que el dar la vida por los amigos.Juan 15:13
La Muerte De Cristo
Según La Medicina Actual
(Recopilación De Varias Fuentes)
A los 33 años Jesús fue condenado a muerte.
De todas las muertes la de la cruz era la más inhumana, suplicio infamante, que en el imperio romano se reservaba a los esclavos (servile suppliciun)
Jesús en el Huerto suda sangre
Los Evangelios nos dicen que Jesús comenzó a sudar sangre cuando estaba orando en el monte de los Olivos, específicamente en el jardín del Getsemaní. Esto no es un lenguaje poético sino una condición médica llamada "hematidrosis". No es muy común pero puede darse cuando hay un alto grado de sufrimiento psicológico.
Lo que sucede es que la ansiedad severa provoca la secreción de químicos que rompen los vasos capilares en las glándulas sudoríficas. Como resultado, hay una pequeña cantidad de sangrado en las glándulas y el sudor emana mezclado con sangre. Esto provocó que la piel quedara extremadamente frágil de modo que cuando Jesús fue flagelado por el soldado romano al día siguiente, su piel ya estaba muy sensible.
Ya Jesús estaba debilitado por lo sucedido en el Huerto y la noche entera sometido a falso juicio y golpizas y cárcel.
Después de esta primera situación ocasionada por la angustia intensa. Es sometido a un ayuno que durará toda la noche durante el juicio, y persistirá hasta su crucifixión.
La Flagelación
Las flagelaciones romanas eran conocidas por ser terriblemente brutales. Generalmente consistían de treinta y nueve latigazos. El soldado usaba un látigo con tiras de cuero trenzado con bolas de metal entretejidas. Cuando el látigo golpeaba la carne, esas bolas provocaban moretones o contusiones, las cuales se abrían con los demás golpes. Y el látigo también tenía pedazos de hueso afilados, los cuales cortaban la carne severamente.
La espalda quedaba tan desgarrada que la espina dorsal a veces quedaba expuesta debido a los cortes tan profundos. Los latigazos iban desde los hombros pasando por la espalda, las nalgas, y las piernas. Mientras continuaba la flagelación, las laceraciones rasgaban hasta los músculos y producían jirones temblorosos de carne sangrante. Las venas de la víctima quedaban al descubierto y los mismos músculos, tendones y las entrañas quedaban abiertos y expuestos.
La víctima podía experimentar un dolor tan grande que le llevase a una conmoción hipovolémica. Hipo significa "bajo, "vol" se refiere a volumen y "émica" significa "sangre", por lo tanto, conmoción hipovolémica quiere decir que la persona sufre los efectos de la pérdida de una gran cantidad de sangre. Esto causa 4 efectos:
1. El corazón se acelera para tratar de bombear sangre que no existe.
2. Baja la presión sanguínea, lo que provoca un desmayo o colapso.
3. Los riñones dejan de producir orina para mantener el volumen restante.
4. La persona comienza a sentirse sedienta porque el cuerpo ansía fluidos para reponer el volumen de sangre perdido.
Hay que tener en cuenta que la hematidrosis había dejado la piel muy sensible en Jesús.
Después de la flagelación, los soldados solían burlarse de sus víctimas. A Jesús, le fue colocada sobre su cabeza, como emblema irónico de su realeza una corona de espinas.
Camino Al Calvario
Jesús se encontraba en condición hipovolémica mientras ascendía por el camino hacia el lugar de la ejecución en el Calvario llevando el madero horizontal de la cruz.
Se obligó a Jesús, como era la costumbre a cargar al madero horizontal de la cruz, que se llama patíbulo; este pesaba entre 75 y 125 libras, desde el poste de flagelación al lugar de la crucifixión. Fue colocado sobre su nuca y se balanceaba sobre sus flagelados hombros.
Con agotamiento extremo y debilitado, tuvo que caminar un poco más de medio kilómetro (entre 600 a 650 metros) para llegar al lugar del suplicio. El nombre en arameo es Golgotha, equivalente en hebreo a Gulgolet que significa “lugar de la calavera”, ya que era una protuberancia rocosa, que tenía cierta semejanza con un cráneo humano, hoy se llama por la traducción latina Calvario.
La Crucifixión
El suplicio de la cruz es de origen oriental. Fue recibido de los persas, asirios y caldeos; por los, griegos, egipcios y romanos. Se modificó en varias formas en el transcurso de los tiempos.
En principio fue un simple poste. Luego se fijó en el remate una horca (furca), de la que se suspendía el reo por el cuello. Después se adicionó un madero transversal (patibulum), tomando un nuevo aspecto.
Antes de comenzar el suplicio de la crucifixión, era costumbre dar una bebida narcótica (vino, con mirra, e incienso) a los condenados; con el fin de mitigar un poco sus dolores. Cuando presentaron a Jesús este brebaje, no quiso beberlo. ¿Qué podría mitigar un dolor moral y físico tan intenso, cuando su cuerpo politraumatizado, sólo esperaba enfrentar su último suplicio, sin alivio alguno, con pleno dominio de sí mismo?
Los clavos que los romanos usaban eran de trece a dieciocho centímetros de largo, afilados hasta terminar en una punta aguda. Se clavaban por las muñecas. El clavo atravesaba el nervio mediano. Ese es el nervio mayor que sale de la mano y quedaba triturado por el clavo que lo martillaba.
Con los brazos extendidos, pero no tensos, las muñecas eran clavadas en el patíbulo. De esta forma, los clavos de un centímetro de diámetro en su cabeza y de 13 a 18 centímetros de largo, eran probablemente puestos entre el radio y los metacarpianos, o entre las dos hileras de huesos carpianos, ya sea cerca o a través del fuerte flexor retinaculum y los varios ligamentos intercarpales. En estos lugares aseguraban el cuerpo a la cruz.
El colocar los clavos en las manos hacía que se desgarraran fácilmente, puesto que no tenían un soporte óseo importante.
Según el Dr. Frederick Zugibe, la perforación de nervio medio de las manos por un clavo puede causar un dolor tan increíble que ni siquiera la morfina sería de ayuda, un dolor intenso, ardiente horrible, como relámpagos atravesando el brazo hacia la médula espinal. La ruptura del nervio plantar del pie con un clavo tendría un efecto así mismo horrible.
La posibilidad de una herida peri ósea dolorosa fue grande, al igual que la lesión de vasos arteriales tributarios de la arteria radial o cubital. El clavo penetrado destruía el nervio sensorial motor, o bien comprometía el nervio mediano, radial o el nervio cubital. La afección de cualquiera de estos nervios produjo tremendas descargas de dolor en ambos brazos. El destrozo de varios ligamentos provocó fuerte contracciones en la mano.
Cuando Jesús fue alzado para unir el madero con el poste vertical se procedió a clavarle los pies. Nuevamente los nervios de los pies fueron triturados y eso debe haber causado un dolor similar al de las muñecas.
Los pies eran fijados al frente del madero vertical por medio de un clavo de hierro, clavado a través del primero o segundo espacio intermetatarsiano. El nervio profundo peroneo y ramificaciones de los nervios medianos y laterales de la planta del pie fueron heridos.
Al ser colgado completamente desnudo ante la multitud, el dolor y el daño causado por la crucifixión fue concebido para ser tan sumamente intenso que uno anhelaría constantemente la muerte, pero podría perdurar días en consumarse.
Además, la posición del cuerpo sobre la cruz fue pensada para hacer extremamente difícil la respiración.
Jesús fue obligado a forzar todos los músculos de su espalda para poder respirar.
Jesús Colgado En La Cruz
Al momento de estar en posición vertical sus brazos se estiraron intensamente, probablemente 15 centímetros de largo y ambos hombros debieron haberse dislocado, lo que confirmaba lo escrito en Salmos 22 "dislocados están todos mis huesos".
Una vez que la persona cuelga en posición vertical, la crucifixión es una muerte lenta y dolorosa por asfixia. La razón es que la presión ejercida en los músculos pone el pecho en la posición de inhalación. Básicamente, para poder exhalar, el individuo debía apoyarse en sus pies (fijos con clavos al madero) para que la tensión de los músculos se alivie por un momento. Al hacerlo, el clavo desgarraría el pie hasta que quede finalmente incrustado en los huesos tarsianos.
Después de arreglárselas para exhalar, la persona podría relajarse y descender para inhalar otra bocanada de aire. Nuevamente tendría que empujarse hacia arriba para exhalar raspando su espalda ensangrentada contra la madera áspera de la cruz.
Como resultado de eso cada esfuerzo de respiración se volvería agonizante y fatigoso, eventualmente llevaría a la asfixia y finalmente a su fallecimiento.
Jesús aguantó esa situación por poco más de 3 horas.
Frederick Farrar describe el efecto torturador pretendido: "Porque de hecho una muerte por crucifixión parece incluir todo lo que el dolor y la muerte puedan tener de horrible y espantoso - - vértigo, calambres, sed, inanición, falta de sueño, fiebre, tétano, vergüenza, publicación de la vergüenza larga duración del tormento, horror de la anticipación, mortificación de las heridas no cuidadas - - todo intensificado hasta el punto en el que puede ser soportado, pero llegando hasta un poco por debajo del punto que daría al sufriente el consuelo de la inconsciencia.
Un médico lo ha llamado "una sinfonía del dolor" producida por cada movimiento, con cada inspiración; incluso un pequeña brisa sobre su piel podría causar un dolor intenso en ese momento.
Según la costumbre Romana, mandase rematar a los ajusticiados, haciendo que se le quebrasen las piernas a golpes. Esta bárbara operación se llamaba en latín crurifragium (Jn 20, 27).
Las piernas de los ladrones fueron quebradas, más al llegar a Jesús y observar que ya estaba muerto, renunciaron a golpearle; pero uno de los soldados para mayor seguridad quiso darle lo que se llamaba el “golpe de gracia” y le traspasó el pecho con una lanza.
En el Nuevo Testamento se nos dice que los huesos de Jesús no fueron quebrados como ocurrió con los otros crucificados. Esto fue así porque los soldados habían confirmado que Jesús había muerto; así se cumplió la profecía del Antiguo Testamento acerca del Mesías donde se dice que “ninguno de sus huesos sería quebrado”. Pero el soldado romano para confirmar la muerte de Jesús le clavó la lanza en su costado derecho. La lanza atravesó el pulmón derecho y penetró el corazón. Por lo tanto, cuando se sacó la lanza, salió fluido claro, como el agua, seguido de sangre, tal como lo describe Juan, uno de los testigos oculares, en su Evangelio.
El examinador médico, Dr. Frederick Zugibe, cree que Cristo murió de un colapso debido a la pérdida de sangre y líquido, más un choque traumático por su heridas, además de una sacudida cardiogénica que causó que el corazón de Cristo sucumbiera.
James Thompson cree que Jesús no murió por agotamiento, ni por los golpes o por las 3 horas de crucifixión, sino que murió por agonía de la mente la cual le produjo el rompimiento del corazón. Su evidencia viene de lo que sucedió cuando el soldado romano atravesó el costado izquierdo de Cristo. La lanza liberó un chorro repentino de sangre y agua (Juan 19: 34). No tan solo prueba esto que Jesús ya estaba muerto cuando fue traspasado, sino que Thompson cree que ello también es una evidencia del rompimiento cardíaco.
El renombrado fisiólogo Samuel Houghton cree que tan solo la combinación de crucifixión y ruptura del corazón podría producir este resultado.
Cualquiera que fuere la causa final de la muerte, no hay duda de que fue dolorosa más allá de lo descriptible con la palabra.
En la hora novena (el instante en el cual un cordero sacrificial era sacrificado cada día en el templo judío), Jesús clamó a gran voz, diciendo, " Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?" que traducido es " Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? " y poco después murió tras decir "Todo está cumplido." Más o menos en este momento es probablemente cuando se hacía sonar el cuerno de carnero sacerdotal ese día, anunciando que el sacerdote había completado el sacrificio del cordero por los pecados de Israel. También en ese momento, la grande y gruesa cortina que cerraba el lugar Santísimo a la vista, se desgarró de arriba a abajo. Marcos 15:34 y Mateo 27:46
"En verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir -; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.Romanos 5,7-11