lunes, marzo 09, 2015

José Asunción Silva, III

José Asunción Silva 
(27 de Noviembre de 1865- 24 de Mayo de 1896 Bogotá, Colombia)

Poeta y novelista colombiano nacido en Bogotá en 1865. Fue el precursor del modernismo en Colombia y es justamente considerado como el más importante poeta de Colombia y uno de los más importantes poetas de Latinoamérica. Romántico y modernista, autor de la novela «De sobremesa», perdió parte de su obra literaria en un naufragio, un año antes de su trágica muerte. En abril de 1896, en una carta a Eduardo Gutiérrez, comenta: «Vivo una vida inverosímil. No veo a nadie: trabajo el día entero y la mitad de la noche...». Para esa época, sus amigos son escasos; la familia materna le ha dado la espalda, la sociedad bogotana lo ignora, y sus pocos bienes personales tiene que entregarlos a sus acreedores u ofrecerlos a cambio del pago de un arriendo atrasado o de alguna emergencia. Días antes de su última voluntad, comentaba con su amigo Baldomero Sanín Cano, citando a Maurice Barrès: «los suicidas se matan por falta de imaginación». La madrugada del 24 de mayo de 1896, tras una pequeña velada con algunos amigos la noche anterior, José Asunción Silva sé disparó en el corazón, donde previamente se había hecho dibujar una cruz por el médico y amigo de infancia Juan Evangelista Manrique. Sus restos fueron inicialmente enterrados en el cementerio de los suicidas (en realidad en el «muro» de los suicidas del cementerio común), que estaba cerca al basurero de la ciudad, y posteriormente fueron trasladados al pasillo principal del Cementerio Central de Bogotá.

Nocturno

Oh dulce niña pálida, que como un montón de oro
de tu inocencia cándida conservas el tesoro;
     a quien los más audaces, en locos devaneos,
     jamás se han acercado con carnales deseos;
tú, que adivinar dejas inocencias extrañas
en tus ojos velados por sedosas pestañas,
     y en cuyos dulces labios -abiertos sólo al rezo-
     jamás se habrá posado ni la sombra de un beso...
Dime quedo, en secreto, al oído, muy paso,
con esa voz que tiene suavidades de raso:
     si entrevieras dormida a aquel con quien tú sueñas,
     tras las horas de baile rápidas y risueñas,
y sintieras sus labios anidarse en tu boca
y recorrer tu cuerpo, y en tu lascivia loca
     besar tus pliegues de tibio aroma llenos
     y las rígidas puntas rosadas de tus senos;
si en los locos, ardientes y profundos abrazos
agonizar soñar de placer en sus brazos,
     por aquel de quien eres todas las alegrías,
     ¡Oh dulce niña pálida!, di,  ¿te resistirías?

***

Nocturno II

Poeta!, di paso
Los furtivos besos!... 

¡La sombra! Los recuerdos! La luna no vertía
Allí ni un solo rayo... Temblabas y eras mía.
Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso,
Una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
El contacto furtivo de tus labios de seda...
La selva negra y mística fue la alcoba sombría...
En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda...
Filtró luz por las ramas cual si llegara el día,
Entre las nieblas pálidas la luna aparecía...

Poeta, di paso
Los íntimos besos!

¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!
En señorial alcoba, do la tapicería
Amortiguaba el ruido con sus hilos espesos
Desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos;
Tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
Tus cabellos dorados y tu melancolía
Tus frescuras de virgen y tu olor de reseda...
Apenas alumbraba la lámpara sombría
Los desteñidos hilos de la tapicería.

Poeta, di paso
El último beso!

¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!
El ataúd heráldico en el salón yacía,
Mi oído fatigado por vigilias y excesos,
Sintió como a distancia los monótonos rezos!
Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda,
La llama de los cirios temblaba y se movía,
Perfumaba la atmósfera un olor de reseda,
Un crucifijo pálido los brazos extendía
Y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!

***

Notas perdidas

Es media noche. –Duerme el mundo ahora 
Bajo el ala de niebla del silencio 
     Vagos rayos de luna 
     Y el fulgor incierto 
     De lámpara velada 
     Alumbran su aposento. 
     En las teclas del piano 
Vagan aún sus marfilinos dedos, 
     Errante la mirada 
Dice algo que no alcanza el pensamiento. 
¡Cómo perfuma el aire el blanco ramo 
     Marchito en el florero, 
     Cuán suave es el suspiro 
Que vaga entre sus labios entreabiertos!

¡Adriana! ¡Adriana! de tan dulces horas 
     Guardarán el secreto 
Tu estancia, el rayo de la luna, el vago 
     Ruido de tus besos, 
     La noche silenciosa, 
     Y en mi alma el recuerdo!...

II 
     Si en vosotras algún día 
     Se fijan sus ojos bellos, 
     ¡Pobres estrofas! habladle 
     Con rumor suave y ledo 
     Como notas de una música 
     Que oímos ha mucho tiempo, 
     Y que impregnada de aromas 
     Torna en las alas del viento. 
     Alzada cual leve brisa 
     Besad sus blondos cabellos 
     Y penetrad en su alma 
     Y en los espacios perdeos 
     Como en la santa capilla 
     Las espirales de incienso!...

III 
Como recuerdo de su amor sincero, 
     Recuerdo dulce y único 
De aquel amor suave y melancólico 
     Cual la luz del crepúsculo, 
Guardo en un cofrecito plateado 
     Unas rosas de musgo 
Las contemplo en mis horas de alegría, 
     Las beso cuando sufro, 
¡Aún guardan el perfume penetrante 
     De los cabellos suyos!

Cuando bajo la tierra muda y fría 
     Duerma, lejos del mundo, 
Cuando el ramaje de movible sauce 
     Cobije mi sepulcro, 
Sobre la piedra que mis restos vele 
     ¡Poned el ramo mustio!

IV 
La noche en que al dulce beso 
Del amor, se abrió su alma 
Caminando lentamente 
Iba, en mi brazo apoyada. 
No había luna. Las estrellas 
Vertían su luz escasa, 
Y sobre el cielo profundo 
Nuestros ojos contemplaban 
Como una bruma ligera, 
La brillante vía láctea, 
...suspiró. 
Con voz muy queda 
-dime, le dije: ¡te cansas! 
Alzó la hermosa cabeza, 
Se iluminó su mirada 
Y murmuró: Mira, dicen 
Que es grande, inmensa, la vaga 
Bruma que brilla a lo lejos 
Como una niebla de plata, 
Que la forman otros mundos 
Que están a inmensa distancia, 
Que la luz solar invierte 
Siglos en atravesarla, 
Y si Dios quisiera un día 
A ti y a mí darnos alas 
Esa distancia infinita 
¡Feliz, contigo cruzara! 

[...]

VI
     Encontrarás poesía
     Dijo entonces, sonriendo
     En el recinto sagrado
     De los cristianos templos,
     En los lugares que nunca
     Humanos pies recorrieron,
     En los bosques seculares
     Donde se oculta el silencio,
     En los murmullos sonoros
     De las ondas y del viento,
     En la voz de los follajes
     Del amor en los recuerdos, 
     De las niñas de quince años 
     En los blancos aposentos,
     En las tristezas profundas
     Como el Cristo
     En las noches estrelladas,
     ...Jamás en los malos versos!

VII
     Como tú sobre la dura
     Roca nativa, parásita
     También he visto en la vida
     Sobre las rocas más áridas
     Criaturas tristes y buenas
     Embellecer...

IX
     Bajad a la pobre niña,
     Bajadla con mano trémula,
     Y con cuidadoso esmero
     Entre la fosa ponedla
     Y arrojad sobre su tumba
     Frías puñadas de tierra
     
     Aún sobre sus labios rojos
     La sonrisa postrimera,
     Tan joven y tan hermosa
     Y descansa helada, yerta,
     Y está marchito el tesoro
     De su dulce adolescencia

     Bajad a la pobre niña,
     Bajadla con mano trémula
     Y con cuidadoso esmero
     Entre la fosa ponedla
     Y arrojad sobre su tumba
     Frías puñadas de tierra
    
     Cavad ahora otra fosa,
     Cavadla con mano trémula,
     De la sonriente niña
     Del triste sepulcro cerca,
     Para que lejos del mundo
     Su sueño postrero duerman
     Mis recuerdos de cariño
     Y mis memorias más tiernas.
     
     Bajadlos desde mi alma
     Bajadlos con mano trémula
     Y arrojad sobre su fosa
     Frías puñadas de tierra

X
A Natalia Tanco A.

     ¿Has visto, cuando amanece
     Los velos con que la escarcha
     Los vidrios de los balcones
     Cubre en la noche callada?
     Deja que el rayo primero
     De la luz de la mañana
     Los hiera, y verás entonces
     Formarse figuras vagas
     En la superficie fría
     Helechos de formas raras,
     Paisajes de sol y niebla
     De perspectivas lejanas
     Por donde van los ensueños
     A la tierra de las hadas
     Y al fin un caos confuso
     De luz y gotas de agua
     De ramazones inciertas
     Y perspectivas lejanas
     Que al deshacerse semejan
     El vago esbozo de un alma.
     Las neblinas que el espíritu
     Llenan en horas amargas,
     Como a los rayos del sol
     De los cristales la escarcha
     Si las hiere tu sonrisa
     Se vuelven visiones blancas.