sábado, enero 31, 2015

Miquel PAS, II ☼

Miquel PAS
Pan De Cada Día

Allí estaba yo
en medio de tres majestuosos gigantes de agua, piedra  y fuego
este un poco más inquieto
aquellos otros: calmados y serenos
("...pero nunca se sabe.")
uno de ellos, en desesperados tiempos
inmóvil amigo de agua a quien le confiaba
mis tormentos
en busca de alivio


Después de caminar alrededor de dos horas y media
montaña arriba
llegamos al lugar
donde mi compañero de viaje
ejerce la escasamente valorada y apreciada labor de agricultor
(aun cuando necesitamos de ellos todos y cada uno de los días)

En seguida disfrutamos del sagrado almuerzo
calentando las tortillas y el café sobre las brasas

con aquella paz que no da el dinero 
ni comer en el "mejor" de los restaurantes
platicando junto al fuego nos transcurría el tiempo
sentados sobre la bendita tierra que nos da de comer
lo merezcamos o no
a buenos y malos
a valerosos y temerosos
a ricos y pobres
(un día nosotros seremos alimento para ella)


En aquellas alturas me encontraba
con mi melancólica alegría
agradecido con Dios
por el arduo y tranquilo viaje
que me permitía contemplar aquel maravilloso 
paisaje
y darme cuenta de las distintas y distantes 
realidades
que nos toca vivir 
a cada ser ‘humano’

Emprendimos el viaje de regreso
llevando la leña
que alimentará el fuego hogareño

Al llegar...
allí estaba ella
hija de humilde antigüeña aldea
adornada con sus ropas teñidas con los colores 
del arcoíris
con sus veinticinco años
y una vida de decisiones y elecciones por delante
con  su tono de voz suave y amable
y su piel morena, dorada por el sol

Nos esperaba con una limonada helada
que nos refrescó el calor 
y el cansancio de una jornada
que para mí 
fue un día para agradecer 
lo piadosa que ha sido la vida conmigo
mientras que para mis amables anfitriones 
es el duro y bendito pan de cada día
Qué

¿Qué le dirías tú
si mi hija 
viviera una situación 
similar a la tuya
y acudiese a ti
en busca de consejo?
¿Qué le dirías tú?

¿Qué, si fuera tu hija?
¿Qué le dirías tú?
¡Dime!
«Oh hija de mis besos»