lunes, marzo 30, 2015

José Asunción Silva, V

José Asunción Silva 
(27 de Noviembre de 1865- 24 de Mayo de 1896 Bogotá, Colombia)

Poeta y novelista colombiano nacido en Bogotá en 1865. Fue el precursor del modernismo en Colombia y es justamente considerado como el más importante poeta de Colombia y uno de los más importantes poetas de Latinoamérica. Romántico y modernista, autor de la novela «De sobremesa», perdió parte de su obra literaria en un naufragio, un año antes de su trágica muerte. En abril de 1896, en una carta a Eduardo Gutiérrez, comenta: «Vivo una vida inverosímil. No veo a nadie: trabajo el día entero y la mitad de la noche...». Para esa época, sus amigos son escasos; la familia materna le ha dado la espalda, la sociedad bogotana lo ignora, y sus pocos bienes personales tiene que entregarlos a sus acreedores u ofrecerlos a cambio del pago de un arriendo atrasado o de alguna emergencia. Días antes de su última voluntad, comentaba con su amigo Baldomero Sanín Cano, citando a Maurice Barrès: «los suicidas se matan por falta de imaginación». La madrugada del 24 de mayo de 1896, tras una pequeña velada con algunos amigos la noche anterior, José Asunción Silva sé disparó en el corazón, donde previamente se había hecho dibujar una cruz por el médico y amigo de infancia Juan Evangelista Manrique. Sus restos fueron inicialmente enterrados en el cementerio de los suicidas (en realidad en el «muro» de los suicidas del cementerio común), que estaba cerca al basurero de la ciudad, y posteriormente fueron trasladados al pasillo principal del Cementerio Central de Bogotá.

Sub-umbra
a A. de W.

Tú no lo sabes... mas yo he soñado
        Entre mis sueños color de armiño,
Horas de dicha con tus amores,
        Besos ardientes, quedos suspiros...
Cuando la tarde tiñe de oro
        Esos espacios que juntos vimos,
Cuando mi alma su vuelo emprende
        A las regiones de lo infinito,
Aunque me olvides, aunque no me ames,
        Aunque me odies, sueño contigo!

Mayo de 1881

***

Suspiro
a A. de W.

Si en tus recuerdos ves algún día 
Entre la niebla de lo pasado 
Surgir la triste memoria mía 
Medio borrada ya por los años, 
Piensa que fuiste siempre mi anhelo 
Y si el recuerdo de amor tan santo 
Mueve tu pecho, nubla tu cielo, 
Llena de lágrimas tus ojos garzos; 
¡Ah, no me busques aquí en la tierra 
Donde he vivido, donde he luchado, 
Sino en el reino de los sepulcros 
Donde se encuentran paz y descanso!

Junio 2 de 1881

***

Cápsulas

El Pobre Juan de Dios, tras de los éxtasis
     Del amor de Aniceta, fue infeliz.
Pasó tres meses de amarguras graves,
     Y, tras lento sufrir,
Se curó con copaiba y con las cápsulas
     De Sándalo Midy.

Enamorado luego de la histérica Luisa,
     Rubia sentimental,
Se enflaqueció, se fue poniendo tísico
     Y al año y medio o más,
Se curó con bromuro y con las cápsulas
     De éter de Clertán.

Luego, desencantado de la vida,
     Filósofo sutil,
A Leopardi leyó, y a Schopenhauer
     Y en un rato de spleen,
Se curó para siempre con las cápsulas
     De plomo de un fusil.

En francés, spleen representa el estado de melancolía sin causa definida o de angustia vital de una persona.

***

El Mal Del siglo

El Paciente:
Doctor, un desaliento de la vida
Que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
El mal del siglo... el mismo mal de Werther,
De Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
Desprecio por lo humano... un incesante
Renegar de lo vil de la existencia,
Digno de mi maestro Schopenhauer;
Un malestar profundo que se aumenta
Con todas las torturas del análisis...

El Médico:
Eso es cuestión de régimen: camine
De mañanita; duerma largo; báñese;
Beba bien; coma bien; cuídese mucho:
¡Lo que usted tiene es hambre!...

***

Los Maderos De San Juan

                                        ¡Aserrín!
                                        ¡Aserrán!
      Los maderos de San Juan,
      Piden queso, piden pan,
                                       Los de Roque
                                       Alfandoque,
                                       Los de Rique
                                       Alfeñique
                                       ¡Los de Triqui, 
                                       triqui, tran!

      Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,
Con movimiento rítmico se balancea el niño
Y ambos agitados y trémulos están;
La Abuela se sonríe con maternal cariño
Mas cruza por su espíritu como un temor extraño
Por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
Los días ignorados del nieto guardarán.

          Los maderos de San Juan
          Piden queso, piden pan.
                              ¡Triqui, triqui,
                              triqui, tran!

Esas arrugas hondas recuerdan una historia
De sufrimientos largos y silenciosa angustia
Y sus cabellos, blancos, como la nieve, están.
De un gran dolor el sello marcó la frente mustia
Y son sus ojos turbios espejos que empañaron
Los años, y que, ha tiempos, las formas reflejaron
De cosas y seres que nunca volverán.

             Los de Roque, alfandoque
             ¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda,
Lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra,
Donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están,
Del nieto a la memoria, con grave son que encierra
Todo el poema triste de la remota infancia,
Cruzando por las sombras del tiempo y la distancia,
de aquella voz querida las notas vibrarán!


             Los de Rique, alfeñique
             ¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela
Con movimiento rítmico se balancea el niño
Y ambos conmovidos y trémulos están;
La Abuela se sonríe con maternal cariño
Mas cruza por su espíritu como un temor extraño
Por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
Los días ignorados del nieto guardarán.

                                           ¡Aserrín!
                                           ¡Aserrán!
                            Los maderos de San Juan
                            Piden queso, piden pan,
                                          Los de Roque
                                          Alfandoque
                                          Los de Rique
                                          Alfeñique
                                          ¡Triqui, triqui, triqui, tran!
                                          ¡Triqui, triqui, triqui, tran!

***

Estrellas Que Entre Lo Sombrío...
       
Estrellas que entre lo sombrío
de lo ignorado y de lo inmenso,
asemejáis en el vacío
jirones pálidos de incienso;
       
nebulosas que ardéis tan lejos
en el infinito que aterra,
que sólo alcanza los reflejos
de vuestra luz hasta la tierra;
       
astros que en abismos ignotos
derramáis resplandores vagos,
constelaciones que en remotos
tiempos adoraron los magos;
       
millones de mundos lejanos,
flores de fantástico broche,
islas claras en los océanos
sin fin ni fondo de la noche;
       
¡estrellas, luces pensativas!
¡estrellas, pupilas inciertas!
¿por qué os calláis si estáis vivas
y por qué alumbráis si estáis muertas?

***

Las Noches Del Hogar

Amo las dichas del hogar sencillo
Apetezco su plácido cariño
Yo quiero que descanse en mis rodillas
La rubia cabecita de algún niño.
Gutiérrez Nájera

Regresar fatigado del trabajo
de la diaria fäena
e ir a mirarse en lo hondo retratado
de sus pupilas negras
cerca del rico piano —mientras vaga
sobre las blancas teclas
su mano de marfil— soñar despierto
felicidad eterna.
A la luz de la lámpara brillante
ver las rubias cabezas
de los risueños niños— de infantiles
ilusiones llenos.
¡La mirada tender sobre la cuna
que cual flor entreabierta
entre sus hojas perfumadas guarda
una existencia nueva!
¡Oh cuadro del hogar! oh perspectiva
cariñosa y risueña,
cuando en el paso por el falso mundo
ancha herida sangrienta,
el desengaño abrió, cuando sentimos
caer mustias y secas
de la primera juventud las rosas,
qué mortal no desea
dejar en tu silencio venturoso
deslizar la existencia
y guardar lo divino y delicado
que el alma herida encierra
en tu seno feliz —¡como la concha
lejos de las tormentas
guarda en el fondo del movible océano
las nacaradas perlas!