sábado, abril 02, 2016

Patricia Urrutia Pérez, ♀

Patricia Urrutia Pérez 

Ella

Como dice la canción:

“No has de confiar en la piedra, con la que puedas topar, apártala del camino por los que vienen detrás”



Llegó una inundación para sumergirlo todo
pero Dios es el guía en el ojo del huracán.
Por tanto, estos zarzales se volverán flores
y Ella, la más hermosa, vivirá por siempre
porque se volvió símbolo, icono, bandera
y por ella muchas mujeres se salvarán a tiempo.     

En Ella se pinta, a todo color, el calvario de millones de mujeres silenciadas por una tradición de desigualdad, en una cultura “inculta” donde no existe el respeto entre “diferentes”; cuando todos somos lo mismo sin importar procedencia, color de piel, apellido, “raza”, sexo, posesiones.

Todos los humanos, por serlo, tenemos la misma esencia y, duela a quien duela, también la misma dignidad, obligaciones y derechos.

¡Éste es el grito que hoy se eleva, éste es el clamor, ésta es la petición: igualdad real!

Es un alarido del corazón arrancado a la tradición, porque este acontecimiento pretende sellar con fuego la loca audacia que la historia se ha tomado de achicar a la mujer, minimizarla de múltiples, sutiles y feroces maneras; hasta levantarle la mano, con consecuencias desastrosas.

La congruencia, por tanto, se impone. Todo es un círculo, desde la redondez de nuestra Tierra, las etapas de la vida, el enamoramiento, los duelos y los ciclos de violencia, también.

Empecemos: 

1. Es en el seno de las familias donde todo se aprende, por lo menos, los valores esenciales. Es el amor entre la pareja lo que marca la pauta. Si lo que la une es realmente cariño, existe la comunicación, el respeto sin temor ninguno y la comunión. (No dije sumisión ni estar siempre de acuerdo o coincidir eternamente, porque cada persona es única).

2. Si queremos decirle a un hijo que a su hermano no se le pega, debemos empezar por una política de NO violencia TOTAL en nuestro hogar. Esto incluye miradas, palabras, indirectas, directas, silencios, amenazas, chantajes. Obviamente, “una nalgadita” NO es válida, mucho menos un manazo o castigo físico. Nada de esto; o mantenemos una política hogareña de paz u optamos por una de violencia, pero no existe la “media-paz”.

Las personas se entienden hablando, a los animales se les adiestra, a los niños les educamos con amor.

3. Hablando de educar, somos las mujeres las maestras por excelencia y en nuestras manos están igual los hijos que las hijas. No puede ser que a estas alturas del siglo XXI el niño o el joven no ayude a “lavar los platos”, por ejemplo. No prolonguemos la vieja cartilla de “mamá amasa la masa y papá lee el periódico”, con la cual aprendimos a leer las que hoy somos abuelas, no prolonguemos este patriarcado universal donde impera el peligroso machismo.

4. Cuidado con el intruso que tenemos en casa, se nos metió hasta en las horas de comer, para ya no poder platicar ni compartir; es más, se nos metió a cada dormitorio y, tristemente, contradice todos los valores humanos, si es que pretendemos “ofrecerlos como herencia” a nuestros descendientes. Navaja de dos filos: la televisión.

5. El silencio, el aguante, el disimulo, la obediencia sin análisis, NO son cualidades femeninas. Son pura dinamita esperando el fosforazo del macho agresor, que empieza dando órdenes y prohibiciones, sigue con gritos y amenazas y termina a puros golpes, destruyendo así a los más inocentes de las relaciones de pareja: los hijos, que nosotras pretendemos salvar incautamente, “conservándoles a su papá” a costa de la propia inmolación, creyendo vanamente que lo mejor que podemos ofrecerles es una “familia unida”. 

6. No esperemos “a que sea la ocasión apropiada” para actuar, es mejor vivir pobremente y dar a los hijos ejemplo de valentía, dignidad y de una mamá alegre que no remata con ellos,  no vaya a ser que por “las apariencias” o por esperar una “economía favorable”, nos agarre demasiado tarde.

7. Nunca olvidemos que el antiguo refrán: “Quien te quiere te aporrea” NO es cierto. Todo lo contrario, el amor debe hacernos felices y si no lo logra, no es amor. Donde hay amor está Dios, porque esa es su esencia.

¿“Dormir con el enemigo”? ¡Nunca más, jamás!

8. Así como las hojas caen en otoño para retoñar en primavera con todo y flores, así analicemos nuestra vida, enmendemos lo que es posible, salvemos lo rescatable y dejemos “fluir” y “caer” lo que nos atemoriza y lo que muerto está.