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(Quetzaltenango, 25 de abril de 1936 – 23 de marzo de 1967)
Otto René Castillo, conocido como "el poeta del pueblo" o "el poeta guerrillero", nació en la ciudad de Quetzaltenango, al oeste del país, en abril de 1936, y partió por primera vez al exilio en 1954, luego del derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz, perpetrado con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos.
En 1966 se incorporó a las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), una de las cuatro organizaciones guerrilleras que enfrentaron a las fuerzas de seguridad del Estado en una guerra interna que se prolongó durante 36 años (1960-1996).
Según diversas investigaciones, Castillo y su conviviente, fueron capturados en la Sierra de las Minas, Zacapa, y "brutalmente torturados" por sus captores en el interior de una base militar, entre el 17 y el 23 de marzo de 1967, junto a otro grupo de rebeldes, fueron quemados vivos a la edad de 31 años.
De la amplia obra literaria de Castillo, de la cual se desprenden igual versos revolucionarios como de amor y desamor, destaca el poema "Vamos patria a caminar, yo te acompaño" , el cual, según testigos, era declamado por sus verdugos mientras lo torturaban.
Otto René Castillo dio la vida por su patria y la libertad.
Las palabras del poeta eran como un búho agorero que no cesaba de quejarse desde su rama; era una insoportable ave rapaz en la noche que impedía dormir tranquilamente a los asesinos.
Alguna vez, los hombres prácticos se preguntarán si en las guerras sirve de algo matar a un poeta. Fusilaron a Federico García Lorca y a Roque Dalton; mataron con tormentos sicológicos a Miguel Hernández, a Boris Pasternak, a cientos más. Peor todavía, ¿sirve de algo matarlos de una manera tan cruel como lo hicieron con Otto René Castillo en 1967?
Los poetas, según dice la gente y los viejos diccionarios, cantan al amor; son inofensivos animales del bosque que amenizan los amaneceres. Podrían recitar, por ejemplo, un bello poema como este:
“El antepasadomás antiguo
que tengoes el amorLo sé bien.Cuando se besaronlos primeros enamorados de la tierra,se le estaba poniendonombre a mis labios.Y comenzabala biografíade este dolorque no concluye”.(El antepasado más antiguo).
La poesía, tal como la suponen los cánones conservadores, es “el más bello sentimiento del alma”. Entonces, a un poeta “se le permite” profundizar, incluso filosofar, si es que tiene talento para ello, tal como se lee en este fragmento:
“Los enamoradosque ahora se besan,
todavía no sabenque tendránque separarse muy pronto.Los enamoradosque aún no se han encontrado,ignoranque pronto creeránhaberse halladopara todos los tiempos.Pobreslos que ya se encontraron,ahora tendránque separarse.Pobres,los que aún no se han hallado,ahora tendránque continuar esperando”(Acontece así, enamorados).
Puede que tales cantos hayan sido del beneplácito de los oficiales del Ejército guatemalteco de los años 1960 —suponiendo que tuvieran algún gusto por la poesía—. Es más, quizá fueron leídos con simpatía por los presidentes militares, la CIA, el Departamento de Estado de Estados Unidos que impulsó el conflicto armado de 36 años en nuestro país. Pero cuando las palabras de ese poeta se tornan el canto de un búho, o se convierten en el aullido de un lobo cuyo lamento nocturno les dice, penetrando los tejados de la conciencia:
“Cinco estudiantes como gorriones sin alashicieron una ronda al corazón ciudadano,cayendo, asesinados, de la frente a los pies,creciendo desde la muerte al infinito.Ahora digo,¡Traidores, hombres sin hombría, cobardes!¿Estáis locos para asesinar la eternidad?¡Pronto vendrá vuestro día, desgraciados!” (de Asesinados en junio).
O qué tal estos improperios, lanzados con evidente saña sobre las buenas conciencias:
“Suceden cosastan extrañas
en mi pequeño país,que si de verdadhubiera cristianoscreerían,sin duda,en la muerteauténtica de Dios.”(de La tumba de Dios)
Entonces, salieron a buscarlo. Era más fácil matar a un lobo; urgía balear al búho prendido a la rama de la conciencia. Y mataron a Otto René Castillo, en la base militar de Zacapa, en marzo de 1967.
En él se cumple la máxima de Miguel Ángel Asturias, para quien el poeta “es una conducta moral”, pues consecuente con sus ideas revolucionarias, un día de 1966 decidió que se haría combatiente guerrillero y se integró a las Fuerzas Armadas Rebeldes. Antes de dar ese paso, ya tenía una trayectoria académica, poética y política en países como México, Alemania, Hungría, Checoeslovaquia, Chipre y El Salvador. La experiencia adquirida lo colocaba frente a las tres copas que suelen ser las más codiciadas por los escritores de mundo: la fama, el éxito y la gloria. Solo tenía que extender la mano. Ya había bebido de las dos primeras, pero ambas no sirven para nada —pues éxito y fama los tuvieron también personajes como Hitler—, mas la gloria está reservada para otros.
Y Otto René pudo seguir un rumbo glorioso por Europa, continente que —en aquel entonces— era un océano literario que garantizaba el ascenso de los buenos escritores hacia premios importantes.
El éxito le había llegado desde joven. En 1956, tenía 20 años y ganó el premio Autonomía, de la Universidad de San Carlos de Guatemala, con su poema "Vámonos patria a caminar". A ese galardón le siguió el de 1957, con el Premio Internacional de Poesía de Budapest. Ese año, la Universidad de San Carlos le concedió el premio Filadelfo Salazar, por sus altos méritos estudiantiles, que consistió en una beca para estudiar en la República Democrática Alemana. Viajó a ese país en 1958, a estudiar germanística en la Universidad Karl Marx de Leipzig. En 1962, en Berlín, junto a otros jóvenes aprendió técnicas para hacer documentales con el cineasta holandés Joris Ivens.
Su futuro se avizoraba brillante. Decidió, sin embargo, escribir menos y actuar más; lo hizo por un auténtico amor a esta patria. Fue asesinado junto con la también combatiente Nora Paiz y 13 campesinos acusados de colaborar con la guerrilla. Fue torturado durante cinco días, después, lo quemaron vivo. La misma suerte corrió Paiz. Se dice que, a Otto René, un oficial del Ejército le cortó partes de la piel con una hoja de afeitar amarrada a un bambú, en tanto se burlaba de él y le leía su propio poema:
“Yo beberé tus cálices amargos.Yo me quedaré ciego para que tengas ojos.
Yo me quedaré sin voz para que tú cantes.”
Pero ni muerto el lobo cesaron los lamentos, ni el búho terminó la voz de la conciencia; tampoco muerto el poeta concluyó su obra. La hermana mayor de Otto René, Zoila Castillo, publicó en 1979 su poesía en un libro titulado "Informe de una injusticia". En una parte, nos dice Otto:
“Nada es más invencible que la vidasu viento infla nuestras velas”.
Larga vida a sus palabras, que hoy flotan en la eternidad.
de: Patria, Mi Amor
Patria, Mi Amor
Todo
el amor del mundo
está en mis labios
cuando te beso,
cuando caigo a tu alma
como una estrella ciega
a la noche de un viudo.
Óyelo, míralo, pálpalo.
Es la secreta reunión
de tus enamorados
en el fondo de mi saliva.
Todos
los besos del amor
se reúnen en mi boca
y en la tuya
todo el amor,
toda la vida!
Sea
siempre mi amor
tu compañía.
Que
nunca falte mi amor
en tus cimientos.
Álzate
firme sobre
él,
patria
con tus descalzos pies,
llenos de lodo y de caminos!
***
Lluvia
¡Oh lloviznas de mi infancia,
antiguas, dulces camaradas mías!
I.
Hoy llueve largo,
el agua ha tendido su párpado
sobre la redonda pupila terrestre
y hay un subsueño acuático, difuso,
en cuyo labio más remoto navegan
cinco barcos de papel sin marineros.
Hoy llueve extenso,
el agua quiebra su delgada cintura
en las manos sedientas de la tierra,
estableciendo en su inmenso territorio
un recuerdo ambiguo, borroso, que inventa
esa forma de dares que tiene la tristeza…
Oh lloviznas de mi infancia dulces,
antiguas camaradas mías que yo amo!
Hay un tiempo atrás de mis últimos pasos:
allí la lluvia y los pájaros invadieron
los bosques que mi pecho levanta con orgullo.
Hay una pareja enamorada bajo el agua:
allí los besos desnudos caminan
en el invierno como niños descalzos.
Hay una risa campesina que nos llueve,
allí crece silvestre el trigo de la vida
y su estatura dorada nos pulsa su guitarra
con la música blanca que las espigas sueñan.
¡Oh infancia que descalza caminas
por aquellos inviernos provinciales!
¡Oh aguas pupilares de mi país,
naced en mi roto corazón…ǃ
II.
Cuando en sus cuartos los obreros
acarician la frentes de sus hijos,
es entonces que la lluvia llora,
estrella su frete amplísima
en todas las ventanas enemigas,
embiste sus cuernos acuáticos
contra el pecho del viento,
desangra la golondrina de sus ojos
contra las piedras ásperas.
Asciende a luchar contra el sol y lo vence,
hasta que sus flechas líquidas
se vuelven a dormir en el aire,
extiende la frescura de su mano
a la redonda palabra de la tierra
y al pie del hombre vuelve a tenderse,
porque su inmenso corazón
lo lleva el viento entre sus manos…
¡Oh lloviznas de mi pequeño país:
niñas de fraternales abrazos
Amo a la lluvia:
sus pasos de agua me visitan,
y todos los días, al levantar mi voz
contra los viejos sistemas del hambre,
hay alguien vigilante que guía mis pasos
desde el pecho fluvial de una tormenta.
Amo a la lluvia:
Con ella oí llorar al mar
cuando puse mi oído ciego
sobre el pecho tembloroso
de un joven marinero asesinado.
¡Oh lluvias mías, tormentas dulces,
lloviznas, aguas de viejas alegrías,
ya no tengo mi pulso a la altura
de vuestro agitado paso por el mundo…
***
Madre Íntima
Hay tantas
cosas
que no sabes
de mí,
madre,
que, a veces,
me duelen
tanto
tus manos,
cuando, por ejemplo,
no interrogan
mi pobre cabellera
con el lenguaje
de sus dedos
abuelos,
Lo sabes.
Tenemos que cambiar
nuestro país,
con sólo nuestras manos.
Desde tus 66 años
me comprendes todavía.
Pero sé que más me quisieras
pleno de quietud en todo esto.
Temes que lleguen y te digan
los compañeros: “Su hijo murió
de madrugada, señora.”
Tal vez entenderías mi muerte.
Tal vez sólo tu llanto tibio.
Quién sabe como temblarían
tus ramales más altos.
Madre mía,
¡ojalá que yo no tenga
que causarte tanto dolorǃ
Pero lo sabes.
Tu pecho
no existe
para mí,
porque no tengo
reposo.
Y para que no
te duela
más
el hijo que tú
amas,
tengo
que reír,
madre mía,
aun cuando tú sabes
que sufro.
***
Madre Dolorosa
A veces
me preguntan
los cenicientos
ojos
de mi madre,
por qué
no descansa
la llama
de mi frente.
Pobre madre mía.
Nunca conocerás
cómo nacen
y se apagan
en mí estos dolores,
con los que veo
al mundo
que transita
come
y duerme.
Uno es tan
vil,
madre,
que se acostumbra
también
al sufrimiento.
Y lo lleva
consigo como una bala
oscura
que rehúye
estallar.
Pero yo estoy
acostumbrado
al sufrimiento
de los otros,
porque los míos
son tan pocos
que, en verdad
no vale la pena
por ello
lamentarse.
Así nace mi sombra.
Vedla sola consigo.
Ajena
A la arboladura
de tu castaño
y tu dulce regazo.
Olvidada,
por costumbre,
de que existen
ya los abuelos venideros,
tus brazos
en el mundo.
Y es que existen
los otros.
Y uno se duele
más de ellos,
que los que se duelen
ellos de sí mismos.
Y a pesar de todo esto,
se suele decir que nunca
vuela de nosotros
la golondrina del llanto.
Pero sucede que tenemos
oculto, en un recodo de la noche,
el lugar donde solemos llorar.
Y donde, tras un pesar,
se acerca el luto,
para decir el nombre
de seres que amamos,
con toda la plenitud
del mundo en el amor.
Tú no sabes,
pero uno llega
en la noche,
casi siempre en sobresalto,
buscando a los amigos
que la vida nos dio
y que la vida oculta
para que nada les pase.
Y cuando de la sombra
salen los brazos del amigo,
sólo atinamos a decir:
“¿Qué tal?, te ves tan bien",
Y "¡Qué alegría verte, hermano!”
Y caemos de bruces
a los ojos
y al pecho
del amigo, muriendo el inicio
de una fuga.
Nos separó la verdad,
la verdad,
nos unirá también un día.
Hoy, madre,
somos los que se acercan
a la muerte,
con la sonrisa
más ancha y el abrazo,
más grande,
para que nazca la vida
y los abuelos venideros
no tengan que sufrir tanto
como tú.
Amamos la vida,
tú lo sabes.
Y nos imponen
la muerte.
¿Por qué ponerse trágicos,
entonces? Mataremos, pues,
mi dulce viejecita,
porque solos
con nuestras manos
estamos en el mundo.
Y lo que ellas
hagan
será, por fin,
la biografía
de nosotros.
Hermoso será
su rostro:
nuestro sufrir
despertado en estrella.
Tú nunca conocerás,
madre mía,
cómo nacen y se apagan
en mí estos dolores:
estas últimas
lágrimas
vertidas
sobre el hombro
del viejo planeta,
tan viejo y cansado ya,
como tu figura
y tu propio
dolor.
***
El Gran Inconforme
I
Nunca preguntéis
a un hombre
si sufre,
porque siempre
se está sufriendo
en alguna forma
y en algún camino.
Hoy,
por ejemplo,
sufro tu dolor,
patria mía,
hasta lo más alto
de mi alma.
Y no puedo
escapar,
llagado
como estoy,
de tu tragedia,
Debo vivirte,
porque no he nacido
para darte
el contrapecho
de mi vida,
sino lo más noble
y provechoso que tengo:
la vida de mi vida,
la dignidad y su ternura.
II
Si alguien
sufre tanto contigo,
ese pobre hombre
tengo que ser yo,
yo que sufro tus limosneros,
tus prostitutas,
tus hambrientos,
tus ásperas colonias populares,
donde tienen sus nidos
los buitres
del hambre y del frio.
Pero yo no te sufro
sólo con los ojos
abiertos,
sino con toda la herida,
tanto del alma
como del cuerpo,
porque soy, antes que nada,
el gran inconforme
que anda
debajo de la piel
de todos,
esperando su hora,
porque nadie
como los pueblos
saben,
que no se puede
renunciar jamás
a la lucha,
porque tampoco
se puede renunciar
nunca a la Victoria.
***
Tu Madrugada, Patria
Así concibo yo a mi patria,
que otros la conciban como quieran.
Anduve viajando
muchos años
por el mundo,
con el lucero
de tu nombre
en los ojos.
Y no hubo
una sola mañana,
que se fuera
sin algo de lo tuyo.
Cuando el alba
llegaba, ya estabas
repartiendo tus gestos
extraños y lejanos,
desde la oscura colina
de mi rostro.
“¿Por qué la quieres
tanto, me decían,
si es amarga y cruel
como el alma de un basta?
basto(a): grosero, tosco, inculto.
¿Por qué, si es tan chiquita
y tan hambrienta, que en ella
a uno sólo le queda por delante
la ardua tarea de morirse?”
Pero yo siempre respondía,
que te quiero tanto,
porque aún sumido en la tiniebla
oyendo el largo llanto
de tus hijos,
no puedo ignorar
que detrás de mí
comienza, en verdad,
tu madrugada.
Luego te alegrabas
en el fondo de mis ojos,
y volvías tu rostro
con ternura,
tal vez en busca ya
de los hijos
que están todavía
por venir.
***
Retorno Al Dolor De Todos
He vuelto
después de cinco años.
Y sola estaba la calle
para mí.
Este viejo viento
que conozco desde niño,
caracoleó un poco en mis cabellos
y se quedó ahí de pie, y alegre
tal vez por mi regreso.
De los amigos,
ninguno estaba para verse.
Casi todos siguen lo mismo,
me dijeron vagamente,
pero su piel
se ha vuelto grave ya.
Casi todos también
laborando en la sombra,
dejando
con su vejez
una dura y amarga constancia
de su lucha.
Algunos, sin embargo,
se han cansado ya y le dieron
la espaldas al pueblo y a su frente.
Para poder comer y dormir
mejor
se despojaron de sí,
se convirtieron tristemente
en el gusano que odiaban
y ahora reptan,
hondo,
en la inmundicia,
donde se hartan
junto a las bestias.
A pesar de todo,
han sido muy pocos
los traidores,
los que un día
temblarán
ante la furia
múltiple
del pueblo
y pedirán perdón
y serán dura,
cierta,
justamente
castigados,
porque ellos
siempre supieron
lo que estaban haciendo.
He vuelto
después de cinco años.
Y nadie
Pudo acudir a saludarme.
Ni aun aquellos
para quienes he vivido
luchando, gritando:
“¡Vosotros sois grandes,
poderosos, y unidos podéis
hacer más llevadera la vida.
Sublevaos!”
Ni aun ellos me recuerdan.
Mis compatriotas
siguen y siguen sufriendo
diariamente.
Tal vez ahora
un poco más que siempre.
He vuelto, digo.
Y estoy aquí
para seguir luchando.
Y aunque,
a veces,
me ardan otras lunas
muy lejanas y muy bellas
en la piel,
me quedaré con todos,
a sufrir con todos,
a luchar con todos,
a envejecer con todos.
A su regreso,
dirán después los hombres,
"No hubo nadie, no hubo nada,
a no ser la calle sola
y este viejo viento
que conoció de niño,
hace ya tanta estrella
y tanta, tanta lluvia".
***
Definición Y Orgullo
A ti acudo,
a tu rostro
de madre,
para morir contigo
si te toca morir,
para vivir contigo
si te toca vivir.
Madre patria,
mágico orgullo
alzado
entre las aguas
más hondas de la tierra,
pólvora virtuosa
para defensa de la vida!
A ti acudo,
a tu lado
pongo mi puño,
mi lágrima,
mi sueño,
porque tú eres
el orgullo
más grande de mi vida,
la aurora
que siempre anduve
buscando en los caminos!
A ti acudo,
a combatir contigo vengo,
porque tú nos defiendes,
porque eres la voz,
la juventud rebelde,
el corazón auténtico de mi vida!
***
Dos Lluvias
La lluvia europea
no asciende delirante
al cósmico sueño de los hombres,
sino baja cortésmente triste
a besarle su rostro empedrado a las callejas,
en donde el último perro de hojas secas
se revuelca en un sueño amarillo.
Y sin embargo, oigo llover con gusto.
Tal vez adentro, en el subsueño,
mi niñez urge de agua para lanzar sus barcos.
Oigo llover con gusto.
En verdad, cuando llueve afuera,
escucho mejor adentro cuando me hablo.
Pero amo más tu lluvia
lejana,
mi campesina americana,
porque ella tiene la milpa,
mis amigos,
mi juventud y sus banderas.
***
Aurora De Milpa Y De Paloma
El fruto
es organizado
en la fertilidad
combativa
de la tierra.
Recorre
las distancias
verdes
de la clorofila,
galopando
al hermoso caballo
de la vida.
Y un día
inmortal
encierra
al sol y al agua
en su maduro
corazón
de serenata.
Así
conquista
él
su derecho
a brillar
con orgullo
en el pecho
de los huertos,
porque
jamás
se le antojó
galopar
con el caballo
de la vida
hacia el oscuro
fondo de la tierra;
hacia lo que significaría
la muerte de su música,
la liquidación
total
de su alegría!
Así
será
tu simple
y complicada
historia,
patria,
un galope
vital
hacia el futuro,
que será tu pueblo
con su aurora
de milpa
y de paloma.
Pero
no olvides,
tuya
será la aurora,
morena,
si tú
con tus manos
la conquistas!
***
En Verdad, No Conozco Tu Risa
Morena patria mía,
de ti
yo no conozco
la más simple
sonrisa.
Es muy triste,
pero en verdad
no sé
cómo sonríes,
ni cómo es tu rostro
verdadero,
porque de ti
jamás se ausenta
el llanto.
De verdad,
que no conozco tu risa.
Y estoy envejeciendo
de la piel y del alma
cada día que pasa,
sin que lo sepan
tus ojos,
que sólo han tenido
lágrimas inmensas para mí.
Y, además
es muy horrendo
tener una patria
que no sabe reír,
porque le teme
al golpe oscuro
de la sombra maldita.
II
Uno, como hijo,
va luego por el mundo
acostumbrado tanto al silencio,
que todos se preguntan,
si en verdad
uno ha sufrido con exceso
para haberse quedado tan solo
y para haber aprendido
tanta soledad
en tan poca existencia.
Y si uno se atreve a sonreír,
para disimular
un poco su ceniza,
la tristeza es más grande
y la mueca más grave todavía.
III
“¿Por qué
los guatemaltecos
son tan tristes?”
me preguntan en Berlín
las gentes a menudo.
Yo sólo doy vuelta
a mi frente, por fuera.
Y un alarido de cárceles
y golpes
sale ardiendo
de mí,
como una bestia
herida.
Y todos comprenden
luego mi respuesta,
sin que mi rostro
haya cesado
de ser triste,
a pesar de tanto
coraje
y tanta experiencia
volcada sobre el labio
¡Ojalá
que mis nietos
no tengan que sufrirte
tanto como yo!
IV
Yo no quiero de ti
más que una sonrisa,
morena mía,
porque es amargo
para un hijo,
no saber como sonríe
la madre,
si la ve todo el tiempo
llorando.
¿Verdad, patria mía,
que reirás, algún día
de tantos, para mí?
Lo sé, morena mía.
Y, por ese solo segundo
bien vale la pena
haber luchado
toda la vida,
contra tanta miseria
y tanta y tanta muerte.