martes, diciembre 23, 2014

Manuel Acuña, II

Manuel Acuña


Manuel Acuña Narro 
(Saltillo, Coahuila, 27 de agosto de 1849 - Ciudad de México, 6 de diciembre de 1873) 
fue un poeta mexicano que se desarrolló en el estilizado ambiente romántico del intelectualismo mexicano de la época.

Poeta mexicano nacido en Saltillo, Coahuila, en 1849. 
A los veinte años de edad inició su carrera poética  con una elegía a la muerte de su compañero y amigo Eduardo Alzúa. 
En el mismo año,  fundó en compañía de varios intelectuales la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl, en el seno de la cual dio a conocer sus primeros versos. 
En 1871 fue reconocido por la crítica por su drama "El Pasado", publicado en un folleto del periódico La Iberia intitulado "Ensayos literarios de la Sociedad Nezahualcóyotl". 
Este folleto contenía además once de sus poemas y su famoso "Nocturno a Rosario", inspirado en el gran amor de su vida, Rosario de la Peña, quien estuvo íntimamente ligada a sus últimos años y pesó tanto en su ánimo que mucho tuvo que ver con su trágica muerte.
Su obra poética está compuesta por poemas amorosos y satíricos, contenidos en la publicación "Donde las dan las toman" y en una edición póstuma aparecida en el año 1874.
Es una leyenda que su enamoramiento de Rosario de la Peña fue la presumible causa de su infortunado suicidio, mediante envenenamiento con cianuro de potasio, en diciembre de 1873, a los 24 años de edad. 
En opinión de algunos críticos, Rosario fue solamente una razón adicional a sus problemas de pobreza extrema. 

Hojas secas


Mañana que ya no puedan 
encontrarse nuestros ojos, 
y que vivamos ausentes, 
muy lejos uno del otro, 
que te hable de mí este libro 
como de ti me habla todo. 

II 
Cada hoja es un recuerdo 
tan triste como tierno 
de que hubo sobre ese árbol 
un cielo y un amor; 
reunidas forman todas 
el canto del invierno, 
la estrofa de las nieves 
y el himno del dolor. 

III 
Mañana a la misma hora 
en que el sol te besó por vez primera, 
sobre tu frente pura y hechicera 
caerá otra vez el beso de la aurora; 
pero ese beso que en aquel oriente 
cayó sobre tu frente solo y frío, 
mañana bajará dulce y ardiente, 
porque el beso del sol sobre tu frente 
bajará acompañado con el mío. 

IV 
En Dios le exiges a mi fe que crea, 
y que le alce un altar dentro de mí. 
¡Ah! ¡Si basta no más con que te vea 
para que yo ame a Dios, creyendo en ti! 


Si hay algún césped blando 
cubierto de rocío 
en donde siempre se alce 
dormida alguna flor, 
y en donde siempre puedas 
hallar, dulce bien mío, 
violetas y jazmines 
muriéndose de amor; 

yo quiero ser el césped 
florido y matizado 
donde se asienten, niña, 
las huellas de tus pies; 
yo quiero ser la brisa 
tranquila de ese prado 
para besar tus labios 
y agonizar después. 

Si hay algún pecho amante 
que de ternura lleno 
se agite y se estremezca 
no más para el amor, 
yo quiero ser, mi vida, 
yo quiero ser el seno 
donde tu frente inclines 
para dormir mejor. 

Yo quiero oír latiendo 
tu pecho junto al mío, 
yo quiero oír qué dicen 
los dos en su latir, 
y luego darte un beso 
de ardiente desvarío, 
y luego... arrodillarme 
mirándote dormir. 

VI 
Las doce... ¡adiós...! Es fuerza que me vaya 
y que te diga adiós... 
Tu lámpara está ya por extinguirse, 
y es necesario. 
-Aún no-. 
Las sombras son traidoras, y no quiero 
que al asomar el sol, 
se detengan sus rayos a la entrada 
de nuestro corazón... 
-Y, ¿qué importan las sombras cuando entre ellas 
queda velando Dios? 
-¿Dios? ¿Y qué puede Dios entre las sombras 
al lado del amor? 
-Cuando te duermas ¿me enviarás un beso? 
-¡Y mi alma! 
-¡Adiós...! 
-¡Adiós...! 

VII 
Lo que siente el árbol seco 
por el pájaro que cruza 
cuando plegando las alas 
baja hasta sus ramas mustias, 
y con sus cantos alegra 
las horas de su amargura; 
lo que siente pro el día 
la desolación nocturna 
que en medio de sus angustias, 
ve asomar con la mañana 
de sus esperanzas una; 
lo que sienten los sepulcros 
por la mano buena y pura 
que solamente obligada 
por la piedad que la impulsa, 
riega de flores y de hojas 
la blanca lápida muda, 
eso es al amarte mi alma 
lo que siente por la tuya, 
que has bajado hasta mi invierno, 
que has surgido entre mi angustia 
y que has regado de flores 
la soledad de mi tumba. 

---
pro: ante o delante de.
---

Mi hojarasca son mis creencias, 
mis tinieblas son la duda, 
mi esperanza es el cadáver, 
y el mundo mi sepultura... 
Y como de entre esas hojas 
jamás retoña ninguna; 
como la duda es el cielo 
de una noche siempre oscura, 
y como la fe es un muerto 
que no resucita nunca, 
yo no puedo darte un nido 
donde recojas tus plumas, 
ni puedo darte un espacio 
donde enciendas tu luz pura, 
ni hacer que mi alma de muerto 
palpite unida a la tuya; 
pero si gozar contigo 
no ha de ser posible nunca, 
cuando estés triste, y en el alma 
sientas alguna amargura, 
yo te ayudaré a que llores, 
yo te ayudaré a que sufras, 
y te prestaré mis lágrimas 
cuando se acaben las tuyas. 

VIII 

Aún más que con los labios 
hablamos con los ojos; 
con los labios hablamos de la tierra, 
con los ojos del cielo y de nosotros. 


Cuando volví a mi casa 
de tanta dicha loco, 
fue cuando comprendí muy lejos de ella 
que no hay cosa más triste que estar solo. 


Radiante de ventura, 
frenético de gozo, 
cogí una pluma, le escribí a mi madre, 
y al escribirle se lo dije todo. 


Después, a la fatiga 
cediendo poco a poco, 
me dormí y al dormirme sentí en sueños 
que ella me daba un beso y mi madre otro. 


¡Oh sueño, el de mi vida 
más santo y más hermoso! 
¡Qué dulce has de haber sido cuando aun muerto 
gozo con tu recuerdo de este modo! 

IX 
Cuando yo comprendí que te quería 
con toda la lealtad de mi corazón, 
fue aquella noche en que al abrirme tu alma 
miré hasta su interior. 
Rotas estaban tus virgíneas alas 
que ocultaba en sus pliegues un crespón 
y un ángel enlutado cerca de ellas 
lloraba como yo. 
Otro tal vez, te hubiera aborrecido 
delante de aquel cuadro aterrador; 
pero yo no miré en aquel instante 
más que mi corazón; 
y te quise tal vez por tus tinieblas, 
y te adoré, tal vez, por tu dolor, 
¡que es muy bello poder decir que el alma 
ha servido de sol...! 

---
crespón: moña negra.
---


Las lágrimas del niño 
la madre enjuga, 
las lágrimas del hombre 
las seca la mujer... 
¡Qué tristes las que brotan 
y bajan por la arruga, 
del hombre que está solo, 
del hijo que está ausente, 
del ser abandonado 
que llora y que no siente 
ni el beso de la cuna, 
ni el beso del placer! 

XI 
¡Cómo quieres que tan pronto 
olvide el mal que me has hecho, 
si cuando me toco el pecho 
la herida me duele más! 
Entre el perdón y el olvido 
hay una distancia inmensa; 
yo perdonaré la ofensa; 
pero olvidarla... ¡jamás! 

XII 
¡Ah, gloria! ¡De qué me sirve 
tu laurel mágico y santo, 
cuando ella no enjuga el llanto 
que estoy vertiendo sobre él! 
¡De qué me sirve el reflejo 
de tu soñada corona! 
¡cuando ella no me perdona 
ni en nombre de ese laurel! 

XIII 
La que a la luz de sus ojos 
despertó mi pensamiento, 
la que al amor de su acento 
encendió en mí la pasión; 
muerta para el mundo entero 
y aun para ella misma muerta, 
solamente está despierta 
dentro de mi corazón. 

XIV 
El cielo muy negro, y como un velo 
lo envuelve en su crespón la oscuridad; 
con una sombra más sobre ese cielo 
el rayo puede desatar su vuelo 
y la nube cambiarse en tempestad. 

XV 
Oye, ven a ver las naves, 
están vestidas de luto, 
y en vez de las golondrinas 
están graznando los búhos. . . 
El órgano está callado, 
el templo solo y oscuro, 
sobre el altar... ¿y la virgen 
por qué tiene el rostro oculto? 
¿Ves?... en aquellas paredes 
están cavando un sepulcro, 
y parece como que alguien 
solloza allí, junto al muro. 
¿Por qué me miras y tiemblas? 
¿Por qué tienes tanto susto? 
¿Sabes Tú quién es el muerto? 
¿Sabes Tú quién fue el verdugo?

*** 

La ausencia del olvido
A Lola

Iba llorando la Ausencia
Con el semblante abatido
Cuando se encontró en presencia
Del Olvido,
Que al ver su faz marchitada,
Le dijo con voz turbada:
Sin colores,
-"Ya no llores niña bella,
ya no llores.
Que si tu contraria estrella
Te oprime incansable y ruda
Yo te prometo mi ayuda
Contra tu mal y contra ella".

Oyó la Ausencia llorando
La propuesta cariñosa,
Y los ojos enjugando
Ruborosa,
-"Admito desde el momento
buen anciano".
Le dijo con dulce acento.
"Admito lo que me ofreces
y que en vano
he buscado tantas veces,
yo que triste y sin ventura,
la copa de la amargura
he apurado hasta las heces"

---
hez, heces: parte del desperdicio que se deposita en el fondo de las vasijas donde se reposa el vino.
---

Desde entonces, Lola bella,
Cariñosa y anhelante
Vive el Olvido con ella,
Siempre amante;
Y la Ausencia ya ni gime,
Ni doliente
Recuerda el mal que la oprime;
Que un amor ha concebido
Tan ardiente
Por el anciano querido,
Que si sus penas resiste,
Suspira y llora muy triste
Cuando la deja el Olvido.

***

La brisa
A mi querido amigo J.C. Fernández

Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo.

Dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?

¿O vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?

¿O vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso, 
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en Oriente?

Recoge tus leves alas,
brisa pura del Estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.

Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.

Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.

***

La felicidad

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo 
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡Esa es la felicidad!...

Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡Esa es la felicidad...!

*** 

Misterio

Si tu alma pura es un broche
que para abrirse a la vida
quiere la calma adormecida
de las sombras de la noche;

Si buscas como un abrigo
lo más tranquilo y espeso,
para que tu alma y tu beso
se encuentren sólo conmigo;

Y si temiendo en tus huellas 
testigos de tus amores,
no quieres ver más que flores,
más que montañas y estrellas;

Yo sé muchas grutas, y una
donde podrás en tu anhelo,
ver un pedazo de cielo
cuando aparezca la luna.

Donde a tu tímido oído
no llegarán otros sones
que las tranquilas canciones
de algún ruiseñor perdido.

Donde a tu mágico acento
y estremecido y de hinojos,
veré abrirse ante mis ojos
los mundos del sentimiento.

---
de hinojos: de rodillas.
---

Y donde tu alma y la mía,
como una sola estrechadas,
se adormirán embriagadas
de amor y melancolía.

Ven a esta gruta y en ella
yo te daré mis desvelos,
hasta que se hunda en los cielos
la luz de la última estrella.

Y antes que el ave temprana
su alegre vuelo levante
y entre los álamos cante
la vuelta de la mañana.

Yo te volveré al abrigo
de tu estancia encantadora,
donde el recuerdo de esa hora
vendrás a soñar conmigo...

Mientras que yo en el exceso
de la pasión que me inspiras
iré a soñar que me miras,
e iré a soñar que te beso.

*** 

Nocturno a Rosario

¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto 
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.

II

Yo quiero que tú sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas 
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no se ni dónde
se alzaba el porvenir.

III

De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves 
en mi alma a aparecer.

IV

Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.

V

A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Qué quieres tú que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Qué quieres tú que yo haga
con este corazón?

VI

Y luego que ya estaba
concluido tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta allá a lo lejos
la puerta del hogar...

VII

¡Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros 
mi madre como un Dios!

VIII

¡Figúrate qué hermosas
las horas de esa vida!
Qué dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida;
y al delirar en ello
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por ti, no más por ti.

IX

!Bien sabe Dios que ese era
mi más hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!

X

Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adiós por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!

***

Pobre flor

-«¿Por qué te miro así tan abatida, 
pobre flor? 
¿En dónde están las galas de tu vida 
y el color? 

---
gala:  lo más esmerado, exquisito y selecto de una cosa.
---

»Dime, ¿por qué tan triste te consumes, 
dulce bien?» 
-«¿Quién?, ¡el delirio devorante y loco 
de un amor, 
que me fue consumiendo poco a poco 
de dolor! 
Porque amando con toda la ternura 
de la fe, 
a mí no quiso amarme la criatura 
que yo amé. 

»Y por eso sin galas me marchito 
triste aquí, 
siempre llorando en mi dolor maldito, 
¡Siempre así!»- 
¡Habló la flor!... 
Yo gemí... era igual a la memoria 
de mi amor. 

***

Por eso

Porque eres buena, inocente
como un sueño de doncella,
porque eres cándida y bella
como un nectario naciente.

Porque en tus ojos asoma
con un dulcísimo encanto,
todo lo hermoso y lo santo
del alma de una paloma.

Porque eres toda una esencia
de castidad y consuelo,
porque tu alma es todo un cielo
de ternura y de inocencia.

Porque al sol de tus virtudes
se mira en ti realizado
el ideal vago y soñado
de todas las juventudes;

por eso, niña hechicera,
te adoro en mi loco exceso;
por eso te amo, y por eso
te he dado mi vida entera.

Por eso a tu luz se inspira
la fe de mi amor sublime;
¡por eso solloza y gime
como un corazón mi lira!

Por eso cuando te evoca
mi afán en tus embelesos,
siento que un mundo de besos 
palpita sobre mi boca.

Y por eso entre la calma
de mi existencia sombría,
mi amor no anhela más día
que el que una mi alma con tu alma.