Carlos Obregón
(Bogotá, 21 de
febrero de 1929 - Madrid, 01 de enero de 1965)
Poeta colombiano
nacido en Bogotá en 1929 se suicida, ingiere una sobredosis de barbitúricos, en
España el 1 de enero de 1965 a la edad de 33 años, perteneciente a la
generación de la revista Mito. Su personalidad estuvo férreamente marcada por
la educación religiosa. Viajó a Estados Unidos, donde culminó estudios de
física y matemáticas en la Universidad de Michigan; a su regreso a Colombia, se
trasladó a la costa Atlántica para sembrar algodón, y luego fue docente
universitario de matemáticas. Antes de residir definitivamente en Madrid, hizo
estancias parciales en París, Ibiza y Mallorca, perseguido por las carencias y
la soledad. Su poesía, globalmente breve pero de una sostenida eficacia, podría
definirse como la búsqueda casi delirante de sí mismo. Un sentimiento de
místico desgarramiento perdura a todo lo largo y ancho de su obra: un erotismo
de la salvación y la condena, del ascenso y la caída a través de una última
instancia encarnada en la palabra. Sus únicos libros publicados en vida fueron <Distancia
destruida> (1956) y <Estuario> (1961), reunidos póstumamente con otros
poemas inéditos en <Obra poética> (1985).
Obregón no persiguió el reconocimiento, el aplauso, ni la venia. Era y
Es un poeta en la complejidad de la palabra, en la acepción del oficio. El
hecho significativo de su suicidio demuestra que sus búsquedas eran otras, que
sus afanes y angustias se confinaban en otros medios.
El Tiempo
Contemplado
I
Vibraba el cielo.
El río en cada tallo
aguazaba un silbo
lunar de lento vuelo.
Lejos, la noche
rezaba un salmo de madera
entre flores calcinadas
y aspas de molino.
Por la tierra
azotada tres caballos, tres caballos
de exilio
galopaban, ágil fuga
de aire ennegrecido
y ceniza volandera.
Una llama profunda
hincaba su fulgor
contra los ojos. El
tiempo estaba entre
filos de luz y
estrellas desplomadas
y un viento sin
origen hendía el mundo.
Polvo y esparto.
Muros blancos. Trigo.
II
Surgen densas las
horas en la cala desierta.
Desde lejos me
llaman otras islas voraces
y los peces
arrastran el latido del tiempo
entre rocas y
espuma. Cielo adverso, combado
sobre el mar del
exilio. Las olas con ahínco
bambolean un barco
fondeado a pocas brazas.
Mortal cae en el
día la honda luz del silencio.
El sol clava su
fuego sobre el cuerpo desnudo
y en los guijarros
brilla más antiguo que ellos.
Soledad en las rocas,
en los ojos que esperan.
Con el viento
maduro tras el recuerdo, emigro
por rutas
interiores hacia un incendio verde
de islas y
centauros. Un golpe de alcatraces
llega desde la
noche y abandona su huella
en la playa
caldeada. No es el tiempo insaciable
lo que inunda los
ojos, es el mar combatiendo
la violencia del
odio que desgarra su seno
y allí trama el
temblor de los dioses malditos.
***
Canto III
Toda la luz sobra
si la fe que nos guía
no colma nuestro
viaje. Más allá de la nieve
está el fuego que
en el fondo crepita, tutelar,
para los ojos que
miran hacia adentro
con el anhelo de
las aves caídas.
Después de las
palabras queda el eco
de un fervor
ignorado que se pierde en la fronda
que tejen nuestras
tardes de contemplar callado
y hacia donde existimos
renace nuestro olvido.
No un simple
paraíso donde el cuerpo fuese
el dios de sus
placeres, sino un estar dentro
de lo que siempre
es río, la delicia misma
que desde el centro
estalla, florece y se despliega.
Ninguna otra cosa
perdimos y ahora sólo quedan
cenizas y ascuas en
las manos del ángel
que desde un nuevo
umbral nos invita a gustar del misterio,
y vivir es avanzar
en su reclamo y esperar el retorno
en las horas
desiertas que caen hacia la noche.
¡Si siempre nos
golpeara el amplio murmullo
de las alas
eternas! Porque no sólo faltan
palabras de mar,
hogueras bajo el viento,
sino una intensidad
más cerca de los labios
que aún después de
que las ascuas los ungieron
no pueden proclamar
lo que han gustado.
¿Quién, más allá
del rostro que iluminó la Noche,
se atrevería a
avanzar su soledad
hasta el fondo del
vientre y allí rescatar
todo el olvido?
Pero aun si la gran bóveda
sólo fuese esto: un
vientre -hay algo más
de raíz y de ángel,
que en la carne progresa
hacia la plenitud
de otro fruto celeste.
La criatura es
pregunta: la espera,
el vuelo pensativo
de alguna hoja que cae
en la visión
dorada, dejando más acá de los ojos
lo imposible y lo
arcano; y que no sea
la puerta estrecha
que se abre y nos despide,
porque aquí, con la
paciencia de la tierra,
está la misión de
nuestras horas.
Dios cubre de
eternidad nuestra pupila
y su silencio de
fuego posee nuestro lenguaje,
mas el hombre, en
tensión rebelde,
sólo espera que los
ojos, cual pájaros de exilio,
se adentren voraces
en la hondura del viento
tras los astros,
que queman Su plegaria en la noche.
Hontanar de auroras
fue el éxtasis ardiente
del alma por los
poros; luego, el tiempo,
el nuestro, el que
en la carne late,
hincó de nuevo el
ojo en la simiente
y un insecto
solemne agonizó en las grutas
con las flores
marchitas y los frutos sedientos,
y el río y su
transcurso de dios ebrio
fue de nuevo avidez
y lamento. El mundo se apaga,
huye con el humo y
nada queda en las manos,
si lo que ellas
palpan no es algo más antiguo
que el terror o el
deseo: incendio estelar
que a veces nos
llega como rito que en el tacto florece,
gratuito y ungido,
desde un fondo remoto.
Pero nada sabemos:
sentir, sólo es primicia.
***
Distancia Destruida
V
Tu voz se desploma,
se sumerge y se pierde
en el ocaso de los
dioses.
Ahora eres tú entre
las columnas sagradas
que erigió el
proceso del sueño y el gigante.
Escucha la canción
alta que habló bajo la lluvia.
Eres entre mi pulso
enloquecido por la noche
y el ángel de tu
voz nunca cede
el poder ni el
horror de sus manos.
Ahora eres como pilar
entre los días
porque nunca ha
habido palabra tan grande como siempre,
porque en Viena te
escucho cantando alucinada,
perdida allá entre
las cosas tuyas.
Allá eres, vives,
eres sombra de sombra de amor entre las sombras vivas,
voz y mano de diosa
gravitando los seres.
Cada vez te
encuentras más cerca de mi bosque:
perenne, esbelta en
tu murmullo caes, danzas,
eres lo que
entonces y siempre relatabas,
la palabra en el
aire como una rosa alada,
eso eres en tu
ausencia
y las estrellas
esta noche me hablan de tus pasos.
Eres lejana y plena
como torre de guerreros y ángeles,
¿y tu voz?, esa es
tu alma: tus labios en los años,
esa eres tú,
Marión, en el recuerdo,
esa es tu alma.
***
Distancia Destruida
XII
Extranjero: esta es
la pasión del ángel:
despertarse en la
ribera del instante,
solitario entre las
palabras y las piedras.
Cuando sólo existe
el árbol de la noche,
nos basta lo que
existe
y el tiempo son las
torres que enfrente al mar esperan
el exilio nocturno
de los viajes,
el silencio del
claustro.
Su voz, son estas
cosas, estas horas que hablan
con el sol del
verano,
retornando en la
tarde a su nombre duro y verdadero
como retorna en los
oídos la violencia del viento
o el mar que nos
invade.
He aquí el tiempo
de las manos
renovado en la
noche cuando la palabra muere.
Escucha: entre la
hierba, la santidad del mundo
y las preguntas hoy
cantan la soledad de cada paso.
Vivir es ser su
cuerpo, que la mirada viaje en su distancia
como una ave sin
rumbo entre las rocas
y luego irse,
exiliado, y más allá de la piel,
desde las torres,
desde el mar hasta el ángel
ser la ruta del
viento,
alejarse y perderse
en el silencio que nos puebla.
Extranjero: el
ruido del bosque es el poder de un sólo instante,
el nacimiento de
las voces que te hablan.
Quien se habita es
el desierto: su soledad es nuestra.
***
Pasajera Del Viento
Pasajera del viento
la hoguera yergue
su conjuro
de extático
silencio
templa con acerado
amor
y ser la eternidad
que vibra
huidiza y desvelada
tensa es la noche
donde Dios la enciende.
***
Hondamente Resuena
La Soledad Del Valle…
Hondamente resuena
la soledad del valle
poblada por las
aves en su vuelo errabundo.
El sol reverbera
bajo un sol inclemente
que despierta en
las piedras un fulgor rojo y seco.
La torre de la
iglesia domina vigilante
el mar y las
colinas. En el hastío de agosto
el agua se desliza
bañando con desidia
el cauce del
invierno, mientras viejas esquilas
llaman, entre
olivares, algún pastor ausente.
Por los huesos
asciende el calor de la tierra,
fuego de lentas
lenguas y de arcanas preguntas
que en los labios
se encienden. No hay nada bajo el cielo,
sólo oquedad
quemada por la luz del estío.
La espera está en
la tierra, la carne está en el siglo.
Hacia las rocas
vivas de los cerros del fondo
mi soledad se
adentra, mientras, arden los ojos
en un mirar
sediento. Calor de pocas horas
me queda entre las
manos. Sumido en su añoranza,
por el Clot
baja el tiempo huyendo con hondura
hasta el umbral del
alma. El ojo mira y reza.
Quizás el ciego
muere en la casa del río
y su perro, en el
huerto, huele a Dios sin saberlo.
El Clot es un
barrio actual y tradicional del distrito de Sant Martí (Barcelona, España)
***
En El Collado Que
Cae Hasta Las Rocas…
En el collado que
cae hasta las rocas
arraiga el olivar
sus lentos años.
De la mar viene un
viento tan profundo
y tan libre, que en
él perdura el día.
La fronda del
verano exhala un gozo
renacido en la luz
que se hace espacio
y en él huyen las
horas con los ríos,
invisibles viajeras
del olvido,
mientras campanas,
desde lo alto, llaman
los hondos santos
de esta tarde clara.
La iglesia sufre el
sol como una roca.
El ciprés enciende
la oración verde
de un antiguo rezo,
y el cementerio
guarece paz canora,
espigas, flores
que renacen bajo un
rumor de fuentes
escondidas, de
pájaros que duermen.
***
La Soledad Sonora
La noche lo guió
hasta una cima de amor
en soledad gozada,
libre el alma, el
tacto ardiendo
en fuego de entregado
hallazgo.
Supo irse al alba
de su viaje,
los ojos llenos de
un mar vivo.
Supo ser noche y
perdurar de hondura.
Su rezo estuvo en
las montañas
abierto al difícil
silencio
de los astros. Fue
su transcurso
armonía pura, ágil
llama
en vuelo sin medida.
Cruzó el mar
de par en par, por el
viento poseído,
en soledad sonora
halladas
las riberas. Fue el
cuerpo su morada,
el alba nuevo
umbral en el amor
vivido. Sombra fue
el día, las horas
labradas por la
espiga y el silencio
dormido en el
desierto: esperaba
fervor de incendio
en cada instante,
esperaba que el
fuego fuera noche
para cantar la
fuente que escuchaba.
Ya no había
distancia en su pupila.
Supo ser noche y
perdurar de hondura.
***
Claustro
Se recorre el
silencio en cada cosa,
mano ardiente en la
sombra, fuente pura.
El río apenas suena
entre la fronda,
el agua breve en un
hablar callado,
las hojas pardas y
el verano huido.
Lento se pliega el
día como un ave
cuando el salmo
talar enciende cada
cirio y en el
lenguaje de los ritos,
las cisternas
guardan el eco casto
del viento y de los
siglos. La ribera
de la voz fue
despojada de todo
vestigio de fogatas
y bajeles.
El tiempo gime
quebrado en los arcos,
tiempo de claustro
y oración de ojiva.
Entre pilares y
espigas doradas,
las diminutas manos
de la lluvia
trazan y cantan la
canción transida
que arrulla la rosa
y baña el recuerdo.
Exilio fue la voz
desde las torres:
Solo queda este
espacio que es ausencia,
floración
impalpable de cenizas.
***
Plegaria De Los
Huesos
Tiempo de claustro
y oración de ojiva
Insecto simultáneo
Ovario que adolece
y que vigila
Pupila entre la
sangre
Estrella primordial
en la pupila
Noche arcana de
fuego
Incienso en el
vocablo del olvido
Alabanza de lluvia
Eco de cisterna en
la luz perdido
Cristal ciego en el
viento
Instante intemporal
entre los cirios
Salmo de piedra y
río
Padre nuestro de
pan y manos limpias
Escala en el
desierto
Madre del pan,
abeja de maitines
Hontanar de
primicias
Paso lunar y bóveda
infinita
Lenguaje sumergido
Colmena abandonada
del olvido
Trinar temprano y
ágil
Espiga verde bajo
el viento ungido
Campana del
silencio
Hosanna vesperal en
el vacío
Fervor tenso del
fuego
Torre yerma del
alma, altar cumplido
Huida entre los
árboles
Noche, ceniza y
estación dormida
Fuente en los
labios, lámpara ofrecida
***
En La Cárcel
Es la hora en que
mueren los malditos
los huesos lanzan
un vasto grito de ceniza
mientras gime el
viento bonachón y enorme
con un hosanna
blanco de rebeldes palomas.
Quieta noche, del
aire apenas viene
un sonido cansado
de barcos que se alejan
y hogares donde se
ama, un sonido
que crece hacia
adentro hasta tocar el alma.
Giran las sombras,
voy hasta mí mismo,
me persigno y elevo
las palabras.
Esta noche de
ascuas enlutadas, me basta
la pupila en la
celda donde fumo
una pipa de hartura
y de deseo
y luego, respirar
un hondo espacio,
salir del tiempo,
estar bajo otro cielo.
Basta el viento y
poseer su origen.
Aquí, sin nadie,
entre estos muros.
***
Hacia Mañana Voy A
Grandes Rasgos…
Hacia mañana voy a
grandes rasgos
con el humo del sol
y las gaviotas.
Tuerce la noche
otro recodo
y agoniza una luna
inverosímil
como blanco conjuro
que me acecha.
En los muelles se
aleja una campana
con un doble
lamento de distancia
que tiende alas de
mar sobre los ojos.
La flor emigra y
adolece.
Reverbera la noche
entre las olas
dejando en los
oídos
su vigilia de
astros y amapolas.
Desde el olvido
sube hasta los labios
un turbio olor de
gleba y polen de cereales.
Muerde el estío los
frutos más remotos
y el ojo de un
caballo los mira y los desea.
¡Tanto mundo sin
cuerpo ni habitante,
tanta huella mortal
en esta noche!