martes, septiembre 30, 2014

Julio Zaldumbide Gangotena, II

Julio Zaldumbide Gangotena


Nació en Quito el 5 de junio de 1833. Hijo legítimo de Felipa de Gangotena y Tinajero y de Ignacio Zaldumbide Izquierdo, miembro de la Sociedad del Quiteño Libre en 1833, combatió a lado del general José María Sáenz y fue asesinado a lanzadas después el combate de Pesillo, cuando estaba rendido. “Su nombre constituye baluarte de civismo y signo de la saña del elemento militar extranjero adueñado del país” quiteños. Ha sido un poeta romántico apesar de publicar solo dos folletos, uno político, sobre García Moreno y otro dedicado "A María". Dejó, sin embargo, una serie de poesías dispersas en periódicos y publicaciones menores. La obra de Zaldumbide es melancólica y revela un amoroso apego a la naturaleza y al paisaje.


«Me basta sentir como poeta; 
el ser tenido como tal me importa poco»

El arroyuelo

Arroyuelo que deslizas
tu cristal en la pradera,
tu corriente vocinglera
voy siguiendo con placer:
notando voy en tu curso
la variedad inconstante,
en esto tan semejante
a cuanto fue y ha de ser.

De las cosas de la vida
es imagen tu carrera,
que así mudan de manera
como tú de dirección;
y por esta semejanza,
al contemplar tu onda fría,
no sé si melancolía
siente, o gozo el corazón.

¡Cuántos sitios diferentes
conociendo vas al paso!
Este herboso, ese otro raso;
un florido, otro sin flor.
Ya en el llano corres fácil,
ya atraviesas matorrales,
o ya lanzas tus raudales
por pendientes de verdor.

Ya aquí te miro sereno
lamer la margen callado,
y quedar como encantado
en un éxtasis de paz;
copiando en tu seno puro
el profundo y azul cielo,
y un sauce mecido al vuelo
de los céfiros, fugaz.

Y «así es», me digo pasando,
«así es el hombre que sueña
con la esperanza risueña
en el seno del amor;
de la ilusión la aérea sombra
refleja su mente en calma,
y un cielo tiene en el alma
de mágico resplandor».

Borbollas en cavidades,
te dilatas con reposo,
o maldices y furioso
de estrechas márgenes vas.
Ya encuentras campo de flores,
¡y es de ver cómo allí giras,
cuál te aduermes y suspiras
por no salir dél jamás!

Bien haces, dulce arroyuelo:
breves los dichosos, largos
son los instantes amargos
que tenemos que pasar.
¡Qué bien entiendes y sabes
que la ventura en la vida
ha de llorarla perdida
quien no la supo gozar!

Bien haces en detenerte
en este sitio florido;
antes te veas sumido
que dél intentes salir.
Así pienso yo, arroyuelo,
que en la edad de los amores,
pues es la edad de las flores,
debiera el hombre morir...

¡Cómo te dilatas manso,
y enamorado murmuras,
músico de notas puras,
entre una y otra flor!
¡Qué artificioso revuelves
y formas remansos bellos,
porque se retrate en ellos
su hermosura y esplendor!

Si de alguna flor consigues
inclinarla a tu corriente,
la besas la dulce frente
una y otra, y otra vez;
mas de aquella que no inclinas
trepar por el tallo intentas,
y con suspiros lamentas
tu impotencia y su esquivez.

Así el trovador al pie
del castillo en donde mora
la dama a quien enamora,
suspira en trovas de amor;
mas ella ingrata y esquiva
acaso en la alta ventana,
escucha el cantar ufana,
pero burla del cantor...

Si de la flor que te burla
el viento arranca una hoja,
y a tu corriente la arroja,
ufano con ella estás;
¡y es de ver cómo festivo
en remolino la llevas!
Ya la hundes, ya la elevas,
y huyendo con ella vas...

Mas ¿a dónde, infeliz, huyes?
Vuelve a tu sitio florido,
que le llorarás perdido
cuando no puedas volver.
La pendiente te arrebata,
te cupo infeliz destino,
pues él te traza el camino
que tú no puedes torcer.

Un luengo y lóbrego caño
a poco que andas te encierra,
y te lleva bajo tierra
a muy distante lugar.
Correrás siempre adelante,
arroyuelo malhadado,
por la pendiente arrastrado
hasta arrojarte en el mar.

Quizás de arroyuelo claro
turbio torrente furioso
que nunca encuentra reposo,
andando te tornarás;
y entonces de aqueste humilde
sitio de flores vestido,
donde corriste adormido,
con dolor te acordarás.

Así al mortal el destino
le arrebata en su camino
malhadado,
y pasa la edad de amores,
cual tú pasas el de flores,
sitio alegre y regalado;

y sigue y es sin piedad,
de una edad en otra edad
impelido,
sin hallar nunca reposo,
como tú, cuando en furioso
torrente vas convertido.

Te arrastra a ti el desnivel,
la mano imperiosa, a él,
de la suerte;
y, cual tú en brazos del mar,
él, a la fin, va a parar
en los brazos de la muerte.

***

El bosquecillo

Bosquecillo frondoso,
que a las orillas del sonante río
abrigo delicioso
me das en los calores del estío.

Cuando yo te contemplo,
mientras abrasa el aire el mediodía,
el misterioso templo
te finge del placer mi fantasía.

Los festivos amores
están en torno tuyo revolando,
y en tu lecho de flores
se recuesta el deleite suspirando.

Y al que en tu seno amparas
el numen del secreto dice aerio:
«Sacrifica en mis aras;
mis sombras te prometen el misterio».

Y acuden presurosas,
dejando las lejanas arboledas,
las aves codiciosas
de la promesa de tus sombras ledas...

Mas yo soy solitario,
no tengo como el ave compañera;
me llama a tu santuario
más grata voz, si menos hechicera:

¡La voz del ocio blando!...
Aquí me tiendo en la mullida alfombra
de tu césped, gozando
la frescura del río y de tu sombra.

Y miro el curso lento
que en la pradera tuerce el sesgo río,
y a su música atento
me pierdo en un sabroso desvarío.

Ya ver se me figura
al dios de los pastores y ganados
buscando la hermosura
de Eco por los valles y collados.

La ninfa se le esconde
huyendo sus impúdicos amores,
y tan sólo responde
con fugitivo acento a sus clamores.

Porque ella aún deplora
los desprecios de Adonis afligida,
y en las cavernas llora
en aerio y vago acento convertida.

Dentro las claras linfas
del río, de cristal miro un palacio:
cerniendo están sus ninfas
en cribas de esmeralda, oro y topacio;

y entre ellas el sagrado
numen está del río, muellemente
en la urna reclinado,
ceñida de limosa alga la frente...

Todo se anima, todo
cobra voz, cobra vida y movimiento,
y por extraño modo
todo lo prueba el vago pensamiento.

¡Oh, campiña agradable,
que dulcísimo encanto mío eres!
¡Séate favorable
el claro sol, propicia el alma Ceres!

Flora te dé fragancia,
no destruya tus galas el invierno;
Pomona la abundancia
derrame en ti de su colmado cuerno.

Y a ti, bosque frondoso,
que a las orillas del sonante río
abrigo delicioso
me das en los ardores del estío.

Propicio a tus verdores
te sonría apacible el claro cielo,
frutos te den y flores
las estaciones en su raudo vuelo.

***

El mediodía

I

En la amena floresta
de un bosquecillo, se alza la espesura,
do el ardor de la siesta
se templa, do murmura
una de humilde vena fuente pura.

Allí, cuando subido
el sol a la mitad del alto cielo,
cuando más encendido
su ancho disco sin velo
el aire enciende y abochorna el suelo.

Del césped en la alfombra
suelo sentarme de frescor sediento;
un árbol me da sombra,
blanda música el viento
e ilusiones el vago pensamiento.

Allí, el sauce, agitando
su ramaje de plácida verdura
recrease mirando
su halagüeña hermosura
en el espejo de la fuente pura.

Copa el cedro elevada
esparce en la región do el viento mora:
parece levantada
mano abierta que implora
dulce rocío a la celeste aurora.

Y allí el de los amores
favorito gentil la frente umbrosa
levanta, y en las flores
derrama la amorosa
sombra que plugo a la más bella diosa.

Y en dulce compañía
otros árboles crecen allí unidos;
y allí la melodía
de mil vagos ruidos
el ánimo suspende y los sentidos.

II

¡Oh, cuán dulce es oír los rumores
de las hojas, del céfiro lira!
¡Oh, cuán dulce aspirar de las flores
la fragancia que el éxtasis inspira!

¡Oh, qué grato escuchar de la fuente
el suspiro que apenas murmura!
¡Oh, que dulce sentir su frescura!
¡Oh, que dulce sentir su frescura!

¡Y qué dulce y qué grato y qué hermoso,
entre aromas y paz y armonías,
no sentir el volar fatigoso,
no sentir el valor de los días!

¡Y dejar deslizarse serena
esta amarga, esta mísera vida,
como huye esa fuente en la arena,
en un sueño de paz adormida!

¡Y vivir sin que llegue al oído
a turbar el silencio profundo
de los hombres el vano ruido,
de ese mar que llamamos el mundo!...

¡Oh!, ¡si aquí, bella Cintia estuvieras,
si al aroma del aura tu aliento,
y tu voz amorosa añadieras
al murmullo del agua y del viento!

¡Si al matiz de estas flores juntaras
de tu labio el color purpurino;
si este bello jardín hermosearas
con tu rostro apacible y divino!...

¿Sacrificas la paz de tu alma
a esa vida de tristes pesares?
¿No apeteces del cuerpo la calma?
¿Te es tan grato el bullir de esos mares?...

Aquí todo es amor, todo amores:
Ama el árbol, el ave y la fuente;
aquí amar aconsejan las flores,
y lo enseña la tórtola ardiente.

Aquí habita el placer en las rosas,
do quier vaga un deleite sin nombre,
dice el céfiro aquí tales cosas,
que no dice la lengua del hombre...

III

¡Ven, Cintia, ven! A mi amoroso lado.
Aquí, solos los dos, sin más testigos
que las aves, los árboles y el prado,
silenciosos amigos
de secretos amores,
me amarás con más fe, con mayor fuego.
Huye el aliento de ese mundo impuro
que cuanto toca lo corrompe luego:
aquí tu corazón será tan puro
como este cielo es puro y son las flores...

Y tú, dejando aparte
esos adornos que inventara el arte
de necia vanidad, y engalanada
con la sencilla flor que la luz cría
del alba nacarada,
más hermosa serás que nunca fuiste.
El fastidio, el dolor, la duda triste:
eso el mundo te da; Naturaleza
te ofrece aquí la paz y la alegría
junto con la inocencia y la belleza...

IV

Mas, ¿a dónde me llevas
en tu blanda corriente, oh desvarío?...
¡No! tus alas no muevas,
oh, pensamiento mío,
a do has de hallar el desengaño impío.

Vuelve, vuelve a los senos
de este ameno recinto; libre gira
por ellos, que a lo menos
aquí nunca se mira
oculta la traición y la mentira.

Ve al prado, al cielo puro,
al solitario monte, al bosque umbroso
y volarás seguro;
mas nunca al borrascoso
mar de los hombres vayas ambicioso.

Porque allá el viento insano
de las pasiones mueve el desconcierto;
y buscarás en vano
allá tranquilo puerto:
aquí lo tienes más seguro y cierto.

martes, septiembre 23, 2014

Julio Zaldumbide Gangotena, I

Julio Zaldumbide Gangotena


Nació en Quito el 5 de junio de 1833. Hijo legítimo de Felipa de Gangotena y Tinajero y de Ignacio Zaldumbide Izquierdo, miembro de la Sociedad del Quiteño Libre en 1833, combatió a lado del general José María Sáenz y fue asesinado a lanzadas después el combate de Pesillo, cuando estaba rendido. “Su nombre constituye baluarte de civismo y signo de la saña del elemento militar extranjero adueñado del país” quiteños. Ha sido un poeta romántico apesar de publicar solo dos folletos, uno político, sobre García Moreno y otro dedicado "A María". Dejó, sin embargo, una serie de poesías dispersas en periódicos y publicaciones menores. La obra de Zaldumbide es melancólica y revela un amoroso apego a la naturaleza y al paisaje.


«Me basta sentir como poeta; 
el ser tenido como tal me importa poco»

A la soledad del campo

A ti me acojo, soledad querida,
en busca de la paz que mi alma anhela
en su ya inquieta y procelosa vida;
mi nave combatida
por la borrasca de la mar del mundo,
esquiva ya su viento furibundo,
y en busca de otro viento sosegado
dirige a ti su desgarrada vela,
¡oh!, puerto deseado
en que la brisa de bonanza vuela.

Tú levantas el ánimo caído,
bálsamo das al pecho lacerado,
das nueva vida al corazón helado,
y aliento nuevo a su vigor perdido.
El alma que perdió su lozanía
y fuerza soberana,
junto con su ilusión y su alegría,
allá en la estéril sociedad humana,
en tu repuesto asilo,
en tu seno tranquilo
feliz respira al fin; sus ya enervadas
alas despliega, y remontando el vuelo,
halla para espaciarse un vasto cielo,
y recobrada la calor perdida,
con vida nueva torna a amar la vida;
así el ave, encerrada
dentro la estrecha jaula, se entristece,
pierde luego el vigor desalentada,
y en su prisión doliente desfallece;
pero si encuentra acaso la salida
que en su afán vigilante vio cerrada,
dejando libre paso a la partida,
rauda se lanza a la región del viento,
y el orgulloso vuelo desplegando
se espacia por el ancho firmamento.

Heme ya libre del tropel humano,
y contigo, ¡oh Natura, a solas heme,
y con tus montes y extendido llano!
Heme lejos, en fin, del aire impuro
que respiran las míseras ciudades,
sin oír el de dolor vago lamento
que en su recinto oscuro
se escucha sin cesar: ¡Héme aspirando
bajo tu abierto cielo inmensurable,
con placer inefable,
el aire libre, embalsamado y puro;
y en vez de humanas voces, escuchando
el apacible acento,
la melodiosa voz del vago viento!

En tu augusto retiro,
¡oh soledad!, los hombres olvidemos,
la vista separemos
del teatro infeliz de los mortales.
Caos de confusiones,
angustioso espectáculo de males,
furioso mar que ruge alborotado,
do silba el huracán de las pasiones,
do se oye el alarido desgarrado,
y el eternal suspiro
que elevan a la par los corazones.

Demos todo al olvido:
los hombres y su mundo corrompido.
Deja a mi corazón, antes opreso
por insufribles penas,
respirar libre de su enorme peso;
deja que mi alma rompa las cadenas
con que la ató el dolor, y alzando el vuelo
se espacie alegre por tu inmenso cielo;
y deja, en fin, que tienda la mirada,
tanto tiempo a un mezquino y nebuloso
espacio reducida,
por la verde campiña dilatada,
por tus claros y abiertos horizontes
y el rudo aspecto de sus grandes montes.

Bajo tu amparo, en tu sereno asilo,
¡oh soledad!, yo viviré tranquilo;
yo olvidaré la angustia de la vida,
no sentiré su peso,
vagando en tu pradera florecida,
y por el fresco laberinto errando
de tu amena floresta y bosque espeso,
yo desoiré la voz de mis dolores
por la canción del aura entre tus flores,
y el murmurar de la apacible fuente,
que baña tus jardines, resbalando
entre lirios y rosas mansamente.
Y en tu retiro y deleitable calma
iranse poco a poco disipando
algunas sombras de mi triste frente,
y el padecer del alma.

¡Oh! vosotros que dais, árboles bellos,
sombra a la tierra, al aire galanura;
aves alegres que moráis en ellos
y con canciones adormís las horas;
volubles vientos que mecéis festivos
las copas cimbradores;
diáfanas fuentes que esparcís frescura
al prado, al aire, a la arboleda oscura;
arroyos fugitivos
que corréis por hallar muelle reposo
dentro del huerto umbroso,
y entre las flores plácido remanso...
¡Árboles, aves, vientos, aguas puras,
llegó por fin el día,
que tanto ansié, de haceros compañía!
Vengo en vosotras a buscar descanso,
vengo a olvidar mis crueles amarguras;
de hoy más, junto a vosotros,
vuestra vida será también la mía.

Cuando el alba las puertas del Oriente,
coronada de aureolas de oro,
abra al rey del espacio refulgente,
uniré la voz mía
al de las aves armonioso coro,
por saludar al sol del nuevo día;
y cuando éste, inclinado al Occidente,
recoja su llameante vestidura
en los tendidos cielos esparcida,
yo y la bella natura,
que queda lamentando su partida,
nuestro adiós le daremos de amargura.

Y así en este continuo y dulce giro
de días y de noches,
con la naturaleza
en grata comunión, huirá la vida
entre contento y paz; ya no el suspiro
se oirá en mis labios, ni en mi frente erguida
las sombras se verán de la tristeza...
¡Oh! ¡Diérame la suerte
aquí vivir, ajeno de pesares,
y aquí esperar la muerte,
arrullando con plácidos cantares
el sueño arrebatado de las horas,
pues que son, como un sueño, voladoras!

***

A mi corazón

¡Corazón! ¡Corazón! ¿Por qué suspiras?
¿Por qué los muros de tu cárcel bates?
Es imposible, corazón.... ¡Deliras!
Infeliz corazón, en vano lates!

Siempre contuve tu ímpetu violento
desde que pude conocer el mundo;
siempre fui sordo a tu amoroso acento,
sin tener compasión de tu ¡ay! profundo.

¿Sabes por qué? Tras vanas ilusiones
(ilusiones no más, bien lo sabía)
quisiste ir como otros corazones
a buscar, necio... ¿qué?, lo que no había.

A buscar el amor... amor no se halla;
a buscar la virtud... la virtud, menos;
por eso yo te opuse firme valla,
y no tuviste días de horror llenos.

Conozco el mundo y sé la red que tiende:
su mano oculta enherbolada vira
a cuya punta el corazón aprende
lo que va del amor a la mentira...

Y tú querías con ardor vehemente
lanzarte al mundo, ciego en el engaño;
ibas a perecer, pobre inocente,
al filo de su arma, el desengaño...

¡No, jamás corazón! Cese tu acento;
calma tu afán, desecha la esperanza;
ese bien que demanda tu lamento
es un bien que en el mundo no se alcanza.

¡La virtud! ¡La virtud!... es vano nombre;
sonar la oirás en nuestra impura boca,
pero en verdad no la conoce el hombre
ni responde a su voz cuando la invoca.

¡El amor! ¡El amor! Dulce consuelo,
supremo goce de la humana vida,
única flor que aromatiza el suelo,
felicidad del cielo descendida...

Mas, otra vez, oh corazón, suspiras
y el fuerte muro de tu cárcel bates.
¡Es imposible, corazón!... ¡Deliras!
¡Infeliz corazón, en vano lates!

***

A mis lágrimas

Corred, lágrimas tristes,
que es dulce al alma mía
sentiros a raudales
del corazón manar;
corred, que los suspiros
que exhalo en todo el día
las ansias de mi pecho
no bastan a calmar.

Triste, férvido llanto,
tus gotas de amargura
mitigan celestiales
la sed del corazón;
y sólo tú suavizas
mi horrenda desventura,
y sólo tú consuelas
mi lúgubre aflicción.

Que cuando de la cima
de dulce venturanza
desciende el alma al golpe
del dardo del pesar,
si entonces con la dicha
perdemos la esperanza,
nos queda sólo el triste
consuelo de llorar.

Y así la flor marchita
revive del consuelo
con lágrimas regadas
por lóbrego dolor,
como al nocturno llanto
de tenebroso cielo
cobran las flores secas
su aroma y su color.

Corred, lágrimas mías,
consuelo a mis dolores;
en férvidos raudales
del corazón manad;
y así, de mis ensueños
revivan ¡ay! las flores
que ha marchitado el rayo
del sol de la verdad.

***

Al dolor

Hiere, hiere, ¡oh Dolor! He, aquí desnudo
mi inerme pecho: el protector escudo
que en otro tiempo rechazó tus dardos,
roto en pedazos estalló a tus golpes,
y contra ti ya nada me defiende.
¡A ti me entrego en mi fatal despecho!
Hiere, pues, rompe, hiende,
destroza sin piedad mi inerme pecho.
Pero sabe, oh Dolor, que, aunque rendido,
a ti me doy perdida la esperanza;
no me verás doblar la erguida frente
y el rudo bote de tu ardiente lanza
del corazón herido
no arrancará ni queja ni gemido
ni de su llanto hará correr la fuente.
Y acaso el solo ruego
que escuchen de mis labios tus oídos,
será que de tu brazo formidable
en mí descargues tan tremendo y fuerte
que con sólo ese golpe me des muerte,
dando fin a esta vida miserable.

***

Al sueño

En otro tiempo huías
de mis llorosos ojos, sueño blando,
y tus alas sombrías
lejos de mí batías,
el vuelo en otros lechos reposando.

A aquel lecho volabas
en que guardan la paz las mudas horas,
y el mío abandonabas,
porque en él encontrabas
en vigilia a las penas veladoras.

Donde quiera que miras
lecho revuelto en ansias de beleño,
en torno dél no giras;
antes bien te retiras,
pues de las penas te amedrenta el ceño.

Y así huyes la morada
soberbia de los reyes opresores,
y envuelto en la callada
sombra, con planta alada
a la chozuela vas de los pastores.

Del infeliz te alejas;
con su dolor en lucha tormentosa
solitario le dejas;
no atiendes a las quejas,
y sólo atiendes a la voz dichosa.

Enemigo implacable,
de cruel dolor y criminal conciencia,
de voz inexorable,
y compañero amable,
y amigo de la paz y la inocencia...

Si en otro tiempo huías
de mis cansados ojos, sueño blando,
y las alas sombrías
lejos de mí batías,
el vuelo en otros lechos reposando.

Hora al mío te llegas
solícito, sin fuerza y sin ruïdo;
ya a mis ojos no niegas
tu beleño, y entregas
mis sentidos a un breve y dulce olvido.

Las que no se apartaban
penas insomnes de mi lado, oh sueño;
las que siempre velaban,
esas que te ahuyentaban
con su torvo, severo y triste ceño,

volaron ya; despierta
miras en su lugar la paz ansiada;
libre quedó mi puerta,
y ya no ves cubierta
de espinas dolorosas mi almohada.

Mi conciencia no grita
para asustar tu asustadizo vuelo,
ni la ambición me irrita,
ni mi pecho palpita
en pos de alguna vanidad del suelo.

Desde este mi sereno
retiro escucho el rebullir del mundo
a su tumulto ajeno,
como si oyese el trueno
que retumba en remoto mar profundo.

Y digo: ya agitaron
las ondas de esa mar mi barco incierto;
los vientos le asaltaron,
sus velas se rasgaron;
mas, llegó salvó a este abrigado puerto.

***

El amor en la adolescencia

¿Quién eres tú, oh muda compañera
de mi tristeza solitaria? Di,
¿quién eres tú que fuese a donde quiera
siempre a mi lado cándida te vi?

¿Por qué al mirarte el alma estremecida
siento, y el pecho palpitar de amor?
¿Por qué me ves como a piedad movida?...
¿Qué a ti mi soledad y mi dolor?

¿Qué lazo te une a mí? ¿Qué malhadada
suerte te pudo a un infeliz ligar?
¿Eres visión, verdad, sombra de nada,
o de mi vida el genio tutelar?

Acaso vienes tú del alto cielo,
y no sé yo tu celestial misión...
¿A qué viniste? ¿Traes el consuelo
a mi desconsolado corazón?

Mis infantiles goces y recreos
no conocieron tu amorosa faz.
¿Creáronte por dicha los deseos
cuyo vago anhelar siento voraz?

Yo no sé, dulce sombra, desde cuándo,
no sé dónde, visión, te uniste a mí;
conmigo estás desde que estoy penando;
junto con el dolor te conocí.

Te veo en el silencio, en los festines;
te encuentro allí donde mi planta va,
en el bosque, en el valle, en los jardines;
en ésta, en otra parte, aquí y allá.

Ninfa en el bosque, en los jardines Flora,
grave genio en la agreste soledad;
en los campos con sayo de pastora,
con rico velo y manto en la ciudad.

Dulces tus ojos son y pensativos
cual los ojos del ángel del amor;
y vas flechando en mí sus atractivos
con muda magia y silencioso ardor.

Tienes la faz de cándido querube,
misteriosa mujer, sombra ideal;
vaporoso es tu traje cual la nube,
y liviano tu talle y virginal.

Con la aurora apareces en oriente,
y envuelta en su rosado velo vas;
y aunque te vayas con el sol poniente,
conmigo en la callada noche estás.

Oigo tu voz en la aura pasajera,
del arboleda en el fugaz rumor,
cual la voz del deleite lisonjera,
tierna como el suspiro del amor...

Perfecta es tu beldad: pero ¿quién eres?,
no comprendo el arcano de tu ser.
¿Has venido del cielo?... ¿Qué me quieres?
Tu nombre y tu misión hazme saber.

-«¿No revelan mi nombre a tus oídos
»el río, la pradera
»los céfiros floridos,
»el cielo, el sol, Naturaleza entera?

»El amor es mi nombre:
»nazco de la esperanza y el deseo
»en el pecho del hombre,
»y soy primero un vago devaneo;

»Después soy el placer que en dulce fuego
»el universo inunda,
»y soy el dolor luego
»que le sumerge en lobreguez profunda».

martes, septiembre 16, 2014

Mariah Carey ♫



Mariah Carey 

Huntington, Nueva York, 27 de marzo de 1970
es una cantautora, compositora, productora musical y filántropa estadounidense. 

Make It Happen 

Not more than three short years ago
I was abandoned and alone
Without a penny to my name
So very young and so afraid
No proper shoes upon my feet
Sometimes I couldn't even eat
I often cried myself to sleep
But still I had to keep on going
Never knowing if I could take it
If I would make it through the night
I held on to my faith
I struggled and I prayed
And now I've found my way

If you believe in yourself enough
And know what you want
You're gonna make it happen
(Make it happen)
And if you get down on your
knees at night
And pray to the Lord
He's gonna make it happen
(Make it happen)

I know life can be so tough
And you feel like giving up
But you must be strong
Baby just hold on
You'll never find the answers
if you throw your life away
I used to feel the way you do
Still I have to keep going 

Never knowing if I could take it
If I would make it through the night
I held on to my faith
I struggled and I prayed
And now I've finally found my way

If you believe in yourself enough
And know what you want
You're gonna make it happen
(Make it happen)
And if you get down on your
knees at night
And pray to the Lord
He's gonna make it happen
(Make it happen)

I once was lost
But now I'm found
I got my feet on solid ground
Thank you Lord
If you believe within your soul
Just hold on tight
And don't let go
You can make it happen
(Make it happen)

If you believe in yourself enough
And know what you want
You're gonna make it happen
(Make it happen)
And if you get down on your
knees at night
And pray to the Lord
He's gonna make it happen
(Make it happen)