domingo, noviembre 30, 2014

Francisco Villaespesa, III

Francisco Villaespesa 

Francisco Villaespesa Martín 
(Laujar de Andarax, Almería, 15 de octubre de 1877 - Madrid, 9 de abril de 1936), poeta, dramaturgo y narrador español del Modernismo.
Poeta y ensayista español nacido en Laujar, Almería, en 1877. 
A pesar de que inició estudios de Derecho en la Universidad de Granada, los abandonó para dedicarse de lleno a la carrera literaria. 
En 1897 se radicó en Madrid donde además de dirigir  y colaborar con famosas revistas de la época, publicó en 1898 su primer libro de poesía, «Intimidades». 
A partir del año de 1900 con «La Copa del Rey Thule», se consagró como el precursor del Modernismo en España, sin abandonar nunca su tendencia romántica y bohemia.
De su abundante obra merecen destacarse «Tristitiae rerum», «Las fuentes de Granada», su obra de teatro «El Alcázar de las Perlas» y «La rueca».
Aquejado de arterioclerosis, de insuficiencia gástrica y de hipertensión, entre otros achaques, enfermó gravemente en 1930 cuando se hallaba en Brasil, y volvió a España, donde sus males se agravaron en 1933; falleció en 1936.

Lo que pasa

¡Felicidad!... ¡Felicidad!... Dulzura
del labio y paz del alma... Te he buscado
sin tregua, eternamente, en la hermosura,
en el amor y el arte...  ¡Y no te he hallado!

En vano, el alma, sin cesar te nombra...
¡Oh luz lejana, y por lejana, bella!...
¡Jamás la mano alcanzará la estrella!...
¿Pasaste sobre mí, como una sombra?

¿En brazos de qué amor has sido mía?..
¿No he besado tus labios todavía?...
¿Los besaré, Señor?... Sobre mi oído

murmura alguna voz, remota y triste :
-Pasó por tu jardín... y no la viste...
¡y ya, sin conocerla, la has perdido!

*** 

Mi vida es el silencio de una espera...

Mi vida es el silencio de una espera...
Se escapa de mis ojos la mirada,
ansiando contemplar la sombra amada
que en otros tiempos a mi lado viera.

La mano palpa, cual si presintiera
negrear en la atmósfera callada
la seda tibia de su destrenzada,
profusa y olorosa cabellera.

Mi oído de impaciencia se estremece,
un olor a algo suyo el viento exhala...
-¿Estás ya aquí? -le digo, y me parece

que «Aquí estoy», dulcemente, me contesta
aquella voz que pasa como un ala
rozando fugitiva la floresta.

*** 

Nocturno de plata

Cruzas por mis recuerdos como un rayo de luna
que lo ilumina todo de una blanca poesía...
El ruiseñor cantaba su amor. Colgaba una
fina escala de seda desde tu celosía.

Era la noche un río cristalino y sonoro,
que arrastraba en sus ondas, hacia la Eternidad,
nuestro amor como una carabela de oro,
palpitantes las velas bajo la tempestad.

Entre un deshojamiento de románticas rosas
de luz, juntos surcamos Venecias fabulosas,
en un olvido eterno de todo... Tu laúd

desgranaba en la noche su inmortal serenata...
¡Y al pie de la marmórea y altiva escalinata
nos esperaba el paje de nuestra Juventud!

*** 

Ofelia

Turbia de sombra, el agua del remanso
reflejó nuestras trémulas imágenes,
extáticas de amor, bajo el crepúsculo,
en la enferma esmeralda del paisaje...

Era el frágil olvido de las flores
en el azul silencio de la tarde,
un desfile de inquietas golondrinas
sobre pálidos cielos otoñales...

En un beso muy largo y muy profundo
nos bebimos las lágrimas del aire,
y fueron nuestras vidas como un sueño
y los minutos como eternidades...

Al despertar del éxtasis, había
una paz funeraria en el paisaje,
estertores de fiebre en nuestras manos
y en nuestras bocas un sabor de sangre...

Y en el remanso turbio de tristeza
flotaba la dulzura de la tarde,
enredada y sangrante entre los juncos,
con la inconsciencia inmóvil de un cadáver.

*** 

Rimas

La noche me envolvió como un perfume;
y en el silencio tus pisadas eran
un lento resbalar de terciopelos
sobre una frágil ilusión de seda.

Tembló tu corazón bajo mi mano
con timideces de paloma presa,
y aspiré en el aliento de tu boca
todo el perfume de la primavera.

Tus rizos me envolvieron. Y entre el vago
olor a musgo de tu cabellera,
suspirante absorbí como un veneno
el acre aroma de tu carne enferma.

*** 

Soneto

Quedó en mis manos un jirón de encaje;
te escapaste de mí como una sombra,
mas al huir, se te enredó el ropaje
y rodaste de espaldas por la alfombra.

Te curvé bajo el yugo de mis brazos,
y de mis dientes la caricia ruda
rasgó cendales y deshizo lazos,
hasta dejar tu castidad desnuda.

Y allí, sobre la alfombra, entrelazados,
las sombras como hiedras agitadas,
nuestras bocas rampantes y lascivas.

confundidos en un bárbaro grito,
resucitamos el antiguo mito
del amor, en las selvas primitivas.

*** 

Tarantela

Nocturno azul y plata... Sobre el clave
se esfuma el oro de la tarantela;
y el alma, en nuestra voz, se aterciopela
para hacer su caricia más suave.

El aire a besos y a ternura sabe,
y en el luar que en el jardín riela,
las pupilas del ángel que nos vela
de luz enjoyan el silencio grave.

La música se va... Tan sólo queda
un perfume fugaz a carne y seda...
¿Quién tus encantos desnudó a la brisa?...

Ante tu albor ni a respirar me atrevo,
y gota a gota, hasta embriagarme, bebo
todo el amor del mundo en tu sonrisa!

*** 

Vorrei morire

Sentir intensamente la vida. Haber amado
y haber sufrido mucho, tener el alma ciega
esperando en la sombra una luz que no llega
o empeñada en dar vida a un sueño ya pasado.

Amar lo fugitivo. Enamorarse de una
sonrisa, de una sombra... Sentir la poesía
de alguna melancólica y lejana armonía
que, de un balcón abierto, vuela bajo la luna.

Despreciar lo mezquino. Hacer con loco empeño
del ensueño la vida y de la vida ensueño...
Extenuarse en una larga caricia loca;

y al final de una tarde magnífica y florida,
esfumarse en el cielo, abandonar la vida
con un sonoro verso de amores en la boca.

***

Yo sé que la esperanza está viva...

Yo sé que la esperanza está viva, y que dentro
del corazón su lámpara dulcemente ilumina;
¡mas ya sin entusiasmos y sin fuerzas me encuentro
para arrancarle nuevos tesoros a la mina!...

En el jardín, a veces, de mis recuerdos entro
y encanezco de angustia mirando tanta ruina...
¡Cipreses y naranjos marchitos, y en el centro
una fuente que nunca de Sollozar termina!...

Yo sé que Lindaraja con sus besos pudiera
dar a mi otoño un nuevo frescor de primavera...
Pero está tan remota, ¡y es tan largo el sendero!...

¡Y me encuentro tan pobre, tan triste y tan rendido,
que a buscarla de nuevo por la vida, prefiero
soñar eternamente que jamás ha existido!...

***

El Poeta Recuerda
Sonetillo

Sus frases nunca me hirieron
y siempre me consolaron...
¡Heridas que otras me abrieron,
sus propias manos cerraron!

Aun cuando penaba tanto,
tan buena conmigo era,
que hasta me ocultaba el llanto
para que yo no sufriera.

Con su infinita ternura,
mi más inmensa amargura
supo siempre consolar...
¡Y qué buena no sería,
que al morirse sonreía
para no verme llorar!