José Asunción Silva
(27 de Noviembre de 1865- 24 de Mayo de 1896 Bogotá, Colombia)
Poeta y novelista colombiano nacido en Bogotá en 1865. Fue el precursor del modernismo en Colombia y es justamente considerado como el más importante poeta de Colombia y uno de los más importantes poetas de Latinoamérica. Romántico y modernista, autor de la novela «De sobremesa», perdió parte de su obra literaria en un naufragio, un año antes de su trágica muerte. En abril de 1896, en una carta a Eduardo Gutiérrez, comenta: «Vivo una vida inverosímil. No veo a nadie: trabajo el día entero y la mitad de la noche...». Para esa época, sus amigos son escasos; la familia materna le ha dado la espalda, la sociedad bogotana lo ignora, y sus pocos bienes personales tiene que entregarlos a sus acreedores u ofrecerlos a cambio del pago de un arriendo atrasado o de alguna emergencia. Días antes de su última voluntad, comentaba con su amigo Baldomero Sanín Cano, citando a Maurice Barrès: «los suicidas se matan por falta de imaginación». La madrugada del 24 de mayo de 1896, tras una pequeña velada con algunos amigos la noche anterior, José Asunción Silva sé disparó en el corazón, donde previamente se había hecho dibujar una cruz por el médico y amigo de infancia Juan Evangelista Manrique. Sus restos fueron inicialmente enterrados en el cementerio de los suicidas (en realidad en el «muro» de los suicidas del cementerio común), que estaba cerca al basurero de la ciudad, y posteriormente fueron trasladados al pasillo principal del Cementerio Central de Bogotá.
Al oído del lector
No fue pasión aquello,
Fue una ternura vaga
Lo que inspiran los niños enfermizos,
Los tiempos idos y las noches pálidas.
El espíritu solo
Al conmoverse canta:
Cuando el amor lo agita poderoso
Tiembla, medita, se recoge y calla.
Pasión hubiera sido
En verdad; estas páginas
En otro tiempo más feliz escritas
No tuvieran estrofas sino lágrimas.
***
Asómate a mi alma...
Asómate a mi alma
En momentos de calma,
Y tu imagen verás, sueño divino,
Temblar allí como en el fondo oscuro
De un lago cristalino.
Junio 28 de 1883
***
Aurora
Cuando en las noches pálidas de luna
Cerca de tu ventana -una por una-
Me cuentas tus hermosas ilusiones,
Cuando de tu mirada soñadora
El rayo como lumbre de una aurora
Ahuyenta mis enjambres de visiones;
Cuando reclinas blanda la cabeza
En mi hombro y disipas mi tristeza
Y me acompañas en mis locos sueños,
Cuando de la ventura en el exceso
Sellas mi dicha con ardiente beso
De tus labios rosados y risueños-
Entonces como el náufrago -que asido
De una frágil tablilla- va perdido
Y recuerda la plácida ribera
Mientras la oscura noche negra y fría
Y la inmensa extensión muda y sombría
Y el tempestuoso mar halla doquiera
Y que ve serenarse el horizonte
Y destacarse el azulado monte
Sobre la claridad de áureo celaje
Y aparecer -en vaga lontananza
Lleno de luz de vida y de bonanza-
Primaveral, bellísimo paisaje,
Entre las sombras de la vida mía
Se levanta la luz de un nuevo día
Sin albor ni crepúsculo indeciso...
¿En la mirada de tus negros ojos,
En el aliento de tus labios rojos,
Quién no sabrá forjarse un paraíso?
Julio 26 de 1882
***
Crepúsculo
Junto a la cuna aún no está encendida
La lámpara tibia, que alegra y reposa,
Y se filtra opaca, por entre cortinas
De la tarde triste la luz azulosa.
Los niños cansados suspenden los juegos,
De la calle vienen extraños ruïdos,
En estos momentos, en todos los cuartos,
Se van despertando los duendes dormidos.
La sombra que sube por los cortinajes,
Para los hermosos oyentes pueriles,
Se puebla y se llena con los personajes
De los tenebrosos cuentos infantiles.
[...]
¡Con atento oído las niñas la escuchan,
Las muñecas duermen, en la blanda alfombra
Medio abandonadas, y en el aposento
La luz disminuye, se aumenta la sombra!
¡Fantásticos cuentos de duendes y hadas,
Llenos de paisajes y de sugestiones,
Que abrís a lo lejos amplias perspectivas
A las infantiles imaginaciones!
Cuentos que nacisteis en ignotos tiempos
Y que vais, volando, por entre lo oscuro,
Desde los potentes Arios primitivos,
Hasta las enclenques razas del futuro.
Cuentos que repiten sencillas nodrizas
Muy paso, a los niños, cuando no se duermen,
Y que en sí atesoran del sueño poético
El íntimo encanto, la esencia y el germen.
Cuentos más durables que las convicciones
De graves filósofos y sabias escuelas,
Y que rodeasteis con vuestras ficciones,
Las cunas doradas de las bisabuelas.
¡Fantásticos cuentos de duendes y hadas
Que pobláis los sueños confusos del niño,
El tiempo os sepulta por siempre en el alma
Y el hombre os evoca, con hondo cariño!
***
Edenia
Melancólica y dulce cual la huella
Que un sol poniente deja en el azul
Cuando baña a lo lejos los espacios
Con los últimos rayos de su luz
Mientras tiende la noche por los cielos
De la penumbra el misterioso tul.
Süave como el canto que el poeta
En un suspiro involuntario da,
Pura como las flores entreabiertas
De la selva en la agreste oscuridad
Do detenido en las musgosas ramas
No filtra un rayo de la luz solar.
Mujer, toda mujer ardiente, casta
Alumbrada con luz de lo ideal...
Radiante de virtud y de belleza
Como mi alma la llegó a soñar,
¿En sus sueños de cándida ternura
Así la encontrará?
Julio de 1882
***
Idilio
-Ella lo idolatró y Él la adoraba...
-Se casaron al fin?
-No, señor, Ella se casó con otro
-¿Y murió de sufrir?
-No, señor, de un aborto.
-¿Y Él, el pobre, puso a su vida fin?
-No, señor, se casó seis meses antes
del matrimonio de Ella, y es feliz.