de su paso,
el rocío de su trote
cuando pasa por tu vientre
tembloroso.
Vedlo también en la noche,
recostando su crin
sobre tus muslos
y alzando sus ojos
a la luna,
que acaricia dulcemente
sus cabellos sonoros.
Oídlo como galopa
por ti,
sin saber jamás
si tú lo sabes
y lo quieres,
para que no sea
su epopeya de llama.

Mi deseo de ti
alma mía
tiene su andar
en incendio.

---piafar: Dicho del caballo: Alzar ya una mano, ya otra, dejándolas caer con fuerza y rapidez casi en el mismo sitio de donde las levantó.

***

Invencibles

Amor, nosotros somos invencibles.

De historia y pueblo estamos hechos.
Pueblo e historia conducen al futuro.

Nada es más invencible que la vida;
su viento infla nuestras velas.

Así triunfarán pueblo, historia y vida
cuando nosotros alcancemos la victoria.

Amanece ya en la lejanía de nuestras manos.
Y la aurora se despierta en nosotros,
porque somos los constructores
de su casa, los defensores de sus luces.

Ven con nosotros que la lucha continúa.
Levanta tu orgullo miliciano, muchacha.

¡Nosotros venceremos, mi dulce compañera!

***

Nuestro Amor

Cuando veo un farol,
un árbol asaltado por el viento,
un niño a la orilla de un río,
entonces escribo en la pared de la noche;
con la fluvial llama de mi sangre:

Yo conozco una ciudad que se llama Berlín.
Es una ciudad con tilos, vino y amor.
Y un río que le da vueltas a mi corazón
trayéndome en sus manos transparentes
el rostro de la gran ciudad.

Una ciudad que alzó con llanto su mano maternal
para defender la dicha y la paz de los hombres,
habitantes de sus senos, constructores de sus ojos.

Pero yo no sólo escribo estas palabras.
También 'hombre', escribo: 'lucha', 'libertad'.

Ellas están tan unidas a nosotros,
tan nacidas con nosotros,
que todo nuestro amor no tendría sentido,
perdería su derecho a ser,
si ellas no nos unieran para siempre.

Puentes son ellas sobre el abismo del tiempo.

Y así como nosotros nos besamos,
alma mía,
así se besarán también la libertad y el hombre
mañana, después del último disparo
que anuncie la salida del sol
en todos los corazones hoy poblados
de nieblas y de angustias.

Para ellos es importante amarse,
poblarse el cuerpo y el alma de besos,
y luchar con tu mirada azul,
uniformando con orgullo mi bandera.

***

Nunca Estoy Solo

De veras, nunca estoy solo.

Tan solo estoy triste
cuando tus ojos
huyen
del sitio
en que debimos
encontrarnos
por la tarde.

Ahora
se pudre la espera
debajo del tiempo,
del tiempo que se ríe
de mí, gran amador,
desprovisto de amada,
en búsqueda siempre.

***

Celos Serán Tal Vez

Me torturan
los anónimos besos,
ciegos,
que a veces
encuentro
en tu saliva
clamando por tus labios.

Sabes
que no me importa
nada más de lo que eres.
De lo que dicen tus ojos
cuando están habitados
por mi dolor y mis fatigas;
cuando cae mi frente
víctima de tus manos.

Tú has llegado antes.
Después fue que vino
mi pecho
a descansar en tus playas,
sin preguntar a nadie,
dónde antes vivía
tu boca.

Ahora puedo besarte,
amor mío,
y romper a llorar
después
sobre los apagados
luceros,
que perviven
en tu alma.

Celos serán tal vez
de tus primeros labios.

Pero en el frío
del mundo
cobijaste mi alma,
tal vez,
¡quién sabe!,
con el calor
aprendido
en otras bocas.

***

Respuesta

Si me preguntaras
qué es lo que más quiero
sobre la anchura de la tierra,
yo te contestaría:
a ti, amor mío, y a la gente
sencilla de mi pueblo.

Dulce eres, como la tierra.
Como ella frutal y hermosa.

Pero a ti te quiero.
No por lo bella que eres.
Ni por lo fluvial de tus ojos,
cuando ven que voy y vengo,
buscando, como un ciego, el color
que se me ha perdido en la memoria.

Ni por lo salvaje de tu cuerpo indomable.
cuando la levanto del fondo de la sangre
con las manos jardineras de mis besos.
A ti te quiero, porque eres mía.
La compañera que la vida me dio,
para ir luchando por el mundo.

Amo a la gente sencilla de mi pueblo,
porque son sangre que necesito,
cuando sufro y me desangro;
hombres que me necesitan cuando sufren.
Porque nosotros somos los más fuertes,
pero también los más débiles. 
Somos la lágrima. La sonrisa. 
Lo dolorosamente humano. 
La unidad de lo mejor y de lo más deplorable. 
Lo que canta sobre la tierra 
y lo que llora sobre ella.
De ellos recibí esta voz, 
este corazón inquieto,
que me apoya y me fortalece 
y me lleva consigo

Por eso los amo como son
y también como serán.
Porque ellos son buenos
y serán mejores
Y juntos nos jugamos
el destino, con nuestras
manos que todo lo construyen.

Así amo yo la vida
y amo a la humanidad,
amor mío,
cuando te amo y amo
a los hombres sencillos
de mi bello y horrendo país.

***

Comunidad

Hermosa encuentra la vida
quien la construye hermosa.

Por eso amo en ti
lo que tú amas en mí:

La lucha por la construcción
hermosa de nuestro planeta.

***

Bajo Las Ramas De Tu Propio Corazón

Por mí
derramarás
un día
golondrinas
amargas,
cuando ya no sea
nada más
que la despierta
silueta
de un lejano
recuerdo.

Lobo solitario,
mi nombre,
entonces,
recortará
su más amargo
aullido
en la nocturna
y grave marea
de tu sangre.

Oirás
en tu memoria,
a lo lejos,
el golpeado
sufrirse
de un 'jamás'
coronado
por mi ausencia.
En ese clima de niebla
y aguda soledad,
yo estaré lejos
tan lejos de ti,
vida mía,
que ni el más dulce
gesto de tu alma,
ni el vuelo más suave
de tu piel,
harán que deje de ser
lo que siempre seré,
desde la tarde
que apagaron tus manos
sus alegrías para mí,
la gris silueta
de un lejano recuerdo.
Él arderá algún tiempo
todavía, bajo las ramas
dormidas
de tu propio corazón.
Y tú, amor mío,
actual espada
que canta pecho adentro,
derramarás entonces,
sobre mi nombre,
las golondrinas más hermosas
que tuvo el aire leopardo
de tus ojos.

***

Comienzas A Ser Mi Lejanía

Ahora
se encrespa
en mí
la tarde,
como un océano
ciego
empecinado en alcanzar
la punta ardiendo
de una estrella lejana.

La tarde en mí
se encrespa,
digo,
porque no quiere
tu ausencia,
y no le gusta
verme 'sintigo',
mi amor,
mi negra.
Son las seis
amargas de la tarde,
y siempre serán
en adelante las seis,
durante todos los días
que aún me quedan
por sufrir.
El viento ya no busca
mi amor en tus cabellos.
Ahora pasa y pasa
tan solitario y triste ya,
que uno sin querer
siente que le nace
en el pecho
tu rostro tahitiano,
cuyo lenguaje
pregunta por mis manos
todavía.

Es un día de agosto
y siempre será agosto
en mi memoria.
Ahora comienzo de verdad.
a estar solo
Y va conmigo nada más
la triste alegría,
que aún conservo,
del último día
que estuviste en mis labios.
Aquella tarde, amor,
Vi en lo alto de ti
que la felicidad
ardía
suavemente.
Entonces
yo también
estuve alegre,
y hundí, como nunca,
mi alma
en tu regazo bondadoso.

Ahora
me abraza ciegamente
tu ausencia,
y yo me aferro a ella,
porque es lo último
tuyo
que quieren dejarme
los que nunca entendieron,
que cuando dos enamorados
se besan, como tú y yo,
amor mío, se besa también
toda la ternura
de la tierra.
Ahora estoy solo.
Y sin que nadie
de ambos lo quisiera,
tú comienzas
también a ser mi lejanía.

***

Algo Más Que La Fuerza

A ti, 
que también debe dolerte mucho 
estar ausente.

I

Es un agudo
atardecer de agosto,
y digo a todos,
que ahora estoy
más triste que siempre.
Pero tal vez
nadie en el mundo
lo entienda como tú
amor mío,
ahora que soy en ti
tan solo un largo
y áspero suceso
de llanto.

De lejos,
viendo como te han roto
mi alegría a golpes,
aún no pueden comprender
mis manos,
que les hayan quitado
tan de golpe
al viento moreno
de tu rostro.

II

No quieren
que hacia ti
fluyan mis ríos.
No les gusta
que hacia mí
vuelen tus alas.
Ellos quieren
Ignorar
el gesto propio de tus labios
y le han puesto
una cruz oscura
al nombre que te gusta
repetir
sobre el planeta.
Pero no pueden
evitar,
amor mío,
que en el fondo
lejano de tu pecho,
tu corazón
duplique en labio
mi ternura.

No pueden,
amor mío,
arrancarte en salvaje
del alto clima
que vives
en mis ojos.

No pueden,
amor mío,
sacarte a golpes de mi vida,
porque como el mar,
yo también guardo en mí
algo de tu nombre.

***

Mediodía De Lluvia

A ti, pequeña y morena llama,
que arde todavía en mi pecho. 

Amor, amor,
acuérdate,
antes de la lluvia.
Como dos corzas
morenas
saltaban tu manos
en mis manos todavía,
sin saber que pronto
habrían de quedarse
tan solas en el mundo.

Adiós, adiós,
dijiste suavemente,
como quien habla
en tarde
ya con el recuerdo.

Mi voz
Anciana
De tanto repetir
La madrugada
De tu nombre marino,
Te dijo pertenecer
A un espléndido loco
que tenía
una rara y extraña
forma de quererte.

Detrás de ti
se quedaban gimiendo
tus pasos,
y las calles
eran para mí
tan anchas como nunca.

A lo lejos,
el viento llenaba
tu cabello
de las más grave
distancia.

El agua,
entonces,
lavó
el último gesto
de ternura
que tuviste
conmigo.

Luego la lluvia
cayó
sobre mis hombros,
y al dolor de estar triste
se sumó también el de estar lejos.

Como el verano,
cuando llega a su fin,
comenzaron a brotar
otoños en mis ojos,
ahora
que me dolías tan adentro.

***

Olvídate De Mí, Tristeza

Ahora
tienes que irte
de mi corazón,
Tristeza
Ya no me gustas.
Ella,
¿te acuerdas todavía?,
trajo en su mano
tu mirada de ceniza.
Ahora se ha marchado,
Tristeza,
con nuestra tarde
en su alma.

Si ya no están sus ojos,
fíjate.
Si hace falta su voz.
Si sus dedos de luna
Ya no maduran
su ternura en mi piel.
¿Para qué vas a quedarte?
Con ella se fue también
tu dulzura,
suave y tranquila.

Sabes
es muy amargo despertar
para ver todo el tiempo tu rostro,
tu gesto gris, empeñado en ser amable
conmigo, en ser amable, muy amable.

Pero ella no está más
para mi pecho,
y el día ya no tiene el camino
que llegaba siempre
a sus morenos
territorios.
Es muy áspera la tarde
en la que nadie los espera.

Romper la costumbre
de tus labios
me ha costado mucha edad,
por eso
es inútil que te quedes,
Tristeza
Hombres como yo,
no pueden llorar
o estar
todo el tiempo contigo.
Afuera,
arde la historia,
el aire,
las naciones.
Pasan los pueblos
con el alba en las manos.
Surge, desde el martirio,
un viento de ojos claros.
Un nuevo canto de dignidad
baja del hombre a las estrellas.
Y como en una hoguera,
el odio
se consume sin descanso.
Hay voces que se escuchan
en donde antes todo era silencio.
Sobre los hombros del pueblo
la noche se resquebraja,
y la mañana
despunta en el asombro de todos.
Afuera, cada suceso cotidiano
tiene la digital del tiempo.
Y mientras tanto, Tristeza,
yo no puedo llorar
toda la vida
su partida, ni quedarme contigo.
Ha llegado tu hora,
Tristeza,
y tienes que irte
de mi corazón.
Algún día
nos veremos
de nuevo.
Tal vez
cuando ella
vuelva,
y ya nada me importe
su náufrago retorno.

Adiós,
Tristeza,
olvídate de mi.

***

Causa De Ternura

Y así
como soy,
a veces,
el más turbio
de los hombres,
hay también días,
como ahora,
en los que soy
el más claro
de todos
y el más propenso
a la ternura.

Ahora
podría besar
al mundo entero
y ser el más noble
de todos los naranjos
del planeta.

Ahora
Bastaría
la más simple palabra
o el gesto más sencillo,
para hacerme inmensamente
dichoso y hacerte catedralmente
feliz. Por eso no te olvides
de estas palabras,
mi dulce visitante:
nada de su humanidad
debe negar el hombre,
ni su lodo, ni sus estrellas!

***

Dos Amantes

Se habían
encontrado hace poco.
Y hace pronto
se habían separado,
llevándose
cada uno consigo
su nunca o su jamás,
su afirmación de olvido,
su golpeado dolor.

Pero el último beso
que volara de sus bocas,
era un planeta azul.
Girando
en torno a su ausencia.
Y ellos
vivían de su luz,
igual que de su recuerdo.

Su tristeza era suave
como el color de un lirio.
Y su dolor había conocido
a los primeros enamorados
que habitaron el planeta.
Por eso ahora
que se habían separado,
comenzaron
a estar
más cerca
que nunca
el uno del otro.

***

Acontece Así, Enamorados

Los enamorados
que ahora se besan,
todavía no saben
que tendrán
que separarse muy pronto.

Los enamorados
que aún no se han encontrado,
ignoran
que pronto creerán
haberse hallado
para todos los tiempos.

Pobre
los que aún no se han hallado,
ahora tendrán
que continuar esperando.

***

Por Ti

Por ti
soy hoy,
mi dulce visitante,
el hombre
menos sólo del planeta,
el más colosal
hallazgo
de la alegría
en esta tarde,
que no podré
morirla
¡jamás!

***

Tan Sólo Mi Dolor

Tan sólo mi dolor
pregunta ciertas
cosas importantes.
Tan sólo mi dolor
suele hablar contigo,
sin que nunca lo sepas.
Sin que te duelan
los ojos o la voz.
Sin que tu sombra
me cubra con su cuerpo
lleno de hierba negra.

¿Dónde murió
tu primer beso?
¿Quién conserva
tu primer rostro?
¿En qué tacto
Aletean todavía tus senos?
¿Por qué buscas
en la noche mi piel?
¿Por qué abrazas
la bandera, que levanto,
con orgullo?
¿Por qué rehúyes
a tu gente, por mi lucha?
¿Por qué se te muere
Cristo en la pupila?
¿Por qué acudes
a luchar conmigo,
contra el odio y el hambre?
¿Por qué, pequeña burguesita,
te llenas de mi rabia profunda?

Amor, amor
te duelo más
de lo que tú te dueles,
sin que lo sepa tu dolor.

***

Comunicado

Nada
podrá
contra esta avalancha
del amor.

Contra este rearme del hombre
en sus más nobles estructuras.
Nada
podrá
contra la fe del pueblo
en la sola potencia de sus manos.
Nada
podrá
contra la vida.

Y nada
podrá
contra la vida,
porque nada
pudo
jamás
contra la vida.

***

Permanece Conmigo

Quédate conmigo
esta tarde
para siempre,
amor mío.
Luego podrás
marcharte.
Hacia donde te empujen
las olas
de la vida;
hacia donde quieran volar
las alondras fluviales
de tu dulce cabello.

Pero antes,
quédate en el fondo
de mis ojos,
en la pupila de mi alma.

***

Tienes Miedo Al Amor

Es más sencillo
para ti
venir y decirme:
"ya no nos veremos".
Y olvidarlo todo.
No por amor,
sino para que el amor
no pase entre nosotros
con su rostro de llama.

Tienes miedo
a perderte en mis vientos.
Eso es todo. Soy tan loco.
Y nadie como tú lo sabe.

Mucho me duele
que tu mano de luna
ya no arda más
en el nocturno mar
de mis cabellos.

Vete, si quieres,
pero óyelo bien:
si vuelves,
será porque hace frío
si mi boca no cubre la tuya.

***

El Sabor De La Sal

En mí
se está muriendo
esta tarde
tu espalda,
mi triste
fugitiva.
Nunca como ahora
se apaga
en mis ojos
la ola de tu rostro.
Nunca como ahora
vamos girando,
huyendo tú
de mi boca,
mi boca huyendo
de tu espalda,
aproximándonos
a la ceniza
del último beso.

Ahora ya lo sé,
amor mío.

El primer beso es dulce
Y tiene un temblor celeste.
El último es gris
y tiene un sabor tan sal,
que nunca como ahora
me dolerá
estar solo conmigo,
asistiendo
a la muerte
de tu espalda tan bella.

***

No Se Puede Negar Nada

Es agradable
estar durmiendo
en tu pecho.
Hundir
la frente
en el hueco
de tus manos
y ascender contigo
a las alturas del fuego.

Pero de pronto
acudimos al encuentro
de besos que se alzan,
desde el fondo de nosotros,
buscándonos los labios.
Ellos nos invadieron
antes que nadie.
Y antes que nadie
se acostumbraron ellos
a nuestra dulce violencia.

No podemos negar nada,
mi cómplice fanática,
del incendio
que antes maduró
desde nosotros.

En ti viven las llamas
de otros besos.
En mí flamea el fuego,
aún con los ojos azules.

***

Brizna

En ti
yo sólo soy
un pequeña
brizna de viento
amor mío.
Tal vez la más pequeña
de todas
cuantas toquen
en corazón
tu suave clima
de cafeto.

Han de llegar
después
otras más grandes
y más fuertes,
más nobles
y más bellas,
pero esa mínima
brizna de viento
que yo he sido
en tu vida,
seguirá ardiendo
en ti,
como tributo
de ternura.

En ti
yo sólo soy
una pequeñísima
brizna de viento.
Pero no olvides,
esa brizna,
amor,
te quiere tanto.