miércoles, julio 25, 2018

Roberto Quezada

Roberto Quezada
Primer Lugar Premio Guatemalteco de Novela 1984

Ardillas Enjauladas
Fragmentos

Pudo haber enardecido tus sentimientos, tu orgullo, tu autoestimación, pero esos son lujos que no pueden darse los que aceptan vivir oprimidos.

Y la pequeña distancia que separaba a los hombres de las mujeres, era como cientos de Saharas para las almas solitarias.

Vivir el diario sueño de un amor constantemente renovado.

Ha de ser triste para una mujer vivir muriendo por escuchar la palabra cariñosa de un hombre.

No hay peor maldición para un hombre que la de su soledad.

El peor de los dolores: el del sufrimiento causado por el odio de otro ser humano.

El hombre es el único animal que tortura a sus semejantes.

La pasividad abre las puertas a la tiranía.

La comida escasa del restaurante, jamás suplantaría los almuerzos de tu esposa, cargados de alimento y rebosantes de amor.

Y si aceptamos tales situaciones, ¿cómo podemos pedir a nuestros hijos que sean honrados, dignos, correctos?

Es como si la tarea de mantener la libertad, se le asignara a los jóvenes, aquellos que tienen tanto que defender y tanto que perder.

Somos gente pasiva, no hacemos nada, soportamos los abusos, y se nos cree, y aún nosotros mismos nos creemos, incapaces de actuar, de mover cerros y montañas para defender nuestros derechos.

Y el peor tormento es pensar sin poder llegar a la acción.

¡Dios mío! Tú que todo lo dispones y decides ¿cómo puede un hombre ser tan cruel con otro hombre?

Era apenas un niño, buscando afecto y cariño.

-¿Existe un Dios?
- ¡Dios está en ti! Todos llevamos a Dios muy adentro. Interprétalo a tu manera, pero no esperes llegar a comprenderlo. Si crees que lograrás comprenderlo, adorarás a un dios falso, y tú serás un tonto y un vanidoso.

Todo hombre es alguien fuera de lo común para la mujer que lo adora.

Eran mis amigos. Mis dos mejores y más queridos amigos. Amigos, sufrimos juntos y compartimos nuestras penas para hacer más liviana la carga. Amigo, aquel que ofrece lo poco que tiene, su compañía, sus palabras, un mendrugo, los restos de una camisa, espacio en el colchón. Mis mejores amigos.

Pero, a veces, se cansa uno de ser desconfiado y cierra los ojos, con la esperanza de encontrar en otra persona esa amistad, ese amor, o simplemente, el cariño que uno ha buscado ansiosamente.

¡Quiéreme! Y si es mentira lo que me dices, no me dejes averiguarlo. Es mejor vivir creyendo en un sueño, que ver pasar los días sin la esperanza de un amor. ¡Finje! si así lo deseas, pero dime que me quieres, que me querrás mañana.

Buscó aquellos labios ansiosos de besar y ser besados. Su beso fue largo y ansioso, como quien quiere transmitir un mundo de amor en un instante.

¿Cuánto se paga por una hora de besos reservados y caricias apresuradas? ¡Hacer el amor! El amor como algo que se fabrica. Construir algo, que nace espontáneamente.

Era un hombre, un adicto, que durante el día vivía en el Edén de su mal, y por las noches descendía al infierno de su adicción.

Nos van a asesinar, porque no pensamos como ustedes, nos tienen miedo y por eso nos matan.

Estamos conscientes de nuestros derechos, pero no contamos con la educación que nos permite reconocer las obligaciones de los miembros de un sistema democrático.

El instinto de conservación de vivir, nos vuelve serviles de éstas formas:
-La ignorancia.
-La ambición y la codicia.
-El servil de corazón, el que se humilla ante otro hombre, movido por la admiración genuina, pura. Viven como animales domesticados y humillados, y adoran la m1€®0@ que les tiran en la cara.
-Servil por razón de miedo y terror.

Y te nació una furia por tu gente, sumisa y servil, y aborreciste a los que abren sus puertas a la explotación; y odiaste a los que se hincan y obedecen los antojos del 'poderoso'. Malditos los hombrecitos que han permitido esta situación, y maldito seas tú, y los que como tú, han tolerado dictaduras, con su servil aprobación. Malditos los gobiernos que prostituyen a tu gente , y los dioses que no envían el rayo fulminante que calcine y purifique.

Y al pronunciar la oración y el consuelo que habías creído encontrar en la Palabra, habías logrado despejar de tu mente el recuerdo de los hombres que morían o mataban, que robaban o fornicaban, que envidiaban o mentían, y vivían. La fuente de fortaleza que descubriste en tus rezos, ya no era aquel río de consuelo, solo te quedaba un riachuelo de cobardía asquerosa. ¡Y nada más!

¡Desventurados! ¿Es que no vamos a defendernos? ¿No vamos a hacer algo? ¿Vamos a consentir esta situación sin dejar una palabra de todo esto? ¿Nuestros hijos, repetirán nuestros errores, porque nunca llegaron a conocerlos a través de nosotros?  Somos los cristianos del credo equivocado: ofrecemos nuestras mejillas a la oprobiosa bofetada. ¿No sabemos medir acaso con la misma vara que se nos mide? Somos bestias pasivas que aceptamos la burla, el insulto, la patada...