martes, junio 30, 2015

María Polydouri

María Polydouri
(Grecia, 01 de Abril de 1902 - 29 de Abril de 1930)

Polydouri nació en Kalamata, Grecia, el 1 de abril de 1902. A los 19 años conoce al poeta Kostas Karyotakis, quien la seduce con su talento y compleja personalidad. Aunque la relación entre ambos fue corta, marcaría de manera definitiva la vida de la joven. En París, Francia, La escritora se ve aquejada de tuberculosis, enfermedad que mina pronto sus fuerzas y que la obliga, pues prácticamente se encuentra en quiebra, a volver a Grecia, en donde se interna en el sanatorio de Sotiría, en Atenas. Durante su estancia en el hospital, María se entera del suicidio de Karyotakis. La noticia la impactó profundamente y plantó en su mente la idea de seguir en la muerte al poeta. Murió el 29 de abril de 1930, tenía sólo 28 años de edad; las circunstancias poco claras en las que se produjo su fallecimiento, hacen que el imaginario popular la haya catalogado entre los “poetas suicidas”.

Cerca De Ti

Cerca de ti no aúllan salvajes los vientos.
Cerca de ti queda la paz y la luz.
En el aspa dorada de nuestra mente
Se envuelve el rosado pensamiento.

Cerca de ti la quietud parece sonrisa
que refleja un par de ojos tiernos.
Si alguna vez hablamos, aletea
al lado nuestro el perezoso júbilo.

Cerca de ti la tristeza despunta como una flor
E imperceptible pasa en la vida.
Cerca de ti todo es suave,
Como caricia, como rocío, como soplo.

***

Porque Tú Me Amaste

Si canto es sólo porque tú me amaste
en no lejanos días:
con el sol cuando anuncia ya el estío,
con lluvia y nieve fría.

Si canto es sólo porque tú me amaste.
sólo porque, aferrada yo en tus brazos,
me besaste una noche, tú, en la boca,
sólo por ello, como lirio abierto
soy, y en el alma hay un temblor ahora.

Sólo porque aferrada yo en tus brazos...
Sólo porque tus ojos me miraron,
el alma en la mirada,
orgullosa me adorna la diadema
de mi existir más alta.

Sólo porque tus ojos me miraron.
Sólo porque, al pasar yo, me admiraste
y en tus ojos mi sombra, como un sueño,
creí ver, neblinosa, que cruzaba
doliente o ya de juego.

Sólo porque al pasar yo me admiraste.
Porque, sin tú quererlo, me llamabas,
al parecer, y abríanse los brazos,
y en tus ojos bullían dos luceros
de amor y admiración arrebolada.
Porque, sin tú quererlo, me llamabas.

Por qué, sólo porque yo te gustaba,
por eso tan galán era mi paso:
como si me siguieras donde fuera,
como si pasearas a mi lado.

Por qué, sólo porque yo te gustaba.
Sólo porque me amases yo nacería:
Tú, la razón de mi vivir has sido.
Si esta vida infeliz nada la llena,
mi vida fue colmada y mi destino.

Sólo porque me amases yo nacería.
Sólo por ese amor tuyo primoroso,
puso en mis manos rosas el Aurora.
Porque alumbren mis ojos tu camino,
la Noche luz  en sus estrellas coloca.

Sólo por ese amor tuyo hermoso.
Sólo por ese amor maravilloso
he vivido, y tus sueños
he querido acunar, sol de mis días,
y tan dulce yo muero.
Sólo por ese amor maravilloso.

***

Se ha sentado la hora del otoño…

Se ha sentado la hora del otoño
ante mi puerta. Su mirada húmeda,
plena de una ebriedad que no es del mundo,
gravita sobre el campo cultivado.

¿Qué pensamiento brotará en sus ojos,
qué penoso delirio?
Deshojaron las sombras en su rostro
y es tan amarga su boca...

Pero, al caer la noche serena,
me llamará en silencio, dulcemente,
a seguirla entre la oscuridad.

Su andar será seguro y sigiloso,
más ardiente mi fe, pues en secreto
es a ti a quien mis pasos siguen.

***

Soy La Flor

Soy la flor que apacienta al sigiloso y oculto gusano.
No me somete el rigor del estío, como a las otras,
ni de mi cara mustia, de uno en uno, han de caer los pétalos.

Aunque los buenos hados y los malos me tiendan su celada,
como si fueran mariposas en torno, lo que siento es un vaivén.
Soy la flor que apacienta al sigiloso y oculto gusano.
El mal nativo anida en medio de mi alma.

Y soy la vida, y soy el caos, y nada espero de la suerte burlesca.
Alzo mi cuerpo esbelto y bello y no habrá quien pueda emularme.
Mas cuando enseñe a las estrellas mis heridas, ya estaré muerta.

***

Ni Aquí Siquiera...

Ni aquí siquiera, en esta tierra extraña donde me ha arrojado,
volteándome, la ola de la desventura,
pude encontrar la paz sepulcral de los naufragios.

Por más que la negra sed agite mis entrañas,
aunque mi voz se ahogue gimiendo de dolor,
siempre seré la víctima con que juegan los sueños.

Cuando esos dos ojos tuyos lucían sobre mí,
rasgando el fondo oscuro de mis pensamientos,
sin darme cuenta hallaba el camino hasta tus labios.

Estoy yaciendo frente a ti, y sueño con palacios
de hadas, como aquellos que prefiere el cuento,
y no veo cómo entras en la vida igual a un dios, tú,
y cuán indignas son mis vestiduras...

***

Timidez

La belleza que encierro en mi interior
no quiero que nadie la perciba.
Alcanzarla no podrían
sin, para ello, lastimarla.

Yo tengo un lirio, un lirio siempre abierto
sin sombra alguna en su semblante;
no fue el deseo de ningún placer
besarlo o arrancarlo.

Tengo una rosa que guarda el equilibrio
por encima de su propio fuego,
como si se declarara un holocausto
y ella callara complacida.

Una margarita indecisa,
con todo el sí que afirma su corazón:
simplemente deja que se acunen,
sin resistencia, sus encantos.

Y otras flores que son símbolos,
y otras, tan sólo, que están ebrias;
mas todas son tan quebradizas
que no florecen sino en la quimera.

La belleza que encierro en mi interior
nadie nunca la percibirá.
Si la lastiman, no se darían cuenta
y ni siquiera lo lamentarían.

***

Humildad

Presumida de perfumes, otra vez la noche
acudió hasta mi pobre habitación;
me pidió una sonrisa, mi alegría
y se inclinó a mi cabeza condenada.

¿Por qué todavía esa seducción conmigo?
Otra vez una ofensa para mis sentimientos.
Bien saben de mi humildad
el ancho mundo y el cayado del Pastor.

Bien saben que si ella abre los labios
de mi herida, con pétalos, jugando,
un pundonor habrá de enterrar siempre
incluso la maldición en mi silencio.