CARTA DE UNA ESPOSA A SU COMPAÑERO MISÓGINO
Querido Gerry:
Cuando nos conocimos en la universidad fuiste muy bondadoso y comprensivo. Eras la primera persona que realmente me escuchaba, y yo me enamoré a tal punto de ti que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa. Tú dijiste que me protegerías y me cuidarías, y yo quise creerlo. Continuaba viviendo con mi delirante familia, y no veía el momento de abandonarla. Cuando me pediste que me casara contigo, me quedé fascinada. Tú ibas a ser mi puerto de salvación. Pero desde el momento en que nos casamos todo cambió. Empezaste a encontrarme defectos, a encontrárselos a mi trabajo, a todo lo que yo hacía. En vez de ser bondadoso y amarme, estabas pinchándome todo el tiempo. Me hiciste sentir malísimamente conmigo misma. Yo te amaba y confiaba en ti, pero te fuiste poniendo cada vez más mezquino y grosero. Te valías de cualquier cosa para humillarme. Jamás entendí qué había hecho yo para que cambiaras de esa forma conmigo. Yo me echaba la culpa y seguía intentando recuperar tu amor, pero nada ha bastado; ni siquiera ha estado bien. Ha sido una tortura. Ahora sé que lo que hacías no era más que tratar de tenerme completamente controlada, pero ¡qué despiadado fuiste! Empezaste por decir que yo era una «mercancía dañada», por aquello de mi padre y de lo que me había hecho. ¡Fue realmente infame y cruel de tu parte! Yo no tenía más que ocho años cuando aquello empezó, y bien sabes que no podía impedirlo. ¡Cómo te atreves a usar eso en mi contra! A ti, más que a nadie, te constaba lo culpable y avergonzada que me sentía por eso y, sin embargo, no te importó. Tú fuiste el primer hombre en quien realmente confié, pero no eras digno de mi confianza. ¿Tienes acaso idea de cuánto me dolió aquello, de cuánto me duele todavía? No estoy segura de poder perdonarte jamás la crueldad de haber usado aquello para herirme. Yo te entregué el control de mi vida. Tú me decías lo que tenía que leer, los programas de televisión que debía ver, y decidías dónde iríamos de vacaciones. Desde que estoy contigo no he tomado ni una sola decisión, a no ser renunciar a mi trabajo porque tú nunca dejabas de criticarme y ridiculizarme. ¡No he sido más que un robot! He hecho lo que tú querías, pero ahora estoy preguntándome por qué abdiqué de mis derechos como ser humano. Ahora creo que debo de haber estado loca. Hace más de dieciocho años que estoy contigo, y ya no me quedan confianza ni autoestima. Te he permitido que me controlaras porque te amaba, pero ahora que estoy pensando en las cosas que me has hecho, comienzo también a pensar que tengo una idea equivocada de lo que es el amor. Y no sólo conmigo te comportas como un canalla. Continuamente eres prepotente con los niños, y yo siempre tengo que compensarles por las crueldades que tú les dices. No sé cuándo empezaste a engañarme, pero ya no recuerdo ninguna época en que no hayas estado comparándome con otras mujeres e insistiéndome en lo insignificante y poco atractiva que era. Después resultó que algunas de esas mujeres eran pacientes tuyas. Yo me lo debía de haber imaginado, por el tipo de intimidades que me contabas de ellas. Y lo que más me enferma es que cuando te denunciaron por tener contactos sexuales con ellas, no sólo las acusaste de que te habían traicionado, ¡sino que te las arreglaste para presentar las cosas como si todo fuera culpa mía! ¡Yo no te había dado bastante amor, ni suficiente apoyo! Ahora me suena todo delirante, pero entonces me convenciste. Me pasé horas sentada contigo en aquel tribunal, escuchando testimonios de lo que habías hecho. Yo debía ser la «buena esposa» que te acompañara en los momentos de necesidad. ¿Tienes alguna idea de lo humillante que fue para mí aquello? Primero, que todos me mirasen como si yo fuera una tonta, y después ver que tú me acusabas, como si fuese yo la procesada. Tú no puedes asumir responsabilidades por nada, ¿no es eso? Todo es culpa de los demás. Cuando Holly nació con una lesión cerebral, ¡hasta de eso me echaste la culpa a mí! Jamás has sido un padre para ella; actúas como si ni siquiera fuese tu hija. Yo he estado completamente sola con los problemas que ella me plantea. Cada vez que quise que tú me ayudaras un poco, me volviste la espalda y actuaste como si yo te hubiera metido un leproso en tu casa Jamás me preguntas mi opinión sobre nada; yo no cuento para ti como ser humano. ¡No eres más que un chiquillo egoísta! Todo tiene que hacerse como tú quieres, porque si no te coge una pataleta. ¿Quién demonios te crees que eres, para conducirte de esa manera? No puedo creer que yo misma haya permitido que esto sucediera. Debo de haber tenido algunas ideas delirantes sobre el amor y el deber, pero te digo una cosa: ya no vas a seguir controlándome más. No voy a permitirte que me trates como me has tratado durante todos estos años. Nunca más. Te lo juro
PAULA