viernes, enero 02, 2015

Sara Díez (Crisálida Perenne), IV ♀

Sara Díez Crisálida Perenne

¿Qué es la dignidad?

La dignidad deriva del adjetivo latino dignus, cuya traducción podría entenderse como "valioso". Es el sentimiento que nos hace sentir  valiosos  con nosotros mismos, sin importar nuestra vida material o social. Es un valor inherente al ser humano en general, hombre o mujer, dotado de raciocinio, libertad y poder creador, pues las personas pueden modelar y mejorar sus vidas mediante la toma de decisiones y el ejercicio de su libertad.

Se tiende a afirmar que el ser humano posee dignidad por sí mismo, no viene dada por factores o individuos externos;  se tiene desde el mismo instante de la fecundación o concepción y es inalienable (que no se puede transmitir).

La dignidad se basa en el reconocimiento de la persona de ser merecedora de respeto, es decir, que todos merecemos respeto sin importar cómo seamos. La dignidad se logra al reconocer, tolerar y respetar las diferencias y libertades de cada persona. La dignidad es el resultado del buen equilibrio emocional. A su vez, una persona digna puede sentirse orgullosa de las consecuencias de sus actos y de quienes se han visto afectados por ellos, o culpable, si ha causado daños inmerecidos a otros.

Pero no debemos exagerar ni confundir: un exceso de dignidad puede fomentar el orgullo propio, pudiendo crear la sensación al individuo de tener derechos exclusivos  y hasta privilegiados; puede caer en la soberbia y en el abuso hacia los demás, a quienes verá inferiores... y eso no es lo correcto.

"Es necesario conocer la diferencia entre orgullo y dignidad. El orgullo se lleva con la honestidad interna y externa; la dignidad es un valor de respeto hacia uno mismo." (Franko Castle de Montenegro)

La dignidad refuerza la personalidad, fomenta la sensación de plenitud, de satisfacción y de libertad en todos los sentidos. 

La Dignidad Femenina:

Como ya lo hemos visto antes, dignidad es una palabra que indica una apreciación, la valoración de una persona por sí misma, y en nuestro caso, por ser  mujeres. La dignidad depende de “algo” intrínseco, profundo, propio de una mujer, independientemente de si los otros ven o no ven ese “algo”.

Antes que ser mujer u hombre, cada uno de nosotros es miembro de la especie humana. Desde esa condición básica, común, podemos caminar, durante los pocos o muchos años de vida, con la certeza de valer mucho. Aunque a veces otros no lo reconozcan o no quieran aceptarlo... aunque a veces nosotras mismas olvidemos la propia dignidad. 

La mujer puede ser soltera, casada, con hijos, embarazada, con trabajo, o sin él; puede ser policía, presidente, tener estudios sólo de primaria o enseñar en una universidad; puede encontrarse en la cárcel o dictar sentencias en un tribunal; puede ser aún no nacida o pasar los días de su vejez en una casa de ancianos. En cada situación, la dignidad es la misma:

Todas Las Mujeres Debemos Recordar Que Nuestra Dignidad Está Por Encima De Todo; ¡Debemos Respetarla Y Hacerla Respetar!

La dignidad pertenece a cada mujer simplemente por ser miembro de la especie humana, se encuentre donde se encuentre, haga lo que haga, viva de una manera o de otra.

Tener presentes estas verdades ayudará mucho para que  una mujer nunca pueda despreciar o dañar su propia  dignidad ni la de otras mujeres; para que nunca un hombre pueda discriminar o usar violencia sobre nosotras. Nos permitirá el desarrollo de una cultura del respeto y de la solidaridad, en la que cada mujer sea valorada por lo que es... sin actitudes discriminatorias, y sin violencia.

La dignidad radica en:

Poseer un valor interno desde que nacemos y que, inconscientemente, nos hace saber que merecemos  amor, respeto, justicia y tolerancia. Una mujer digna no debe ser despreciada por nadie; no hay pretextos que justifiquen las humillaciones, la discriminación, la explotación, los abusos o la violencia que atenten contra ese valor que todas poseemos.

La violencia contra la mujer, en cualquiera de sus formas, es la forma más indigna de vivir:

La dignidad del hombre y de la mujer es el fundamento de la igualdad básica y de los mismos derechos humanos. El hombre y la mujer deben complementarse y, en consecuencia, hay que erradicar toda idea de superioridad, de marginación y de competencia.

Debe defenderse y fortalecerse la dignidad de toda persona, pero sobre todo la de las mujeres, dada la marginación, violencia y la falta de igualdad de oportunidades para superarse, y que por décadas ha imperado a nivel mundial. Existen graves errores y una enorme  indiferencia en el campo de la educación, de la familia, de la sociedad y de las leyes en relación a los derechos de las  mujeres.

La mujer sigue siendo un sector desprotegido en muchos campos. Es penoso reconocer que en la actualidad  la costumbre se ha convertido en un abuso, al negarle a la mujer sus derechos  básicos y naturales, como ejercer el voto (en algunas partes del mundo aún sucede), a poseer tierras, a ejercer algún cargo, a vivir sin violencia, a denunciar libremente a un agresor con la seguridad de que  las autoridades reaccionarán debidamente, a obtener el privilegio de una pensión alimenticia sin tener que pasar por humillaciones o trámites absurdos, a tener una vida tranquila y digna económica y socialmente, a manifestar libremente su opinión en su propio hogar, a educarse sin pedir permiso, a no sentirse culpables por tener sueños e ilusiones por realizar, a que la impunidad se sustituya por la justicia...

La sociedad en general debe quitarse la venda machista de los ojos, debe imponerse una cultura de equidad y de respeto por los derechos de las mujeres, debe abandonarse el absurdo orgullo y actuar  con responsabilidad social.

No se trata de un simple malestar social, se trata de un problema profundo social y humano que ha dañado gravemente, no solo la justicia, sino la misma dignidad humana. Se necesita actuar con urgencia desde todas las instancias, sectores, comunidades y familias para impulsar juntos los derechos humanos, sociales y políticos, que como personas permitan a todas las mujeres a superarse y a lograr una mayor participación en la construcción de una sociedad moderna, desde la mirada y actuación femenina, con su gran capacidad de enriquecer, transformar y humanizar los diferentes espacios sociales.

Mujer:

¡Tienes Dignidad... Valórala Y Hazla Respetar!

¡Valórate! 

Tienes capacidades, derechos, virtudes y dones.
Aprende a conocerlos, a desarrollarlos, a utilizarlos en tu beneficio y a disfrutarlos.

Tienes valor y coraje... ¡aprende a encauzarlos!

Naciste con dignidad... ¡nunca lo olvides y, mucho menos, permitas que nadie la pisotee!, eso depende de ti.

Eres libre, para tomar cualquier tipo de decisión, quizás te equivoques en el camino, pero esa misma libertad te permitirá aceptar y corregir tus errores con responsabilidad.

Mereces ser respetada de la misma forma en que tú lo haces con los demás. Si no es así... ¡Exígelo!

Tú eres quien debe reconocer, aceptar, corregir o seguir en el camino que seleccionaste... ¡Pero ten valor de decisión para cambiar lo que no te gusta! 

Jamás culpes a nadie, ni siquiera a ti misma; todas tenemos derecho a equivocarnos, pero siempre existe la posibilidad del cambio en beneficio de nosotras mismas.

Lo imperdonable no es equivocarse, sino conformarse y no corregir lo que nos perjudica.

Mujer, ¡Jamás Permitas...!

Jamás permitas que algún hombre te esclavice, Tú naciste para amar y no para ser esclava. 

Jamás permitas que tu corazón sufra en nombre del amor, Amar es un acto de felicidad, ¿por qué sufrir? 

Jamás permitas que tus ojos derramen lágrimas por alguien que nunca te hará reír. 

Jamás permitas que tu cuerpo sea usado, sabes que tu cuerpo es la morada del espíritu, entonces, ¡mantenlo apreciado! 

Jamás permitas quedarte horas esperando por alguien que nunca vendrá, ¡así te lo tenga prometido! 

Jamás permitas que tu nombre sea pronunciado en vano por un hombre, ¡que ni se sabe si tiene nombre!

Jamás permitas que tu tiempo sea desperdiciado por alguien que nunca tendrá tiempo para ti. 

Jamás permitas escuchar gritos en tus oídos, ¡el amor es el único que puede hablar más alto! 

Jamás permitas que pasiones desenfrenadas te saquen de un mundo real para otro que nunca existió. 

Jamás permitas que  otros sueños se mezclen a los tuyos, convirtiéndolos en una gran pesadilla. 

Jamás confíes que alguien pueda volver, ¡cuando nunca estuvo presente! 

Jamás permitas prestar tu útero para engendrar un hijo que nunca tendrá un padre. 

Jamás permitas vivir en la dependencia de un hombre, haciendo creer que tú naciste inválida. 

Jamás permitas que quedes linda y maravillosa, ¡para esperar a un hombre que no tiene ojos para admirarte! 

Jamás permitas que tus pies caminen en dirección de un hombre, ¡que sólo vive huyendo de ti! 

Jamás permitas que el dolor, la tristeza, la soledad, el odio, el resentimiento, los celos, el rencor  y todo lo que pueda quitar el brillo de tus ojos, debilite la fuerza que existe dentro de ti.

Jamás te permitas perder tu dignidad de ser... ¡Mujer!

"Hombre... cuídate mucho de hacer llorar a una mujer, pues, ¡Dios cuenta sus lágrimas!
La mujer salió de tu costilla, no de tus pies para ser pisoteada, ni de tu cabeza para ser superior; sino del lado para ser igual... Debajo de tu brazo para ser protegida y al lado de tu corazón para ser amada."
Anónimo