Las relaciones son fundamentales en la vida, pero no por ello son lo más fácil de establecer. De hecho, lo contrario es más bien la norma.
A pesar de que el ser humano es un ser social, que encuentra su fortaleza en su capacidad de tejer vínculos con sus semejantes, tal pareciera que a lo largo de nuestra historia nos hemos desentendido cada vez más de ese elemento imprescindible en el desarrollo de nuestra existencia, de modo tal que ahora pareciera que se ha instalado una dificultad generalizada para conocer gente, hacer amigos, entablar relaciones sentimentales sinceras, quererse, ayudarse, hablarse, etcétera.
En cierta medida, esto puede explicarse porque entendemos tarde en la vida que amar también requiere de un aprendizaje. Uno que además debe experimentarse en cabeza propia. Ello, sin embargo, no impide que seamos capaces de tomar algunos cuantos atajos (así sean teóricos) para la práctica del amor.
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El ser humano es un ser de lenguaje, pero esta invención, aunque genial, también es origen de muchísimas confusiones. El lenguaje es capaz de hacernos ver lo que no existe y creer en algo que quizá nunca sucederá. Sin embargo, las palabras no son su único medio. En las relaciones, con cierta frecuencia los actos son mucho más elocuentes cuando se trata de conocer realmente a una persona: sus intenciones, sus deseos, sus dificultades, sus valores, etc. Adquiere el hábito de escuchar pero también de mirar, esto es, de dar lugar a aquello que una persona dice, asegura, promete, etc., pero también aprende a mirar sus actos y sus omisiones, y compara una y otra dimensión. Por lo demás, no olvides hacer el mismo ejercicio contigo. La autenticidad y la honestidad son perlas raras que dan origen a relaciones fuertes y duraderas.
Por distintas circunstancias hay quienes crecen creyendo que deben “soportar” el malestar. Muchas relaciones abusivas se sostienen porque una o las dos personas involucradas son incapaces de moverse hacia un lugar emocional de bienestar. No obstante, esto no sólo es posible, sino necesario. Nadie está obligado a sufrir, ni por el mero hecho de sufrir, ni porque espere que mañana las cosas mejoren. Por supuesto que puedes tomar la decisión de moverte hacia un lugar mejor, en aras de tu seguridad y tu bienestar.
Para tener buenos amigos (sinceros, afectuosos), para tener una relación de pareja en la que encuentres felicidad, incluso para que tus relaciones laborales y profesionales contribuyan a tu crecimiento: para tener todo ello, es necesario que trabajes para obtenerlo.
El autoconocimiento es uno de los pilares sobre los cuales se asienta la realización de la existencia. En el caso de las relaciones, es un factor fundamental para poder establecer vínculos que contribuyan a tu bienestar y tu crecimiento. Invierte tiempo en conocerte y comprenderte. ¿Qué buscas en una relación? ¿Entablas tus relaciones con ciertas expectativas predefinidas? ¿Qué es para ti el amor? ¿Dónde y de quién aprendiste a amar? etc.
La vida es así: las personas cambian, las relaciones se desgastan, la necesidad que un día nos mantuvo cerca de una persona no existe más… Decir adiós no es sencillo, y no siempre se puede hacer de la mejor manera, pero a veces es necesario.
En cuestión de relaciones no hay manuales ni secretos que te permitan evitar el equívoco, la desilusión, el descalabro. Más allá de ciertos principios que puedes adoptar –la compasión, la empatía, la solidaridad–, es poco lo que puedes predefinir con miras a los vínculos que establezcas en tu vida. Pero mejor que sea así. Las relaciones suelen rendir mejores frutos cuando las dejamos crecer y florecer a su propio ritmo, cuando las cultivamos con paciencia y amor. De ese modo, siempre nos sorprenderán. Cierto, quizá más de una se malogre en el proceso, o no llegue hasta el punto que hubiéramos deseado, pero otras sí lo lograrán. Y de cada una aprenderemos cómo equivocarnos mejor la próxima vez.
https://pijamasurf.com/2018/12/15_lecciones_sobre_el_amor_que_vale_la_pena_aprender_pronto_en_la_vida/