El ejercicio siguiente, que tal vez te parezca muy raro, ha ayudado a algunas mujeres a reforzar su resolución de cambiar y a ver que no pueden volver a su antiguo comportamiento. Usa una silla vacía e imagínatelo a él allí sentado. Ahora, ponte de rodillas delante de él y pronuncia estas palabras:
Soy una pobre desdichada, indigna y repugnante. Tú eres poderoso, maravilloso, omnisciente. Me comprometo a seguir aceptando todos tus abusos y humillaciones. Tienes razón en todo lo que me criticas. Puedes tratarme como quieras, que yo lo aceptaré. Renunciaré a mí misma con tal de conseguir tu amor.
«¿Acaso la forma en que te comportaste con él durante todo este tiempo no ha venido diciéndole precisamente eso?».
Como resultado de hacer este ejercicio, muchas mujeres se dan cuenta de que aunque nunca hayan dicho en voz alta esas cosas, las han estado expresando mediante la sumisión que mostraban. Recuerda que es el comportamiento, no las palabras, lo que permite saber a los demás hasta dónde pueden llegar en la forma en que te tratan.