lunes, marzo 16, 2015

José Asunción Silva, IV

José Asunción Silva 
(27 de Noviembre de 1865- 24 de Mayo de 1896 Bogotá, Colombia)

Poeta y novelista colombiano nacido en Bogotá en 1865. Fue el precursor del modernismo en Colombia y es justamente considerado como el más importante poeta de Colombia y uno de los más importantes poetas de Latinoamérica. Romántico y modernista, autor de la novela «De sobremesa», perdió parte de su obra literaria en un naufragio, un año antes de su trágica muerte. En abril de 1896, en una carta a Eduardo Gutiérrez, comenta: «Vivo una vida inverosímil. No veo a nadie: trabajo el día entero y la mitad de la noche...». Para esa época, sus amigos son escasos; la familia materna le ha dado la espalda, la sociedad bogotana lo ignora, y sus pocos bienes personales tiene que entregarlos a sus acreedores u ofrecerlos a cambio del pago de un arriendo atrasado o de alguna emergencia. Días antes de su última voluntad, comentaba con su amigo Baldomero Sanín Cano, citando a Maurice Barrès: «los suicidas se matan por falta de imaginación». La madrugada del 24 de mayo de 1896, tras una pequeña velada con algunos amigos la noche anterior, José Asunción Silva sé disparó en el corazón, donde previamente se había hecho dibujar una cruz por el médico y amigo de infancia Juan Evangelista Manrique. Sus restos fueron inicialmente enterrados en el cementerio de los suicidas (en realidad en el «muro» de los suicidas del cementerio común), que estaba cerca al basurero de la ciudad, y posteriormente fueron trasladados al pasillo principal del Cementerio Central de Bogotá.

Realidad
Para M...

En el dulce reposo de la tarde
Cuando al ponerse el sol en occidente
Su luz dorada, de la vida fuente,
Como una hoguera en los espacios arde,
O de la noche en el silencio umbrío
Cuando la luna con fulgor de plata
Alumbra a trechos el sonante río
Y en sus límpidas ondas se retrata,
Entre las sombras de la vida hay horas
En que la realidad que nos circuye
A detener el ímpetu no alcanza
De nuestra alma que a lo lejos huye
Y a la región de lo ideal se lanza...

Y entonces cuando pienso en tus amores
Nuestras dos vidas deslizarse veo
No cual la realidad que aja sus flores
Sino cual la ilusión de tu deseo.
No por las conveniencias separados,
Soñando tú conmigo, yo en tus sueños,
Sino juntos los dos en los collados
         De la Arcadia risueños;
Asidos por las manos a lo lejos
Buscando el fin de la campiña amena
A los pálidos rayos de la luna.
O del ardiente sol a los reflejos,
Dejando transcurrir una por una
Las no contadas horas venturosas
Que no mancha la sombra de una pena
Libando amor... y deshojando rosas...
Del verdor y del musgo en lo sombrío
Ocultos en lo ignoto del boscaje
Radiante aún de gotas de rocío
De virgen fuerza y de vigor salvaje;
Sentados a la orilla del torrente
Tú escuchando los ecos del follaje
Yo acariciando -trémula la mano-
Tus rizos al caer sobre tu frente...

Otras veces trayendo a la memoria
Los fantasmas de un tiempo ya pasado
Junto con ellos cual sencilla historia
Los ideales de tu amor soñado.
Y es entonces un gótico castillo
De altivas torres de musgosas piedras
En cuyo muro gris crecen las hiedras
Teatro de nuestro amor santificado.

Y en reducida y perfumada estancia
Cuyos tapices abrillanta y dora
El fuego de la antigua chimenea,
Juntos los dos oímos a distancia
Diciéndonos protestas de ternura
La voz del agua que al perderse llora
Y el viento que en los árboles cimbrea
Entre el silencio de la noche oscura.

O en frágil barca en plácida mañana
De lago azul flotando en los cristales
Con la mirada errantes contemplamos
El cielo, la ribera, los juncales,
Y las nieblas que inciertas, vaporosas,
Van a perderse en la región lejana
Como se pierde la esperanza humana
O el postrimer aroma de las rosas.

Mas cuando el alma en sus ensueños flota,
La realidad asoma de improviso
No más resuena la encantada nota...
Brotan espinas do la rosa brota,
Y en crüel se torna el paraíso.

Vuelvo a mirar... y pienso que nacimos
Para vivir por siempre separados,
Que no es una la senda que seguimos
Y que la lumbre que cercana vimos
Fue visión de tu amor y tus cuidados.

Y al comparar la realidad penosa
Con los paisajes de ideal que miro
En el fondo del alma lastimosa
Para tu dulce amor -niña piadosa-
Para tu dulce amor surge un suspiro.

Octubre 24 de 1882

***

¿Recuerdas?

¿Recuerdas?.... Tú no recuerdas
Aquellas tardes tranquilas
En que en la vereda angosta
Que conduce a tu casita
Plegaban a tu contacto
Sus hojas las sensitivas
Como al poder misterioso
Del amor tu alma de niña...
En la oscuridad pasaban
Las luciérnagas cual chispas
Que bajo la yerba espesa
Nuestros dedos perseguían
¡Así también en las horas
De mis años de desdicha
Cruzaban por entre sombras
Mis esperanzas perdidas!...

¿Recuerdas?... Tú no recuerdas
La cruz de mayo que hicimos
Con violetas silvestres
Y con sonrosados lirios
Bajo el frondoso ramaje
De tu árbol favorito.
Como una lluvia de perlas
Sobre blanco raso níveo
Brillaba por los [...]
En las hojas del rocío!
Y los pájaros cantores
Hicieron cerca sus nidos...
Después pasé una mañana
Y vi tu ramo marchito
Como mi pasión ardiente
Por tu infamia y tus desvíos.

¿Recuerdas?... Tú no recuerdas
Más de esa noche amorosa,
La lumbre de tus pupilas,
El aliento de tu boca
Entreabierta y perfumada
Como un botón de magnolia,
Los murmullos argentinos
Del agua bajo las frondas,
El brillo de las estrellas
Y las esencias ignotas
Que derramaron los genios
En las brisas cariñosas,
Quedaron como una huella
Que el tiempo aleve no borra
¡Ay! para toda la vida
¡Escritas en la memoria!

¿Recuerdas?... Tú no recuerdas
Pero yo, cuando levanta
El crepúsculo sombrío
Del fondo de las cañadas
Y las tristezas inmensas
De lo profundo del alma
Al pasado fugitivo
Tiendo la vista cansada
Y nuestra historia de amores
Hacia mí tiende las alas.
¡Cuando en las horas nocturnas
Cabe el esposo que te ama
Tu agitado pensamiento
Tenga segundos de calma
De aquella pasión extinta
¡Jamás te acuerdes, ingrata!

¿Recuerdas?... Tú no recuerdas
La tarde aquella en que juntos
Bajamos de la colina,
Tus grandes ojos oscuros
Se anegaban en los rayos
Sonrosados del crepúsculo
Y tu voz trémula y triste
Como un lejano murmullo
Me hablaba de los temores
De tu cuerpo moribundo!
Si hubieras entonces muerto
Cómo amara tu sepulcro
Ahora, cuando te veo
Feliz gozar de tus triunfos
Tan sólo asoma a mis labios
Una sonrisa de orgullo!

Abril 18 de 1884