Alfonsina Storni (4/5)
(Sala Capriasca,
Suiza, 22 o 29 de mayo de 1892 – Mar del Plata, Argentina, 25 de octubre de
1938)
Fue una poetisa y
escritora argentina del modernismo. Sus composiciones reflejan, además, la
enfermedad que padeció durante gran parte de su vida y muestran la espera del
punto final de su vida, expresándolo mediante el dolor, el miedo y otros
sentimientos. Fue diagnosticada con cáncer de mama, del cual fue operada. Esto
la deprimió, provocándole un cambio radical en su carácter y llevándola a
descartar los tratamientos médicos para combatirla. Se suicidó en Mar del Plata
arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres. Alfonsina
consideraba que el suicidio era una elección concedida por el libre albedrío, y
así lo había expresado en un poema dedicado a su amigo y amante, el también
poeta suicida Horacio Quiroga. Hay versiones románticas que dicen que se
internó lentamente en el mar; algunas de esas versiones sirvieron para componer
la canción «Alfonsina y el mar», basada enteramente en cómo se suicidó
Alfonsina.
Voy A Dormir
(último poema,
escrito antes de suicidarse)
Dientes de flores,
cofia de rocío,
manos de hierbas,
tú, nodriza fina,
tenme prestas las
sábanas terrosas
y el edredón de
musgos escardados.
Voy a dormir,
nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a
la cabecera;
una constelación;
la que te guste;
todas son buenas;
bájala un poquito.
Déjame sola: oyes
romper los brotes...
te acuna un pie
celeste desde arriba
y un pájaro te
traza unos compases
para que olvides...
Gracias. Ah, un encargo:
si él llama
nuevamente por teléfono
le dices que no
insista, que he salido...
***
Yo En El Fondo Del
Mar
En el fondo del mar
hay una casa de
cristal.
A una avenida
de madréporas
da.
Un gran pez de oro,
a las cinco,
me viene a saludar.
Me trae
un rojo ramo
de flores de coral.
Duermo en una cama
un poco más azul
que el mar.
Un pulpo
me hace guiños
a través del
cristal.
En el bosque verde
que me circunda
—din don... din
dan—
se balancean y
cantan
las sirenas
de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza
arden, en el
crepúsculo,
las erizadas puntas
del mar.
***
¡Adiós!
Las cosas que
mueren jamás resucitan,
las cosas que
mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran los
vasos y el vidrio que queda
es polvo por
siempre y por siempre será!
Cuando los capullos
caen de la rama
dos veces seguidas
no florecerán...
¡Las flores tronchadas
por el viento impío
se agotan por
siempre, por siempre jamás!
¡Los días que
fueron, los días perdidos,
los días inertes ya
no volverán!
¡Qué tristes las
horas que se desgranaron
bajo el aletazo de
la soledad!
¡Qué tristes las
sombras, las sombras nefastas,
las sombras creadas
por nuestra maldad!
¡Oh, las cosas
idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes
que así se nos van!
¡Corazón...
silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...
—de llagas
infectas— ¡cúbrete de mal!...
¡Que todo el que
llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que
inquietas mi afán!
¡Adiós para siempre
mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría
llena de bondad!
¡Oh, las cosas
muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes
que no vuelven más! ...
***
Dos Palabras
Esta noche al oído
me has dicho dos palabras
comunes. Dos
palabras cansadas
de ser dichas.
Palabras
que de viejas son
nuevas.
Dos palabras tan
dulces que la luna que andaba
filtrando entre las
ramas
se detuvo en mi
boca. Tan dulces dos palabras
que una hormiga
pasea por mi cuello y no intento
moverme para
echarla.
Tan dulces dos
palabras
—que digo sin
quererlo— ¡oh, qué bella, la vida!—
Tan dulces y tan
mansas
que aceites
olorosos sobre el cuerpo derraman.
Tan dulces y tan
bellas
que nerviosos, mis
dedos,
se mueven hacia el
cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos
quisieran
Cortar estrellas.
***
Este Libro
Me vienen estas
cosas del fondo de la vida:
acumulando estaba,
yo me vuelvo reflejo...
agua continuamente
cambiada y removida;
así como las cosas,
es mudable el espejo.
Momentos de la vida
aprisionó mi pluma,
momentos de la vida
que se fugaron luego,
momentos que
tuvieron la violencia del fuego
o fueron más
livianos que los copos de espuma.
En todos los
momentos donde mi ser estuvo,
en todo esto que
cambia, en todo esto que muda,
en toda la
sustancia que el espejo retuvo,
sin ropajes, el
alma está limpia y desnuda.
Yo no estoy y estoy
siempre en mis versos, viajero,
pero puedes
hallarme si por el libro avanzas
dejando en los
umbrales tus fieles y balanzas:
requieren mis
jardines piedad de jardinero.
***
Golondrinas
Las dulces
mensajeras de la tristeza son...
son avecillas
negras, negras como la noche.
¡Negras como el
dolor!
¡Las dulces
golondrinas que en invierno se van
y que dejan el nido
abandonado y solo
para cruzar el mar!
Cada vez que las
veo siento un frío sutil...
¡Oh! ¡Negras
avecillas, inquietas avecillas
amantes de abril!
¡Oh! ¡Pobres
golondrinas que se van a buscar
como los
emigrantes, a las tierras extrañas,
la migaja de pan!
¡Golondrinas,
llegaos! ¡Golondrinas, venid!
¡Venid
primaverales, con las alas de luto
llegaos hasta mí!
Sostenedme en las
alas... Sostenedme y cruzad
de un volado tan
sólo, eterno y más eterno
la inmensidad del
mar...
¿Sabéis cómo se
viaja hasta el país del sol?...
¿Sabéis dónde se
encuentra la eterna primavera,
la fuente del
amor?...
¡Llevadme,
golondrinas! ¡Llevadme! ¡No temáis!
Yo soy una bohemia,
una pobre bohemia
¡Llevadme donde
vais!
¿No sabéis,
golondrinas errantes, no sabéis,
que tengo el alma
enferma porque no puedo irme
volando yo también?
¡Golondrinas,
llegaos! ¡Golondrinas, venid!
¡Venid
primaverales! ¡Con las alas de luto
llegaos hasta mí!
¡Venid! ¡Llevadme
pronto a correr el albur!...
¡Qué lástima,
pequeñas, que no tengáis las alas
tejidas en azul!
***
La Caricia Perdida
Se me va de los
dedos la caricia sin causa,
se me va de los
dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga
sin destino ni objeto,
la caricia perdida
¿quién la recogerá?
Pude amar esta
noche con piedad infinita,
pude amar al
primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están
solos los floridos senderos.
La caricia perdida,
rodará... rodará...
Si en los ojos te
besan esta noche, viajero,
si estremece las
ramas un dulce suspirar,
si te oprime los
dedos una mano pequeña
que te toma y te
deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano,
ni esa boca que besa,
si es el aire quien
teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que
tienes como el cielo los ojos,
en el viento
fundida, ¿me reconocerás?
***
Letanías De La
Tierra Muerta (1/2)
A Gabriela Mistral
Llegará un día en
que la raza humana
Se habrá secado
como planta vana,
Y el viejo sol en
el espacio sea
Carbón inútil de
apagada tea.
Llegará un día en
que el enfriado mundo
Será un silencio
lúgubre y profundo:
Una gran sombra
rodeará la esfera
Donde no volverá la
primavera;
La tierra muerta,
como un ojo ciego,
Seguirá andando
siempre sin sosiego,
Pero en la sombra,
a tientas, solitaria,
Sin un canto, ni un
¡ay!, ni una plegaria.
Sola, con sus
criaturas preferidas
En el seno cansadas
y dormidas.
(Madre que marcha
aún con el veneno
de los hijos ya
muertos en el seno.)
Ni una ciudad de
pie... Ruinas y escombros
Soportará sobre los
muertos hombros.
Desde allí arriba,
negra la montaña
La mirará con
expresión huraña.
Acaso el mar no
será más que un duro
Bloque de hielo,
como todo oscuro.
Y así, angustiado
en su dureza, a solas
Soñará con sus
buques y sus olas,
Y pasará los años
en acecho
De un solo barco
que le surque el pecho.
Y allá, donde la
tierra se le aduna,
Ensoñará la playa
con la luna,
Y ya nada tendrá
más que el deseo,
Pues la luna será
otro mausoleo.
En vano querrá el
bloque mover bocas
Para tragar los
hombres, y las rocas
Oír sobre ellas el
horrendo grito
Del náufrago
clamando al infinito:
Ya nada quedará; de
polo a polo
Lo habrá barrido
todo un viento solo:
Voluptuosas moradas
de latinos
Y míseros refugios
de beduinos;
Oscuras cuevas de
los esquimales
Y finas y lujosas
catedrales;
Y negros, y
amarillos y cobrizos,
Y blancos y malayos
y mestizos
Se mirarán entonces
bajo tierra
Pidiéndose perdón
por tanta guerra.
De las manos
tomados, la redonda
Tierra, circundarán
en una ronda.
Y gemirán en coro
de lamentos:
¡Oh cuántos vanos,
torpes sufrimientos!
—La tierra era un
jardín lleno de rosas
Y lleno de ciudades
primorosas;
—Se recostaban
sobre ríos unas,
Otras sobre los
bosques y lagunas.
—Entre ellas se
tendían finos rieles,
Que eran a modo de
esperanzas fieles,
—Y florecía el
campo, y todo era
Risueño y fresco
como una pradera;
—Y en vez de
comprender, puñal en mano
Estábamos, hermano
contra hermano;
—Calumniábanse
entre ellas las mujeres
Y poblaban el mundo
mercaderes;
—Íbamos todos
contra el que era bueno
A cargarlo de lodo
y de veneno...
—Y ahora, blancos
huesos, la redonda
Tierra rodeamos en
hermana ronda.
—Y de la humana,
nuestra llamarada,
¡Sobre la tierra en
pie no queda nada!